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sábado, 27 de noviembre de 2010

LEO BROUWER: LA ESPIRAL DE UN REVOLUCIONARIO CREADOR

Por Pedro de la Hoz

Cuando doce años atrás se reconocía por primera vez a un creador con el Premio Iberoamericano de Música Tomás Luis de Victoria, iniciativa de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) con idéntica jerarquía en ese campo al Cervantes para los escritores, Leo Brouwer estaba allí, en Madrid, frente a la orquesta, para rendir justo tributo a quien lo mereció entonces, su compatriota Harold Gramatges.

Este último jueves fue el propio Leo quien ocupó el trono. Meses atrás, al darse a conocer la decisión, el dictamen estableció el mérito sobre la base "de su relevante carrera internacional y la proyección de la música iberoamericana a una dimensión universal", noción ampliada en el elogio pronunciado por la doctora Victoria Eli, al valorar "su trayectoria como compositor, guitarrista, director de orquesta y profesor, y su aportación al repertorio y técnica de la guitarra, basada en la síntesis entre la danza autóctona y las corrientes más renovadoras".

El presidente del Consejo de Dirección de la SGAE, Teddy Bautista, al imponer al cubano la insignia de oro de la institución, afirmó que a todos "nos enriquece contar como socio a Brouwer, porque además de ser un excepcional artista, es de los más interpretados en todo el mundo".

Más allá de las palabras, el acto adquirió una significación mucho más profunda, al reconocer un paradigma del creador comprometido con su época, con su cultura y con su propia creación.

Desde que en la adolescencia, a mediados de los años cincuenta, Leo, como él mismo ha confesado, se enamoró de la guitarra, no solo pactaba un compromiso con el instrumento que quizás como ningún otro tiende puentes de unidad en las culturas iberoamericanas, sino con la necesidad de ensanchar la experiencia estética a partir de un enfoque auténticamente revolucionario.

Obviamente ello se ha hecho mucho más audible y visible en el ámbito de la guitarra, donde resulta legítimo hablar de la historia del instrumento antes y después de Brouwer.

No hay guitarrista que se respete, en los cuatro puntos cardinales, que le pase por la mente siquiera la sombra de excluir de su repertorio una obra del maestro. No hay academia que deje de considerar los Estudios sencillos como piedra angular en el aprendizaje de la manera de articular técnica y expresión. Y si se quiere dar el salto de las obras mayores de Castelnuovo-Tedescoi, Rodrigo y Villa-Lobos, hay que aventurarse con los conciertos de Lieja o Toronto, con el Elegiaco o el de Helsinki.

Pero con mucho, su legado rebasa el instrumento de seis cuerdas. En su largo, intenso y fecundo ejercicio como compositor, director de orquesta y promotor, Leo ha logrado en gran medida resolver diversos conflictos que debido a las formas de realización y circulación de la producción sonora todavía aparentan ser inalterables: las barreras entre tradición e innovación, el antagonismo entre elaboración intelectual y prospección emocional, los distingos entre identidad nacional y alcance universal, los compartimentos estancos entre las diferentes manifestaciones artísticas y las divisiones entre músicas cultas y populares.
Elocuentes testimonios de dichos aportes se hallan en un catálogo pródigo en aciertos camelísticos y revelaciones orquestales, en sus sonatas para instrumentos solistas, en su trabajo para el cine, en su vinculación al Teatro Musical de La Habana y el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. El genio y el ingenio de Leo saltan por donde menos se imagina: en el delicioso Son Mercedes que desde el Orfeón Santiago ha pasado a numerosas agrupaciones corales, o en el lamentablemente desaparecido tema de apertura y cierre del Noticiero Nacional de Televisión.

Tal vez la mejor definición del creador se halle en el título de una de sus más reconocidas obras para la guitarra: Leo Brouwer no ha dejado de ascender en la espiral eterna.

Tomado de Cambios en Cuba

REFLEXIONES DE FIDEL. HAITÍ. EL SUDESARROLLO Y EL GENOCIDIO

Hace solo unos meses, el 26 de julio de 2010, Lucius Walker, líder de la organización norteamericana Pastores por la Paz, en un encuentro con intelectuales y artistas cubanos, me preguntó cuál sería la solución para los problemas de Haití.

Sin perder un segundo le respondí: "En el mundo actual no tiene solución, Lucius; en el futuro del que estoy hablando sí. Estados Unidos es un gran productor de alimentos, puede abastecer a 2 000 millones de personas, tendría capacidad para construir casas que resistan a los terremotos; el problema es la forma en que se distribuyen los recursos. Al territorio de Haití hay que restituirle otra vez hasta los bosques; pero no tiene solución en el orden actual del mundo."

Lucius se refería a los problemas de ese país montañoso, superpoblado, desprovisto de árboles, combustible para cocinar, comunicaciones e industrias, con un elevado analfabetismo, enfermedades como el VIH, y ocupado por las tropas de Naciones Unidas.

"Cuando esas circunstancias cambien —le añadí— ustedes mismos, Lucius, podrán llevarle alimentos de Estados Unidos a Haití."

El noble y humanitario líder de Pastores por la Paz falleció mes y medio después, el 7 de septiembre, a la edad de 80 años, legando la semilla de su ejemplo a muchos norteamericanos.
No había aparecido todavía una tragedia adicional: la epidemia del cólera, que el 25 de octubre reportó más de 3 000 casos. A tan dura calamidad se suma que el 5 de noviembre un huracán azotó su territorio, causando inundaciones y el desbordamiento de los ríos.

Este conjunto de dramáticas circunstancias merece dedicarle la debida atención.

El cólera apareció por primera vez en la historia moderna en 1817, año en que se produjo una de las grandes pandemias que azotaron a la humanidad en el siglo XIX, que causó gran mortalidad principalmente en la India. En 1826 reincidió la epidemia, invadiendo a Europa, incluyendo a Moscú, Berlín y Londres, extendiéndose a nuestro hemisferio de 1832 a 1839.

En 1846 se desata una nueva epidemia más dañina todavía, que golpeó a tres continentes: Asia, África, y América. A lo largo del siglo, epidemias que afectaban a esas tres regiones se fueron repitiendo. Sin embargo, en el transcurso de más de 100 años, que comprende casi todo el siglo XX, los países de América Latina y el Caribe se vieron libres de esta enfermedad, hasta el 27 de enero de 1991, en que apareció en el puerto de Chancay, al norte de Perú, que primero se extendió por las costas del Pacífico y después por las del Atlántico, a 16 países; 650 mil personas se enfermaron en un período de 6 años.

Sin duda alguna, la epidemia afecta mucho más a los países pobres, en cuyas ciudades se aglomeran barrios populosos que muchas veces carecen de agua potable, y las albañales, que son portadoras del vibrión colérico causante de la enfermedad, se mezclan con aquellas.

En el caso especial de Haití, el terremoto deshizo las redes de una y otra donde estas existían, y millones de personas viven en casas de campaña que muchas veces carecen incluso de letrinas, y todo se mezcla.

La epidemia que afectó nuestro hemisferio en 1991 fue el vibrión colérico 01, biotipo El Tor, serotipo Ogawa, exactamente el mismo que penetró por Perú aquel año.

Jon K. Andrus, Director Adjunto de la Organización Panamericana de la Salud, informó que la bacteria presente en Haití era precisamente esa. De ello se derivan una serie de circunstancias a tomar en cuenta, que en el momento oportuno determinarán importantes consideraciones.

Como se conoce, nuestro país viene formando excelentes médicos haitianos y prestando servicios de salud en ese hermano país desde hace muchos años. Existían problemas en ese campo muy serios y se avanzaba año por año. Nadie podía imaginar, por no existir antecedentes, que se produjera un terremoto que mató a más de 250 mil personas y ocasionó incontables heridos y lesionados. Frente a ese golpe inesperado, nuestros médicos internacionalistas redoblaron sus esfuerzos y se consagraron a su trabajo sin descanso.

En medio del duro desastre natural, hace apenas un mes se desató la epidemia de cólera con gran fuerza; y como ya expresamos, en tales circunstancias desfavorables se presentó el huracán.

Ante la gravedad de la situación, la Subsecretaria General de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Valerie Amos, declaró ayer que se necesitaban 350 médicos y 2 000 enfermeras más para hacer frente a la enfermedad.

La funcionaria llamó a extender la ayuda más allá de Puerto Príncipe, y reveló que los suministros de jabón y de agua limpia solo llegan al 10 por ciento de las familias instaladas fuera de la capital, sin señalar a cuántos llegaban en esa ciudad.

Diversos funcionarios de Naciones Unidas lamentaron en los últimos días que la respuesta de la comunidad internacional al pedido de ayuda hecho para enfrentar la situación no llegaba al 10% de los 164 millones de dólares solicitados con urgencia.

"Amos reclamó una reacción rápida y urgente para evitar la muerte de más seres humanos a causa del cólera", informó una agencia de noticias.

Otra agencia comunicó hoy que la cifra de haitianos muertos se eleva ya a "1 523 personas, 66 mil 593 han sido atendidas, y más de un millón de habitantes siguen durmiendo en las plazas públicas".
Casi el 40% de los enfermos han sido atendidos por los integrantes de la Brigada Médica Cubana, que cuenta con 965 médicos, enfermeros y técnicos que han logrado reducir el número de muertes a menos de 1 por cada 100. Con ese nivel de atención el número de bajas no alcanzaría la cifra de 700. Las personas fallecidas, como norma, estaban extremadamente debilitadas por desnutrición o causas similares. Los niños detectados a tiempo, apenas fallecen.

Es de suma importancia evitar que la epidemia se extienda a otros países de América Latina y el Caribe, porque en las actuales circunstancias causaría un daño extraordinario a las naciones de este hemisferio.

Se impone la necesidad de buscar soluciones eficientes y rápidas a la lucha contra esa epidemia.

Hoy se tomó la decisión por el Partido y el Gobierno de reforzar la Brigada Médica Cubana en Haití con un contingente de la Brigada "Henry Reeve", compuesto por 300 médicos, enfermeras y técnicos de la salud, que sumarían más de 1 200 colaboradores.

Raúl estaba visitando otras regiones del país, e informado en detalle de todo.

El pueblo de Cuba, el Partido, y el Gobierno, una vez más estarán a la altura de su gloriosa y heroica historia.

Fidel Castro Ruz
Noviembre 26 de 2010
9 y 58 p.m.