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Centro de Atención al Autismo Vilma Espín de
Cienfuegos
Por JULIO MARTÍNEZ MOLINA
Se ha escrito bastante del tema; por ejemplo, que muchas de las
personas con autismo son pensadores visuales y almacenan las
palabras en su forma escrita. Y existe material fílmico donde suele
exagerarse las capacidades de estas.
El tratamiento de este trastorno —todo un reto para los
especialistas—, demanda entrega, dedicación, paciencia, amor y fe
absoluta en la labor.
Es justo cuanto han encontrado niños, adolescentes y jóvenes
cienfuegueros aquejados, en el Centro de Atención al Autismo Vilma
Espín, verdadero orgullo de la educación en el territorio.
Su directora, la máster en educación especial Tania González
Fonseca, dice que la misión consiste en garantizarles la atención
que los prepare para la vida útil e independiente, a partir del
aprendizaje y la potenciación de las líneas de desarrollo de la
especialidad.
En el plantel —prosigue— se implementó un sistema de preparación
a partir de un diagnóstico individualizado a través de las
diferentes vías del trabajo metodológico y de un modelo educativo
para el tratamiento psicopedagógico de los autistas, de conjunto con
estrategias lectivas encaminadas a facilitar su desarrollo social y
la orientación a la familia con el mismo objetivo.
La psicopedagoga Ileana Álvarez Araújo es la psicoterapeuta del
Centro, donde además laboran una psicóloga, una logopeda, cinco
maestras y cuatro auxiliares pedagógicas para brindar posibilidades
de aprendizaje a 18 pupilos, de los 23 autistas de la provincia,
según informa Idolidia Veitía Cantero, metodóloga de Autismo.
"Todo el trabajo aquí es terapéutico, los procesos lectivos
forman parte de un enfile psicopedagógico para crear en el niño
reflejos de conducta social, de imitación, de adaptación. Son
pequeños regidos por rutinas, responden a los mismos estímulos; por
tanto en la escuela no hay imprevistos, cambios de horarios y nos
regimos por convenciones ajustadas a sus necesidades", dice Álvarez.
"Aprenden a trabajar por imitación, pues no manifiestan la
conducta imitativa incluso en las acciones más simples como sería
vestirse, llevarse la cuchara a la boca. Por tanto, nuestro método
pasa por la observación constante y por el descubrimiento de sus
potencialidades", expresa la especialista.
PARA CADA NIÑO ATENCIÓN PERSONALIZADA
Cada uno presenta sus peculiaridades. A Carlos Manuel González
Rivero, de seis años, le gusta mucho que lo mimen, lo abracen, lo
besen, aunque evita el contacto físico en las acciones; le atraen
los objetos electrónicos con respuesta: un celular que se encienda,
el flash de una cámara, el arranque de la computadora...
Carlitos aprendió a controlar su esfínter y ya no se orina sin
antes avisar; intentan ahora que domine su tendencia a caminar con
los pies erguidos como un bailarín.
Laura María Rovira, de ocho, ha
adquirido habilidades creadas para el trabajo en el ordenador. Con
un apoyo visual, ella decodifica qué y cómo ejecutar la acción.
Presenta una ecolalia funcional (repite lo escuchado).
Al adolescente José Alí Martínez Ribalta le gusta la música, ya
sabe reconocer todos los cantantes que escucha. Con él fueron
utilizados recursos nemotécnicos para identificar los colores; él
los conocía, pero con nombres o apelaciones propios y suele
asociarlos mucho a alimentos: la natilla es el blanco, y así.
Eduardo Enríquez Carballosa, de 13 años, tiene predilección por los
grandes felinos (conoce sus características y hábitos) y a esos
tomamos como elemento potencializador, afirma Álvarez.
Esos niños transitaron por otras escuelas especiales, donde se
hizo un buen trabajo, aquí avanzan por el método uno por uno, muy
efectivo, sostiene Veitía, la metodóloga de Autismo.
Observan comportamientos muy específicos como el movimiento de
las manos u otras áreas del cuerpo. Esa actividad manual entorpece
las acciones curriculares, puesto que no las usan funcionalmente,
por ello la labor uno por uno resulta fundamental.
Debido a dicha atención diferenciada muestran mejoría en
socialización, habilidades comunicativas, reconocimiento del espacio
geográfico y los horarios de la instalación (clases, merienda,
almuerzo, merienda), sostiene Álvarez. Incluso los de un desarrollo
bajo, al tocar el timbre e ir al comedor se dirigen a su mesa y su
silla, añade.
En poco más de un año de funcionamiento de la escuela los
resultados son palpables, prueba del carácter humano del sistema
nacional de educación, que no solo hace un seguimiento muy certero a
los niños, sino también a su familia, pondera la logopeda Liliana
Díaz Ortega.
Los tres Síndromes de Asperger, cuatro de Rett, tres autistas
clásicos y ocho con trastorno generalizado del desarrollo
manifiestan progresos gracias a la aplicación de esta costosa
enseñanza que el Estado cubano ofrece gratuitamente.
El Centro Vilma Espín brinda, además, atención a jóvenes que
reciben en el plantel o en sus propias casas preparación para la
vida, uno de los cuales está insertado a un taller de cerámica.