Cual hechicero dotado de las armas de la seducción, su voz de juglar cautivó a los presentes.
Un torrente de palabras enfundadas en la inspiración de sus musas atrapó el espacio de la sala que lo recibió como a un gladiador envuelto en la aureola de su triunfo.
Utilizó las metáforas que lo distinguen para animar las almas de quienes lo acompañaban en noche de luna en cuarto creciente.
Su canto nacido entre el olor del guarapo extraído de las cañas y el pitazo de los trenes, inundó con hermosa poesía los recónditos sitios del sentimiento.
Canciones para enaltecer al hombre, canciones que explican la diversidad de amores, canciones que llaman a la esperanza surgieron de su voz, a veces queda a veces más alta, pero siempre auténtica.
Todo fue conexión y embrujo, todo fue canto y música, todo fue como el agua que pasa a torrentes por el cauce, indetenible, arrasando con lo feo que pueda presentarse en el camino a la felicidad.
Así fue esa noche en la que hubo palabras hermosas. Nostálgicas palabras que nos llevaron con la música a sus ancestros, a los que no olvida, a los que no pierde porque la guitarra lo lleva hasta las mismas raíces, impidiendo que la ceguera encuentre puerto en su mente.
Sentado en la humildad de los grandes paseó por el escenario, dueño absoluto del recinto, rodeado de las sonoridades que le han inaugurado una faceta que lo hace transitar a través de las notas musicales por las diferentes culturas que lo han abrigado.
Raúl atrapó los espacios cual torre de vigía con la luz necesaria para iluminar los candiles de la vida. Esos candiles de nieve que se derriten con la brisa fresca del Caribe para parir el sol que baña su destino y lo lleva en las alas de una mariposa, a fundar un nuevo horizonte.
Un torrente de palabras enfundadas en la inspiración de sus musas atrapó el espacio de la sala que lo recibió como a un gladiador envuelto en la aureola de su triunfo.
Utilizó las metáforas que lo distinguen para animar las almas de quienes lo acompañaban en noche de luna en cuarto creciente.
Su canto nacido entre el olor del guarapo extraído de las cañas y el pitazo de los trenes, inundó con hermosa poesía los recónditos sitios del sentimiento.
Canciones para enaltecer al hombre, canciones que explican la diversidad de amores, canciones que llaman a la esperanza surgieron de su voz, a veces queda a veces más alta, pero siempre auténtica.
Todo fue conexión y embrujo, todo fue canto y música, todo fue como el agua que pasa a torrentes por el cauce, indetenible, arrasando con lo feo que pueda presentarse en el camino a la felicidad.
Así fue esa noche en la que hubo palabras hermosas. Nostálgicas palabras que nos llevaron con la música a sus ancestros, a los que no olvida, a los que no pierde porque la guitarra lo lleva hasta las mismas raíces, impidiendo que la ceguera encuentre puerto en su mente.
Sentado en la humildad de los grandes paseó por el escenario, dueño absoluto del recinto, rodeado de las sonoridades que le han inaugurado una faceta que lo hace transitar a través de las notas musicales por las diferentes culturas que lo han abrigado.
Raúl atrapó los espacios cual torre de vigía con la luz necesaria para iluminar los candiles de la vida. Esos candiles de nieve que se derriten con la brisa fresca del Caribe para parir el sol que baña su destino y lo lleva en las alas de una mariposa, a fundar un nuevo horizonte.