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martes, 27 de noviembre de 2018

SANTA CECILIA.

La música estremece las almas, aún cuando estas carezcan de buen oído, porque llega a los sentimientos más nobles de los seres humanos que la escuchan para saciar las ansias puras que los distinguen.
Ha pasado más de una semana y la impronta del evento dedicado al Día Mundial de la Música sigue levitando como brújula de lo que se puede hacer desde esa manifestación de la cultura.
La clausura tuvo un hermoso recinto como el espacio Dos Columnas de la Uneac de Granma en la ciudad de Bayamo, una instalación que el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes tuvo como residencia.
En la ocasión la Jornada Santa Cecilia estuvo dedicada al flautista y maestro Pedro Reinaldo Alarcón Cedeño, por su relevante trayectoria en el mundo de la música.
Alarcón recibió el homenaje de la Uneac, de la Escuela de Arte Manuel Muñoz Cedeño y de sus alumnos, esos que siguen las huellas de tan distinguido artista de nuestra ciudad.
Otro buen momento de la clausura de la Jornada Santa Cecilia fue la entrega del Premio a la Excelencia Musical a Arturo Jorge Cabrales, quien desde su guitarra no deja morir a la trova tradicional cubana.
Esa noche la música se erigió como lo que es, bálsamo, ternura, pasión, dulzura, virtuosismo, amor y cariño, elementos que hacen mejores a las personas que disfrutan de sus sonidos.
El Quinteto Contraste, dirigido por Gabriel Suárez, Poli, abrió el programa de cierre, con temas de profunda calidad y que demostró su valía en el ámbito de nuestro entorno.
No menos impactante fue la actuación del Conjunto de Música Antigua Exulten, dirigido por Yuneisi Arjona Cisneros, con sus temas de tantos años recibidos y coronados por los aplausos de los asistentes.
Exsulten demostró, una vez más, que la música no es nueva ni vieja porque si es buena entonces queda en la memoria de quienes le dispensan su tiempo para escucharla.
Para el final, la actuación de la Orquesta de Cámara San Salvador de Bayamo, dirigida por el joven maestro Javier Millet Rodríguez, agrupación que reafirma la calidad de ls músicos de la ciudad.
La jornada de homenaje a Santa Cecilia ya es historia, pero nos queda el agradable sabor de esa música que destila entre nota y nota el augurio de que tenemos talentos suficientes para hacernos estremecer de gozo.

COMO LO VIVÍ, LO CUENTO

Aquel fue un día terrible.

Yo estaba en la casa de los campesinos a los que alfabetizaba en la zona conocida como El Mirador, muy cerca de Vegas de los Jobos, en la mismísima Sierra Maestra, en lo que pertenece hoy al municipio de Buey Arriba.

Era el 26 de noviembre de 1961.

Mario y Juana Montero, los campesinos que me albergaban estaban trabajando en sus áreas de producción de café, y yo los ayudaba.

De pronto, me llevaron para la casa, me despojaron del uniforme del Ejército de Alfabetizadores Conrado Benitez, y me hicieron poner ropa común.

Yo no entendía nada.

Por qué me habían cambiado el uniforme que durante casi seis meses había usado?

Por qué habían arriado la bandera colocada en el frente de la casa, con el emblema de la Campaña de Alfabetización?

Han pasado 57 años y aún recuerdo con nitidez, la desesperación reflejada en el rostro de mis anfitriones, por hacer de mí, al instante, un adolescente campesino.

Yo no sé si lograron el empeño, pero el susto que pasé tampoco lo he olvidado.

Más tarde, en ese propio día, ya comencé a entender la actitud de Mario y Juana en relación con mi persona.

Llegó uno de los responsables de la campaña en la zona y explicó la necesidad de que nos cuidáramos mucho pues había bandas contrarrevolucionarios diseminadas por todo el país.

Nos dijo que habían asesinado al brigadista Manuel Ascunce Doménech y al campesino Pedro Lantigua, a quien alfabetizaba, cerca de la ciudad de Trinidad.

Ascunce y Lantigua fueron brutalmente torturados y luego ahorcados en un árbol.

Aquella noticia nos estremeció a todos.

Ascunce era casi un niño. Tenía 16 años!!! Y el único delito que cometió fue el de estar alfabetizando al campesino y a la familia que le daba albergue.

Los asesinos pensaron que el abominable crimen haría desistir a los Brigadistas Conrado Benítez en llanos y montañas de toda la nación.

Cualquiera de nosotros pudo ser la víctima, porque lo que estaba en juego era el enfrentamiento de los que aman y construyen y los que odian y destruyen, al decir de José Martí.

Hoy es 26 de noviembre. Hace 57 años asesinaron a Manuel Ascunce.

Son los mismos asesinos que hicieron explotar en pleno vuelo a la nave de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976, cuando murieron 73 personas.

Ni Manuel Ascunce Domenech, ni los asesinados en aquel fatídico vuelo, serán olvidados JAMÁS:

miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA GUITARRA SIGUE VIVA EN BAYAMO

El sonido de las guitarras se ha adueñado de Bayamo desde tiempos inmemoriales, no podemos olvidar aquella serenata dedicada a Luz Vázquez y Moreno en la noche del 27 de marzo de 1851.

Nacía entonces ese canto al amor que hasta nuestros días se llama y se llamará por siempre La Bayamesa, canción primigenia de los temas de amor en nuestra Isla.

Aún en noches de cualquier día de la semana, en alguno de los parques de la ciudad, se escucha ese rasgar de las cuerdas que emite ese sonido maravilloso que enternece a las más duras almas que puedan existir.

Y es que ante la posibilidad de disfrutar de los sonidos de la guitarra, es casi imposible sustraerse a ese embrujo que cautiva y si viene acompañado de una letra preciosa entonces el goce es superior.

Eso ha pasado en esta ciudad de juglares, los que desde el anonimato o la actuación pública, llenan de vida esos momentos hermosos cuando la guitarra se convierte en la estrella del amor.

Aquí se le sigue cantando a lo más bello de la vida, a esos detalles aparentemente insignificantes, pero que forman parte de la cotidianidad de los bayameses que llevan la música arraigada en sus sentimientos.

Esto lo confirma esa pléyade de muchachos que guitarra en mano arman sus versos cargados de metáforas que indican la permanencia de esa manera de pintar las noches con sus canciones.

Bayamo sigue siendo la ciudad en la que se recuerda a ese bardo, a veces demasiado olvidado que sigue siendo Pimpo La O, que legó uno de sus temas más hermosos al terruño que lo vio nacer.

Pimpo recorrió las calles con su inseparable guitarra y una humildad extrema, propia de los seres humanos que llevan lo mejor de sí en el corazón, por eso le cantó a Bayamo durante tantos años.

La O anduvo muchas veces acompañado por Sindo Garay ese horcón de cubanía, dueño de una extensa hoja de páginas musicales que el tiempo no ha podido borrar por la autenticidad que expresan.

Su canción Mujer Bayamesa, es una muestra del impacto que recibió al compartir en esta ciudad de la compañía de excelsas féminas que se vio obligado, tiernamente, a reflejar en esa composición.

Sindo Garay y Pimpo La O, se mantienen vivos no solo en el recuerdo que dejaron entre quienes los conocieron y disfrutaron de sus musas, sino en el alma de una ciudad que los tiene como pródigos hijos.