Eduardo Mora Basart
En la actualidad, los ucranianos se
desentienden de grupos políticos que nunca han respondido a sus
expectativas. Como sentenció Zbigniew Brezezinski en la obra El gran tablero de ajedrez:
“Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio en Eurasia”. Los hilos de
las llamadas revoluciones de color fueron movidos por Estados Unidos,
maniobras vertebradas según la obra del politólogo estadounidense Gene Sharp -bautizado como el “Maquiavelo de la no violencia” – De la Dictadura a la Democracia.
La
arremetida de alrededor de dos mil manifestantes contra el parlamento
ucraniano -soportada a duras penas por las fuerzas antimotines allí
emplazadas – es la respuesta a las políticas de ajuste exigidas por el
Fondo Monetario Internacional (FMI) para enfrentar el
déficit fiscal de un país donde el Producto Interno Bruto (PIB) sufrió
estrepitosas caídas desde un 30 hasta un 15,1 % en el período 2008 –
2009. El pasado mes de julio miles de personas también se lanzaron a
las calles, exigiendo el cese de una reforma fiscal que afectó las
pensiones de los veteranos de Afganistán y de los voluntarios de
Chernóbil, además de elevar la edad de jubilación –de 55 a 60 años en
las mujeres -, en medio de un descenso de la esperanza de vida -68 años
en la actualidad -, y un decrecimiento promedio anual de su población de
400 mil personas. Según datos de la coordinadora de Naciones Unidas en
la ex república soviética, Ruken Tekes Calikusu, más del 40% de los
ucranianos son indigentes –una de cada tres familias – y un 14,7% de
ellos vive en una situación de extrema pobreza. Las pensiones y los
salarios son los más bajos de Europa, mientras los precios experimentan
un constante aumento.
En Europa, después de un evidente
agotamiento, el paradigma neoliberal pretende ser revivido, como garante
para la salida de una crisis que se expande de forma epidémica. Durante
la recién finalizada Cumbre del G – 20 en Cannes,
la presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner aseguró:
“Vivimos en medio de un anarco capitalismo financiero total, donde nadie
controla a nadie”, y donde el FMI es propugnado por los centros de
poder como la gran esperanza a corto plazo. El viejo continente
constituye el nuevo escenario para sus incursiones depredadoras,
arremetiendo contra Hungría, Letonia, Rumania, Moldavia, Italia, Grecia,
Islandia o la propia Ucrania, carcomidas por las mismas recetas
neoliberales impuestas a los países del sur después de la crisis de 1982
y que llevaron al abismo a la economía mundial.
Las llamadas “revoluciones de colores”
fueron diseñadas y apoyadas por Estados Unidos para desencadenar un
viraje hacia la Unión Europa y debilitar la influencia rusa en la
región. La obra “De la Dictadura a la Democracia” del politólogo
estadounidense Gene Sharp – el “Maquiavelo de la no violencia” – les
sirvió de plataforma. La “Revolución Naranja” – Ucrania 2004 – depuso
al Gobierno constitucional de Víctor Yanukóvich, golpe rechazado cinco años después por el pueblo ucraniano. Viktor Yushchenko
se convirtió en el hombre de occidente (1). Si analizamos sus fondos de
campaña, el 60 % – 16 millones -, provenían del Banco Mundial, La
Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID), El Departamento de Estado, The National Endowment for Democracy y La Fundación Vidrodzhenia (Renacimiento), patrocinada por el multimillonario Georges Soros.
El show electoral llegó a extremos de acusar a la oposición de intentar
envenenar a Yúschenko, algo cuya falsedad fue demostrada. El diario
ruso Izvestya apuntó: “La imagen de mártir de Yúschenko se
impone a la sociedad con fines exclusivamente electorales [...] Lo
indicativo es que la investigación terminó vísperas de la promulgación
de un programa electoral de su autoría” (2)
Durante su mandato Yuschenko se trazó dos objetivos claves: el ingreso a la OTAN
–aunque sólo contaba con el apoyo del 20 % de los ucranianos – y
desarrollar una furibunda escalada contra Rusia. Para contribuir a ello
ofreció a Ucrania para crear un escudo antimisiles, suministró – a
instancias del Pentágono – armamento a Georgia para su enfrentamiento a
Rusia en agosto de 2008, provocó interminables “guerras del gas”
interrumpiendo su paso desde Ucrania hasta Europa, intentó expulsar a la
flota rusa ubicada en la base de Sebastopol – Crimea – del Mar Negro,
aún cuando ambos países tenían rubricado un contrato hasta el 2017. Una
de las estrategias de occidente fue la conformación de un bloque entre
Georgia – Revolución de las rosas 2003-, Ucrania –Revolución naranja
2004 -, Azerbaiyán y Moldova – Revolución Twitter 2009 (fracasó) – que
posibilitara articular un corredor para la transportación del gas, desde
el Mar Caspio hasta Europa excluyendo a Rusia. Durante el gobierno de
Víctor Yuschenko y Yulia Timoshenko –catalizadores en la implantación de
las recetas neoliberales – se acentuó la corrupción, el descontento,
la lucha por el poder entre los grupos oligárquicos y la apatía
política. Las opiniones positivas sobre la transición del unipartidismo
al multipartidismo – según Pew Research International – han disminuido
desde un 72% en 1991 hasta un 30 % en la actualidad.
La llegada del actual presidente Víctor
Yanukóvich al poder significó para muchos analistas el colapso de la
geopolítica de la postguerra fría en la región, al derrotar al “cerebro
de la revolución naranja” –– Yushchenko – y a su entonces aliada – en
este momento enemiga – la primera ministra Yulia Tymoshenko. En pleno
mandato de Yushchenko las presiones de Estados Unidos sobre la Unión
Europea habían sido insatisfactorias. La UE se opuso en la reunión
Cumbre de Budapest -3 de abril del 2008 – a la entrada de Ucrania y
Georgia en la OTAN. La propuesta fue rechazada por Alemania, Francia,
España, Italia, Bélgica, Los Países Bajos y Luxemburgo. La relación
bilateral UE-Ucrania y la conclusión del acuerdo de asociación – a
aprobarse en diciembre – fueron cuestionadas, objetando la sentencia
impuesta a la primera ministra Yulia Tymoshenko – juzgada y condenada a
siete años de prisión por los contratos gasíferos con Rusia – quien es
la principal carta de occidente en el escenario ucraniano actual.
El Fondo Monetario Internacional aprobó
una ayuda para Ucrania en el 2008 de 16400 millones de dólares. La
organización financiera internacional suspendió las entregas en 2009,
siendo la última en julio de ese año. El entonces Director General del
Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss – Kahn vetó la entrega
de la “ayuda” al aprobarse un aumento salarial del 20 % por el entonces
presidente Viktor Yushchenko. Para Strauss – Kahn, fueron violados los
objetivos fijados por el FMI, que exigían presupuestos austeros y la
privatización de los servicios públicos, medidas que constituyeron
catalizadores de la debacle financiera en los países del este.
La situación económica de Ucrania se
torna grave, con un déficit del fondo de pensiones de 65.000 millones
de grivnas – alrededor de 8105 millones de dólares. Las bajas tarifas de
los servicios comunales – orgullo para las autoridades del país –
llevaron al colapso, y en la actualidad, el gobierno enfrenta la
necesidad de un aumento significativo de ellas. El precio de la
electricidad en los hogares ucranianos subió un 139% – un 100% en enero y
un 39% adicional en agosto de 2011-, mientras el FMI presiona para que
se eleve el precio del gas –ya fue aumentado en un 20 % el 1 de
septiembre del 2009 – hasta un 50 %. Realiza además grandes presiones
sobre el gobierno para que la fábrica química de fertilizantes de
Odessa sea privatizada, aún cuando tiene una importancia estratégica
para ese país, al igual que el sector bancario.
En medio de la actual crisis económica,
las promesas de la vieja Europa siguen siendo incumplidas y las recetas
del FMI sólo acentúan la dependencia a esa organización financiera
internacional. El primer ministro de Ucrania Serguei Tiguipko, en
entrevista concedida el pasado 18 de octubre al diario Día
señaló, que si Ucrania sigue recibiendo de la Unión Europea señales
inequívocas y negativas, aumentaría la posibilidad de que se reoriente
junto con Rusia, Kazajstán y Bielorrusia hacia la Unión Aduanera, base
de una futura Unión Euroasiática. Muchos se preguntan: ¿Se unirá Kiev a
Moscú, o Bruselas le abrirá las puertas a la Unión Europea?
Los actuales modelos económicos – de
evidente tendencia asimétrica – vuelven a centrarse en las políticas
neoliberales que transitan desde posiciones reformistas a un
contrarreformismo sustentado en las mismas recetas de endeudamiento,
recortes sociales, privatizaciones – ahora con mayor énfasis en el
sector bancario – diseñadas por el 1% pero que descansarán sobre los
hombros del 99 %. Como legó Thomas Hobbes, la libertad sólo es admisible
en el capitalismo mientras no se oponga a la consecución de los
intereses del capital cuyos hilos manejan el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional, las tristemente célebres instituciones de
Bretton Woods, cuyas políticas de “armonización monetaria y cambiaria”
mantienen entre la espada y la pared a naciones como Ucrania.
Notas:1. Su esposa Khaterine Chumachenko – estadouniense de origen ucraniana – trabajó en el Departamento de Estado y en la Casa Blanca.
2. Ver artículo completo en “Yushchenko no fue envenenado” http://actualidad.rt.com
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