La historia bayamesa atesora la grandeza de sus hijos, un orgullo que se lleva profundamente y que es fuente de inspiración para las actuales y futuras generaciones.
No solo los hijos varones de esta ciudad se entregaron en cuerpo y alma a la lucha por la independencia nacional, en ese grupo dilecto de hombres también brillaron mujeres amantes de la redención humana.
Un ejemplo de amor a la tierra natal es el de una mujer, que teniendo riqueza, partió a la manigua cubana con el sueño de su hijo y el propio a cuestas, erigiéndose en una patriota merecedora del recuerdo del pueblo.
María Candelaria Palma había nacido en Bayamo en el año 1788, aunque no se precisa el mes ni el día de la primera vez que vio la luz en nuestra Villa para bien de la misma.
Según la enciclopedia Ecured: ¨¨Fue una joven de bien, virtuosa y muy querida por sus convecinos los que la llamaban Yaya.
Contrajo matrimonio con Andrés María de Estrada y Palma, teniendo un único hijo en julio de 1832, nombrado Tomas a quien dedicó toda su devoción.
Muy pronto quedó viuda y a cargo de cuantiosos bienes rústicos, entre ellos las haciendas
y La Punta. El trabajo corría a cargo de esclavos, a los que educaba en la más severa moral e incluso enseñaba a leer y a escribir¨¨.
Cuando su hijo Tomás Estrada se hizo un hombre de bien asumió la dirección de las propiedades y pasaron a vivir a la hacienda La Punta, a orillas del río Cauto.¨¨
Cuando Su hijo Estrada Palma decidió partir hacia la manigua, María Candelaria, con 80 años, no dudó un instante en seguirlo sufriendo los avatares de la guerra contra la colonización española en la Isla.
Tres años después del alzamiento de Céspedes en La Demajagua, soldados españoles asaltaron el campamento donde se encontraba Yaya Palma junto a otras familias cayendo prisionera.
El orgullo de la bayamesa se puso de manifiesto al negarse a caminar junto a los colonialistas por lo que el jefe de la escuadra encarga a uno de sus acompañantes para que la ultime en el bosque.
La salvó de la muerte el hecho de que el responsabilizado con su asesinato era conocido de su hijo y no hizo realidad la orden, dejándola su merced sola en medio de la floresta.
Sobre este hecho el patriota y escritor, el coronel Fernando Socarrás dijo:¨¨ La anciana vagó sin rumbo por los bosques manteniéndose con las frutas silvestres que encontraba al paso, hasta que extenuada por el hambre y la fatiga decidió no caminar más y esperar sus últimos momentos sentada en una roca.
La casualidad hizo que un pasajero amigo la encontrase y la devolviese a su hijo. ¡Infeliz anciana! No tuvo fuerzas para resistir la emoción del encuentro y en los momentos de estrechar a su idolatrado Tomas en los brazos, murió con la misma santa tranquilidad con que había vivido.»
Editado desde la ciudad de Bayamo, Cuba, por el periodista David Rodríguez Rodríguez.
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lunes, 5 de febrero de 2018
HACIA EL BICENTENARIO DEL NATALICIO DE PERUCHO FIGUEREDO, AUTOR DEL HIMNO NACIONAL DE CUBA. (2)
Bayamo se apresta para seguir recordando a uno de sus hijos dilectos que el próximo 18 de febrero a cumplir doscientos años de haber nacido en esta ciudad, a la que amó, luchó por ella y la prestigió.
El rio de nuestra Villa, el aire, las plantas que la distinguen, llevan la impronta de ese patricio que nos enseñó, junto a otros prestigiosos bayameses, el camino de la redención, la libertar y la independencia.
Perucho Figueredo, nacido el 18 de febrero de 1818, junto a lo que es hoy la Plaza del Himno Nacional, donde estrenó la letra de la canción patria, sigue cabalgando en su caballo y en el pentagrama musical cubano.
Allí, en ese sagrado lugar que veneramos hoy y siempre, dio al mundo una muestra de lo que significa para un ser humano luchar por una causa justa aun en medio de tormentosas dificultades.
Ciertamente constituyó una epopeya el inicio de nuestras luchas por la libertad camino escogido para alcanzar la independencia del poderío militar español que tenía sumido en la esclavitud a los cubanos.
Dentro de ese panorama Perucho Figueredo fue figura clave para elevar los aires libertarios desde aquel momento en que formó parte del Comité Revolucionario que aglutinó a importantes y poderosos hacendados.
Desde aquel instante fundacional comenzó a trabajar con ahínco para el levantamiento que protagonizaría Céspedes en La Demajagua y que sería apoyado por los demás insurgentes.
Bayamo era un hervidero, los conspiradores se reunían una y otra vez en medio de un hermetismo extraordinario para evitar que los colonizadores tuvieran noticias de las intenciones de los patriotas.
En una de aquellas reuniones le dieron a Perucho la misión de componer lo que se consideró entonces la Marsellesa Cubana, un himno con el cual defender el derecho de tener una patria libre y soberana.
A esa labor se dedicó Figueredo con mucha prontitud trabajando en la música de aquella música que desde su primera interpretación en la iglesia de Bayamo, suscitó las dudas de las autoridades españolas.
El Gobernador Udaeta mostró su inconformidad acerca de la explicación dada de que era una música religiosa, y tuvo razón el militar español pues cuando la ciudad cayó en manos de los patriotas escuchó aquellas notas.
Apresado por los insurgentes, Udaeta corroboró entonces que sin ser músico se pudo percatar de la intención bélica de la melodía concebida por el patriota bayamés.
Los bayameses, los cubanos tenemos bien justificado el hecho de homenajear a Perucho Figueredo en este año cuando se arriba al bicentenario de su natalicio en nuestra hermosa ciudad.
El rio de nuestra Villa, el aire, las plantas que la distinguen, llevan la impronta de ese patricio que nos enseñó, junto a otros prestigiosos bayameses, el camino de la redención, la libertar y la independencia.
Perucho Figueredo, nacido el 18 de febrero de 1818, junto a lo que es hoy la Plaza del Himno Nacional, donde estrenó la letra de la canción patria, sigue cabalgando en su caballo y en el pentagrama musical cubano.
Allí, en ese sagrado lugar que veneramos hoy y siempre, dio al mundo una muestra de lo que significa para un ser humano luchar por una causa justa aun en medio de tormentosas dificultades.
Ciertamente constituyó una epopeya el inicio de nuestras luchas por la libertad camino escogido para alcanzar la independencia del poderío militar español que tenía sumido en la esclavitud a los cubanos.
Dentro de ese panorama Perucho Figueredo fue figura clave para elevar los aires libertarios desde aquel momento en que formó parte del Comité Revolucionario que aglutinó a importantes y poderosos hacendados.
Desde aquel instante fundacional comenzó a trabajar con ahínco para el levantamiento que protagonizaría Céspedes en La Demajagua y que sería apoyado por los demás insurgentes.
Bayamo era un hervidero, los conspiradores se reunían una y otra vez en medio de un hermetismo extraordinario para evitar que los colonizadores tuvieran noticias de las intenciones de los patriotas.
En una de aquellas reuniones le dieron a Perucho la misión de componer lo que se consideró entonces la Marsellesa Cubana, un himno con el cual defender el derecho de tener una patria libre y soberana.
A esa labor se dedicó Figueredo con mucha prontitud trabajando en la música de aquella música que desde su primera interpretación en la iglesia de Bayamo, suscitó las dudas de las autoridades españolas.
El Gobernador Udaeta mostró su inconformidad acerca de la explicación dada de que era una música religiosa, y tuvo razón el militar español pues cuando la ciudad cayó en manos de los patriotas escuchó aquellas notas.
Apresado por los insurgentes, Udaeta corroboró entonces que sin ser músico se pudo percatar de la intención bélica de la melodía concebida por el patriota bayamés.
Los bayameses, los cubanos tenemos bien justificado el hecho de homenajear a Perucho Figueredo en este año cuando se arriba al bicentenario de su natalicio en nuestra hermosa ciudad.
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