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jueves, 23 de julio de 2015

LA HONRADEZ QUE NOS DEBE DISTINGUIR





¨¨No hay ser que tenga mas fuerza que el que obra con honradez., eso dice este pensamiento de José Larralde.

Es cierto, cuando la honradez está presente en todos los actos de los seres  humanos, la sociedad se engrandece,  y eso hace florecer la virtud y el respeto.

Nada más tranquilizante para un servidor público que dormir de manera plena sin deudas con la conciencia, seguro de haber obrado, al final de cada jornada con la transparencia que demanda un cargo administrativo.

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Y no solo ese funcionario, hombre o mujer, puede entregarse al sueño con la absoluta tranquilidad que debe tener una persona, la familia también disfruta de ese valor que la honestidad crea.

Ser honrado es impedir que otros caigan en la tentación de apropiarse de lo que no les corresponde utilizando subterfugios, engaños, porque todo eso puede convertirse en un infierno para la familia y la sociedad.

Se trata de que cada cual custodie los bienes estatales de una manera eficaz y eso también quiere decir poner todos los obstáculos posibles para que no se produzcan hechos de los que luego quiera arrepentirse.

El arrepentimiento que exprese alguien luego de cometer una fechoría supuestamente amparado por el cargo que ostenta solo tiene valor para aquel         que luego de delinquir urge de los sentimientos de lástima.

Un funcionario cualquiera en este o aquel centro laboral, tiene que cumplir con los deberes administrativos y con las obligaciones morales que ostenta por el cargo que desempeña.

Lo contrario significa adentrarse en el oscuro mundo de la corrupción que sí, puede proporcionar privilegios por encima de la inmensa mayoría de la población, pero al final la balanza de la justicia se hace sentir.

Cuando eso sucede entonces el encartado o los encartados inician una especie de mea culpa, que no los salvará de la aplicación de las leyes y de las justas condenas por los hechos cometidos.

En estos casos la familia, y volvemos a la familia, tiene la responsabilidad de velar y exigir que ese integrante del núcleo hogareño, no caiga en esos extremos vergonzosos no solo para el transgresor sino para todos.

Hay algunos de estos individuos, que puede ser su vecino, su amigo de la infancia, que comienzan a delinquir al apropiarse de la irrisoria suma de diez pesos diariamente, por ejemplo, de su unidad gastronómica.

Pero al no suceder nada, entonces la codicia incrementa el vicio y entonces no serán diez, ni veinte, serán miles cada mes, cada año por lo que ese supuesto funcionario ya habrá perdido la moral y la vergüenza.

Una de las peores cosas que puede pasar y de hecho han pasado es que en ese actuar el corrupto involucra a otros bajo la falsa creencia de que todo estará bajo control y que las pesquisas no descubrirán el fraude.

En una sociedad como la nuestra no tienen cabida los que pretendan vivir de manera privilegiada a partir del saqueo del esfuerzo del pueblo, que condena a todo aquel que intente lesionar la honradez y la dignidad.