Aquel
debió ser un día de los más hermosos en la ciudad de Bayamo, porque la historia
también premia a los que llegan a este mundo con el destino determinado por sus
acciones futuras.
Nadie
de los presentes en el momento del alumbramiento, ni la madre, ni el padre, ni
ningún otro miembro cercano de la familia podía saber que el niño recién
llegado ocuparía un sitio preponderante en la vida bayamesa.
Es
que los hombres vienen al mundo a ocupar el lugar que les corresponde, para
bien o para mal, pero cada cual asume el camino de la gloria o el de las
torceduras.
Para
suerte de Bayamo, aquel niño, ya hombre, decidió seguir por la senda de la luz
y no la de la oscuridad, por esa razón guardamos su nombre y su paso por la
vida como algo apreciado, inolvidable.
Provenía
de cuna de oro por lo que no tenía necesidad alguna para involucrarse en acciones
que le podrían acarrear disgustos y hasta rompimientos con su familia.
Pudo
más la estirpe, fue superior en fuerza el sentimiento de solidaridad hacia los
desfavorecidos y aunque se hizo abogado, músico, poeta y orador, se sumó a los
clamores patrios.
Desde
que abrió los ojos solo vio a negros y negras encadenados y sobre ellos el
estallido del látigo, que laceraba sus espaldas, dejándoles dolorosas huellas
que los marcarían para toda la vida.
Fue
mucho lo que hizo este bayamés, cuyo nombre se escucha en cualquier parte del
mundo, siendo uno de los orgullos de los nacidos en la ciudad que le vio nacer
el 28 de julio de 1819.
En
esa fecha nació Pedro Figueredo Cisneros, quien ocupa hoy uno de los venerables
sitios de la historia de Cuba por lo que aportó a la causa de la independencia
de la Isla.
Nadie
con bajas pasiones se entrega en cuerpo y alma a la lucha por la libertad de un
pueblo, todo lo contrario, Perucho ha dejado un
legado de fidelidad inolvidable y permanente entre nosotros.
El
abogado, músico, poeta, orador y posteriormente Mayor General del Ejército
Libertador, había participado en la toma de Bayamo luego de la cual, escribiría
la letra de nuestro Himno Nacional.
Quedó
para siempre en nuestra historia uno de los grandes hombres de 1868, secundando
a Carlos Manuel de Céspedes desde el levantamiento en La Demajagua.
El
patricio recibe el recuerdo eterno de su
pueblo.