Le quedan pocas horas al año 2018 y en estos momentos afloran recuerdos que la nostalgia no trae a la memoria, para que no olvidemos momentos y a seres humanos que nos hecho felices.
En este instante se recuerda a un músico de altos quilates que dejó para siempre su impronta en el pentagrama y en la memoria popular porque vivió para la música a la que aportó sus conocimientos.
Ese músico del que estamos hablando realizó una extensa carrera profesional, siempre trabajando con alegría y respetando a sus subordinados en las bandas del Ejército Oriental y en la de Bayamo.
Salvador Alarcón Rodríguez, Salvita, recordado no solo por los integrantes de esas prestigiosas agrupaciones, sino por todo aquel que tuvo el privilegio de verlo dirigir con la maestría de los grandes.
Su deceso, hace poco más de diez años, la música asumió con tristeza su partida, las metáforas de la vida nos ofrecieron la imagen de quien regaló su alma a todos los que pudimos apreciar y disfrutar de su talento.
Bayamo tiene una razón adicional para sentir orgullo como pueblo, pues una de sus entrañables personalidades dio el último giro a su batuta, dibujando en el aire la más hermosa expresión lírica.
Salvita sabía extraerle a los músicos la más fuerte contundencia a los instrumentos haciendo que ellos construyeran las más hermosas notas impactando con ternura en los espectadores.
Los hombres como Salvita, que escriben la historia, que la enriquecen, que la fundan, que nunca se nos van de la cercanía, son referentes ineludibles en el largo camino de nuestra vida.
No puede ser olvidado él, fundador, porque los fundadores no se funden en el olvido al contrario, su figura se levanta, como esculpida en bronce por el amor que derrochó en tierra que tanto amó.
Cuántas alegrías sembró en nosotros este juglar de la música?
Cuántas veces, interpretando nuestro Himno Nacional nos conminó a cantarlo con vigor, con orgullo, con hidalguía?
Su semilla anda por todo el país, y por otros lares, su cátedra ilumina los más oscuros sitios, la música que nos entregó es como un sol de notas que con su partida no podrá morir.
Porque los que crean, los que aman, los que defienden nuestra idiosincrasia como él, se convierten en astros con tanta intensidad en su luz, como la más radiante nota de una trompeta.
Un triste día de octubre, partió Salvita para alojarse en nuestras almas, quien desde la pasión por lo bello, arrancó las más hermosas melodías, para adentrarlas en la conciencia de los bayameses.