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lunes, 23 de marzo de 2009

EL OLOR DE LOS CEDROS


La mañana se presentó hermosa, aunque algunas minúsculas y desperdigadas gotas de lluvia pretendieron humedecerla, pero partieron raudas ante la presencia radiante de un sol que no deseaba desprenderse de su luminosidad.

Así llegamos a ese punto geográfico desconocido antes por muchos, pero hoy es referencia para los revolucionarios pues allí nació un hombre que se propuso descuartizar la injusticia en cualquier parte de este planeta tan mal repartido.

Birán es un sitio para el antes y el después, porque entre los cedros creció, anduvo entre las aguas de sus ríos, un ser humano que con el paso del tiempo, y junto a esos árboles tan duros como el diamante, elevó su estatura de hombre que constituye hoy símbolo de libertad y esperanza.

Qué honra para los cubanos de hoy caminar entre la tumba de sus padres y abuelos y la escuela que lo acogió, entre la casa materna y la valla de lidia, entre el correo y el bar. Entre las palmas y algarrobos que no han perdido la esencia de sus raíces.

Ir a Birán es como viajar con el tiempo a los momentos en los que el Héroe acoge a los haitianos, que desde ayer y hasta hoy en su país son reducidos como personas gracias a las injusticias que aún prevalecen en nuestros días.

Ir a Birán es sostener con las manos una idea nacida con los sentimientos de su padre y que hoy se multiplica en los Consejos Populares de nuestros días para tranquilidad de un pueblo con la memoria exacta, precisa, justa.

En ese sitio reafirmamos los principios, esos que nacen del convencimiento para defender las ideas más preclaras, las ideas que un hombre, nacido en Birán, comenzó a esbozar desde las sombras de los cedros.

Después de ver todo lo que vincula a Fidel con ese lugar donde con doce libras de peso llegó al mundo, nos quedan, a los que sostenemos el pensamiento que lo mantiene permanentemente en nuestros corazones, que aquellos caguairanes siguen enhiestos, como lanzas contra los enemigos del olor de los cedros.