Tenso
el rostro. Los músculos también. Las manos atrapando las barandas de la cama.
Fuerza, mucha, le pedían y el cabo de tanto esfuerzo, el llanto inundo el
recinto salió a los caminos, se disemino por la sabana.
El
grito, anunciando la llegada de un niño estremeció lo algodonales, los campos
de tabaco y las plantaciones de azúcar de Sabaneta, una localidad que pasaría de
aparentemente desconocida a hito universal.
La
madre no pensó jamás que estaba entregando al mundo a un ser humano que sería
trascendental en la historia local, latinoamericana y universal, que llegaría hasta
el infinito tras la huella de otro hombre inconmensurable.
Es
que los pueblos siembran en sus historias a paladines que blandiendo las armas
de la redención, alcanzan la gloria y desde el pináculo de esta se convierten
en sostenes de las más hermosas ideas populares.
Es
que un hombre de carne y hueso, digno, moral, dueño de la luz y de las
circunstancias ha quedado firmemente asociado a la justicia social, la que su
Maestro le inculco desde la cumbre de la honestidad.
Ese
hombre, venezolano autentico, de verbo elocuente y con filo, de tempestuosos
discursos y de mares de semejantes siguiendo sus palabras, cumple un año hoy de
haber ascendido a la tribuna de los inolvidables.
El, que no hizo nada para sí. El, que se entrego en cuerpo y espíritu para
acompañar a los pobres en ese camino de la liberación humana, que es también la
liberación de la esclavitud, permanece aquí y allá, en todos lados.
Sí, porque el viaja en las aguas de los ríos Boconó y Masparro,
camina en las planicies de los altos llanos occidentales y disfruta de los
bosques de su amada Sabaneta, cuna del hijo prodigo de Bolívar.
Es un prócer hacedor de sueños, porque lleva en sus venas la
sangre de Caupolicán, el ímpetu de Sandino, la audacia de Juárez, la impronta
de Martí, la ternura de Rigoberta Menchu
y la inteligencia de Mandela.
Hace hoy un año que el universo se inclino ante sus musas, esas
que llevo raudo, como raudo es el galope de los grandes que no pueden perder
tiempo ante los desafíos de la época que les toca vivir.
Queda en la memoria de los hombres dignos del planeta, el rostro
optimista, la sonrisa del convencido, la capacidad del invencible, que lucho
contra la muerte y la venció para inmortalizarse en los puños de su pueblo.
Ese es Chávez, dueño de aquel grito en Sabaneta, que llama hoy a
todos los seres humanos de su tierra y de todo el mundo, a conquistar el futuro
con alegría, sin dejar espacio para la tristeza.