Jean-Guy Allard
Al identificar al individuo que 12 de sus agentes acribillaron de balas, la policía de Miami Beach se apuró en indicar que encontró un arma de fuego en su vehículo. Y la prensa local reflejo de inmediato este detalle en sus titulares ya que, en la mentalidad local, eñl hecho justifica la ejecución del “sospechoso”, un afroamericano de 22 años.
Raymond Herisse, de 22 años y residente del condado Palm Beach, de quien la policía aseguró y repitió que tiene “un historial de delitos graves” que “incluye tráfico de narcóticos” circulaba en un vehiculo Hyundai, en el reparto turístico de South Beach para participar en el evento Urban Beach Week, una popular fiesta “hip hop” anual.
Carlos Noriega, el jefe de la policía de Miami Beach, declaró abiertamente que el descubrimiento de la pistola Beretta 92-F semiautomática es una "excelente noticia" en relación con el incidente, en el que 12 agentes de policías abalearon a Herisse y causaron heridas a cuatro personas más.
Extrañadamente, la policía tomó varios días en encontrar la pistola “porque estaba escondida”, según Noriega. Algo bastante raro en una zona donde las historias de “armas plantadas por la policía” en sido objeto de muchas controversias e incluso de condena de patrulleros asesinos ante los tribunales.
El tiroteo empezó en Hialeah, en una parada de tránsito de la policía. Cuenta Noriega que Herisse “golpeó a uno de los
agentes con su auto” y luego “casi” golpea a otros cuatros, al chocar contra barricadas y carros.
Herisse aceleró hacia el sur de la Avenida Collins en medio del tiroteo y se detuvo después de cuatro balazos, reportan tesrtigos.
Luego ocurre la ejecución digna de una película del Far-West: doce agentes
rodearon el carro “con sus armas desenfundadas” y “descargaron balazos dentro del auto”.
Según la prensa local, “Noriega dijo que los investigadores creen que una docena de agentes dispararon con sus armas”. Ocho agentes eran de Miami Beach y cuatro de Hialeah.
Unica voz en contradecir el discurso racista de las autoridades, la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU) reclama una investigación independiente sobre este caso.
Las historias de ejecuciones de sospechosos afroamericanos siempre han sido frecuentes en Miami que tiene un importante historial de incidentes racistas e incluso de sangrientos motines en sus barrios segregados.
En enero último, en la noche del Año Nuevo, Lynn Weatherspoon, un hombre de 27 años fue muerto a tiros por una patrulla SWAT en el barrio de Overtown.
Weatherspoon era la sexta víctima de intervenciones de la policía en menos de un año en esta zona cuyos residentes protestan sin que la prensa internacional, tan propensa a formar escándalos en otras partes del mundo, se interese a su trágica situación.
En el 2010, agentes de la policía de Miami mataron a cinco otras personas.
En julio, la policía de Miami murió DeCarlos Moore, y un portavoz del sindicato de la policía dijo entonces que los oficiales pensaron equivocadamente que las gafas de sol de Moore eran un arma de fuego.
Tres muertes a tiros a mano de la policía ocurrieron en el solo mes de agosto: el 11 de agosto, murió Joeell Lee Johnson, un menor de 16 años, baleado en una supuesta operación contra robos; el 14 de agosto, Gibson Junior Belizaire, de 21 años, murió a tiros en un tiroteo con agentes en relación con una pelea familiar; el 20 de agosto, Tarnorris Tyrell Gaye, de 19 años, fue ejecutado cuando, según la policía, apuntó a oficiales “con una escopeta mientras montaba bicicleta”.
Todos eran de raza negra.
Todo esto en el país que predica los derechos humanos en cada país e inventa “mártires” mediaticos donde le conviene, según sus intereses imperiales.