Mientras Paloma acercaba sus vientos para herir a la Isla tan castigada por la naturaleza, una voz, como aleteo de mariposa fecunda, inundaba de buen gusto el recinto, erigiéndose como valladar ante el inminente peligro.
La bella mujer cantó con tanto vuelo, que pudo haberlo hecho sin el formidable acompañamiento que tuvo, salido de talentosas manos, que nos hicieron viajar por ese mundo mágico de la música, en un frenesí que hizo mas dulces nuestras almas.
Tensión, nervios en franco movimiento, quedaron reducidos a la nada. Un público, quizás inesperado por ella, le devolvió la calma a sus angustias y entonces le brilló el sol con el que iluminó a todos los presentes.
Fue una de esas noches en la que el arte alcanzó el esplendor de lo auténtico, llevándonos por los insospechados vericuetos que solo el espíritu hecho música puede engendrar.
Cálida la presencia en el escenario. Sobria. Sin estridencias. Sin lentejuelas. Solo sonido y voz, luces y amor, aplausos y recuerdos colmaron el teatro, que abrió sus puertas para registrar un hecho ya inolvidable.
Hermosa presentación de una artista que por esas cosas de la vida jamás pensó iniciar esa trayectoria, que de cerca le llegaba, pero que al mismo tiempo le imprime su impronta para felicidad de quienes apreciamos su manera de expresar.
Las palabras sirven en la medida en que expresen la veracidad de los hechos. En esta ocasión esas palabras, esos hechos, plasmados en una actuación memorable, cobran fuerza y dimensión, cobran prestigio y altura.
Anoche, una vez más, la música, la poesía, el talento y una voz respetable y hermosa, nos hicieron crecer, nos hicieron llorar, nos hicieron mejores personas.
He ahí el éxito de ese concierto en el Teatro Bayamo, en el que Lynn Milanés, despojada de prejuicios y ataviada con luz propia, se nos mostró tal cual es, manifestando con su actuación que si se parece a alguien es a ella misma.
Autor: David Rodriguez
La bella mujer cantó con tanto vuelo, que pudo haberlo hecho sin el formidable acompañamiento que tuvo, salido de talentosas manos, que nos hicieron viajar por ese mundo mágico de la música, en un frenesí que hizo mas dulces nuestras almas.
Tensión, nervios en franco movimiento, quedaron reducidos a la nada. Un público, quizás inesperado por ella, le devolvió la calma a sus angustias y entonces le brilló el sol con el que iluminó a todos los presentes.
Fue una de esas noches en la que el arte alcanzó el esplendor de lo auténtico, llevándonos por los insospechados vericuetos que solo el espíritu hecho música puede engendrar.
Cálida la presencia en el escenario. Sobria. Sin estridencias. Sin lentejuelas. Solo sonido y voz, luces y amor, aplausos y recuerdos colmaron el teatro, que abrió sus puertas para registrar un hecho ya inolvidable.
Hermosa presentación de una artista que por esas cosas de la vida jamás pensó iniciar esa trayectoria, que de cerca le llegaba, pero que al mismo tiempo le imprime su impronta para felicidad de quienes apreciamos su manera de expresar.
Las palabras sirven en la medida en que expresen la veracidad de los hechos. En esta ocasión esas palabras, esos hechos, plasmados en una actuación memorable, cobran fuerza y dimensión, cobran prestigio y altura.
Anoche, una vez más, la música, la poesía, el talento y una voz respetable y hermosa, nos hicieron crecer, nos hicieron llorar, nos hicieron mejores personas.
He ahí el éxito de ese concierto en el Teatro Bayamo, en el que Lynn Milanés, despojada de prejuicios y ataviada con luz propia, se nos mostró tal cual es, manifestando con su actuación que si se parece a alguien es a ella misma.
Autor: David Rodriguez