MAFIA ALBANESA
ALIANA NIEVES QUESADA
Sigilosos encapuchados recorren Europa en busca de riquezas. La forma de obtenerlas deja a todos perplejos. Son pertenencias ajenas que terminan en manos de alguien que las anhelaba tanto como sus dueños originales, pero que no podría haberlas conseguido de otra manera. Los lugares del delito nada tienen que ver con el bosque de Sherwood, ni los ejecutantes son defensores de pobres y oprimidos. De hecho ganan jugosas sumas con este negocio. Provienen en su mayoría de un pequeño país ubicado en los Balcanes, con poco más de tres millones de habitantes, hacia donde quizás nadie giraría la vista de no ser por su tristemente célebre red mafiosa.
Banderas
albanesas ondean en una muestra de automóviles de lujo.
En Albania se cuece gran parte del tráfico humano y de órganos de Europa, y sus bandas de extorsionadores y de traficantes de artículos robados en el extranjero constituyen un quebradero de cabeza para las fuerzas del orden. Incluso se estima que si la policía albanesa tuviera tiempo y autoridad para controlar los números de motor de los carros de lujo que circulan por el país, es muy probable que les encuentren dueño en alguna ciudad alemana, francesa, italiana o española.
Hace poco más de 20 años, en esta pequeña nación con costas al Mar Adriático, las carencias materiales eran notables. Con la desaparición de los gobiernos socialistas en Europa, no tardó en llegar a la nación la tan venerada libertad democrática occidental y con ella una enorme anarquía que no se logra superar.
Refiere el experto ruso Misha Glenny que Albania se hundió a la vez que se hundieron los mercados del Este de Europa en los que tenía algunas exportaciones cruciales, como los cítricos. Trató entonces de vender sus naranjas y limones a Europa Occidental, pero no pudo porque la Política Común protege a los cultivadores de Portugal, España, Italia y Grecia. No logró competir con estos subsidios y muchos de los campesinos destruyeron sus cultivos de cítricos y plantaron cannabis a cambio, y lo venden en cantidades industriales. Mientras se produjo la transición, el crimen organizado trabajó rápido y desarrolló un sistema global que representa una economía alternativa.
Muchos lamentan que hoy en Albania la única autoridad la constituyen la Policía y el Ejército, que apenas logran mantener el orden. En los barrios de Tirana, la capital, nadie puede garantizar la seguridad. Las bandas de delincuentes se disputan a la fuerza sus zonas de influencia y la única profesión pensable para muchos jóvenes parece ser la de traficante, no importa la mercancía.
Pero el tráfico humano y de órganos suele ser el más dramático. Tanto, que el gobierno albanés se vio obligado a prohibir el uso de lanchas rápidas para tratar de frenar el flujo de personas hacia Italia principalmente, donde, una vez en tierra, muchas mujeres y niños son obligados a prostituirse y mendigar.
La guerra de Kosovo, entre 1998 y 1999, impulsó fuertemente este fenómeno, especialmente en las mafias del norte y en las albano-kosovares. Estas bandas armadas, bajo pretexto de la lucha patriótica, funcionan como ejércitos privados financiados por la extorsión y el contrabando.
Tanto es así, que el Parlamento albanés aprobó recientemente una ley especial que permite a la Unión Europea investigar una presunta red de tráfico de órganos de prisioneros serbios que habría funcionado en Albania a finales de los años noventa.
Según Dick Marty, exrelator suizo del Consejo de Europa, antiguos líderes de la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo, que luchó contra Serbia en el conflicto armado, secuestraron a serbios y albaneses para luego llevarlos a centros secretos de detención en Albania. A los detenidos se les habría extraído órganos vitales en una clínica privada con el objetivo de venderlos en el mercado ilegal internacional.
En un documento del Consejo de Europa se detalla que los albaneses separatistas alimentaban a los cautivos para luego asesinarlos y vender sus órganos al exterior a más de 100 mil dólares cada uno, con la complicidad de la policía y los servicios de Inteligencia.
"La extensión de lo que llamo la economía en la sombra, en la que las organizaciones criminales de todo el mundo tienen un papel esencial, es más grande que nunca, sobre todo después de la desaparición del Campo Socialista y como consecuencia de la globalización, que es la edad de oro de la mafia", concluye el periodista ruso Misha Glenny.