Los hombres que fundan nacen todos los días.
La mañana abrió muy hermosa. La casa de todos los cubanos resplandecía.
El recuerdo se hizo presente cuando hombres, mujeres y niños de la Numancia de Cuba, en apretado haz, se congregaron en el sitio sagrado para besar la mano del Padre de la Patria.
Momento enaltecedor dedicado a quien todo lo dio para que el sol tuviera la libertad de entregarnos sus luces, sin grilletes, ni látigos, sin otra bandera que no fuera la nuestra, con la convicción que la justicia implantara sus reales.
No hay cubano digno que no ame a Céspedes. Aquel que no lo reconozca en toda su grandeza, debe ser despojado del gentilicio que desde La Demajagua nos conquistó para siempre.
Y es que el prócer mostró el camino de la dignidad al pueblo, que atesora sus enseñanzas como legado insoslayable para seguir sosteniendo el estandarte de la honra que también tiene su nombre.
En su Casa de Bayamo, nuestro Himno Nacional se cantó hoy con la hidalguía de aquel 20 de octubre y se escuchó La Bayamesa , con la misma ternura del instante en que Luz Vázquez recibió la serenata que estremeció su corazón de mujer enamorada.
Es que en Céspedes se logra la maravillosa conjunción del héroe y el artista, manifestaciones que distinguen el nacimiento de una nación porque pólvora y verso, marcharon juntos por la manigua de la redención y la gloria.
Hace 192 años que nació el Padre de la Patria y que orgullo poder cantarle, decirle, amarle, en un país que desde aquella otra mañana del primero de enero de mil 959, se vistió con los colores de la independencia para no perderlos jamás.