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sábado, 29 de marzo de 2014

LA CRONICA QUE NO HUBIESE QUERIDO ESCRIBIR



La vida debiera destronar a la muerte. La vida debiera quitarnos esa pesadilla perenne, que como Espada de Damocles nos persigue y al final gana la partida.

Pero el hecho de ser real esa cruel persecución, no nos debe despojar del amor al amanecer, del amor a lo bello, del amor a lo que como seres humanos hemos construido.








Y a veces la mañana nos sorprende, como hoy, con noticias desgarradoras, que nos sumen en una tristeza descomunal, que nos estremecen de manera tal que parece que el sol se va a apagar.

Precisamente es eso, uno sol que nos abandona sin consultarnos, sin pedirnos permiso para partir e incrustarse de manera definitiva en nuestros más hondos sentimientos.

Ahora tengo muchas dudas porque me pregunto una y otra vez, y quien me cantara en las noches bayamesas con esa ternura que sembró en nosotros?




Quien me llevara por los caminos de la felicidad a través de la música para apaciguar mis emociones?



Quien me traerá con su voz la felicidad la tranquilidad para mis desvelos?

La muerte, ese engendro inevitable de la vida, acaba de arrebatarnos a un soñador imprescindible, a un hombre que tejió a través de su garganta las más fieles amistades.

Y se lleva el agua del rio que tanto abrazo, se lleva el cascabelear de sus aguas y también se lleva todos los olores de su pueblo que tanto lo quiso y que jamás lo olvidara.

Ha partido Ángel Labrada, el amigo, el hombre, el cubano que compartió con nosotros las alegrías y los avatares, los momentos de felicidad que siempre estampo con su sonrisa.

Se nos ha ido y no lo queremos creer, se nos ha ido y nos ha dejado sin su abrigo, sin sus palabras, sin la mas mínima posibilidad de compartir en los espacios donde de manera indiscutible era el rey.

Se nos ha ido Ángel Labrada y con él se ha llevado una parte de nuestras almas, esas que siempre lo arroparon, esas mismas almas que lo aplaudimos siempre en cualquier espacio.

Con el corazón quebrantado lo despedimos. Con el corazón hecho mil pedazos le damos el ultimo adiós, sabiendo que nos encontraremos en cualquier recodo del camino.