A
casi doscientos años de su primer grito el 18 de abril de 1819, Carlos Manuel
de Céspedes continúa acompañándonos desde la montura de su caballo con su
revólver envuelto en la poesía del independentismo.
Qué
honra para los bayameses contar con el privilegio de haber acogido en su seno a tan altísima figura de
nuestra historia, Padre de la Nación Cubana, arquitecto de la libertad y el anti
esclavismo.
En
su ser no cabían los egoísmos pues una persona con esos negativos sentimientos
sería incapaz de echarse al hombro a un pueblo para llevarlo a la gloria que
significa alcanzar la soberanía y la independencia.
A
pesar de que las contradicciones lo llevaron al martirologio, Céspedes cayó en
combate aquel nefasto día en San Lorenzo con el corazón destrozado, pero
carente de odios.
Tan
grande fue el Padre de la Patria que aceptó sin reclamo lo que algunos le
exigieron en ese instante supremo de su vida, y marchó hacia el lejano, agreste
pero hermoso sitio donde el sol le vio perder la vida.
Lo
recordamos con alegría y dolor, al parecer algo contradictorio, porque para
cualquier pueblo tener a un hombre de su estatura moral es motivo para la
satisfacción, pero la circunstancia de su partida hiere aún.
Aquel
que brilló en la Demajagua, que convocó a los esclavos, ya hombres libres, para
que se sumaran a los esfuerzos de la nación, cansada de tanta opresión y
ultraje por la presencia peninsular.
El
gallardo hijo de Bayamo, el viril cubano, luz en la oscuridad de aquellos
tiempos y extraordinario político, anda aún por todos los senderos, por los
cañaverales, por las calles, montado en un verso cargado de amor.
Nunca
estará en el olvido, los bayameses, los cubanos, jamás borrarán su nombre de
las montañas, de las playas, de los montes, mucho menos de ese sentimiento que
hoy se enarbola como bandera inclaudicable.
Carlos
Manuel de Céspedes cumpliría 196 años este sábado 18 de abril de 2015, a cuatro
años de su bicentenario, recibe merecidamente el homenaje de su pueblo.
El
Padre de la Patria cabalga con los cubanos, atraviesa ríos y arroyos, sube
montañas, disemina optimismo, pasión, compromiso, justicia, por lo que sigue
siendo paradigma para nuestro país, libre y soberano.
Aquel
grito que al nacer dejó escuchar fue la premonición de aquel otro, 49 años
después que de manera definitiva lo encumbró en lo más alto del sagrado sitio
de la patria.