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martes, 12 de octubre de 2010

OPERACION PETER PAN. (2)

En aquellos momentos, los principales directivos de las empresas norteamericanas radicadas en Cuba, se encontraban en Estados Unidos reuniéndose con sus colegas de la Cámara de Comercio de ese país, planteando sus problemas en relación con la situación en Cuba y valorando la posibilidad de recurrir a la embajada en La Habana en busca de ayuda.
Uno de los problemas tratados en esa oportunidad fue la posibilidad de abrir un colegio en Miami que se encargara de aquellos muchachos que estaban en "peligro" en Cuba y que los parientes estaban preocupados.  Uno de los miembros de la Cámara de Comercio Americana en La Habana le planteó a James Baker que si este podía resolver un lugar para crear una escuela semejante, los empresarios norteamericanos se encargarían de cubrir los gastos que fueran necesarios.
Para acometer esta etapa de la operación, fue creada un amplia red de colaboradores que estuvo integrada, inicialmente, en Miami, por Norma Lemberg, quien había residido en La Habana y era la encargada de resolver las visas 1-20 que le facilitaba Agnes Ewald y un grupo de apoyo procedente de familias cubanas y norteamericanas que, dirigidas por un profesor de la Ruston Academy, era el encargado de recibir a los niños en el aeropuerto y trasladados hacia el lugar destinado a ellos.
A partir de ese momento, Walch y Baker comenzaron a trabajar de conjunto en un proyecto que garantizó el traslado de los niños desde Cuba a un centro educacional en Miami.
Tanto el Programa para Niños Refugiados Cubanos como la Operación Peter Pan se iniciearon sin tener asegurado el alojamiento para la cantidad de niños que esperaban, a partir de los resultados de las insidiosas campañas que desarrollaron para lograr sus propósitos. 
La Operación Peter Pan comprometió a miles de familias cubanas y estadounidenses, varios gobiernos extranjeros, numerosos funcionarios federales y estatales del gobierno norteamericano, más de 100 agencias dedicadas al cuidado de niños y las tres mayores religiones existentes.
La clandestinidad de esta operación ha sido reiterada por el propio Walch, alegando que alentó el secreto en el sentido de no llamar la atención, llegando, incluso, a rechazar hablarle a los familiares de los niños excepto a través de las llamdas telefónicas realizadas desde el propio Estados Unidos, pues las que se originaban desde Cuba no eran respondidas ya que, según él, algunas personas eran muy indiscretas.  La preocupación de Walsh sobre este particular llegó a punto de decidir no escribir carta a la isla.

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