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domingo, 16 de agosto de 2015

ANIVERSARIO 145 DEL FUSILAMIENTO DE PERUCHO FIGUEREDO





Santiago de Cuba, Miércoles 17 de agosto de 1870.

A las 7 de la mañana de ese día un pelotón de fusilamiento se preparaba para cumplir la orden dada por la Corona Española de pasar por las armas a tres cubanos dignos.

El único delito de esos cubanos, bayameses por demás, fue de luchar por la tierra que los vio nacer, ocupada entonces por un ejército extranjero que reprimía al pueblo de la isla.

El silencio se hizo cómplice del momento fatal, tres hombres verían el amanecer por última vez, ya no tendrían el abrigo de sus familias, perderían la vida momentos después.
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En ese instante supremo la mente de aquellos patriotas estaba colmada de las imágenes vividas en ese período voluptuoso de 1868, cuando desde sus posiciones revolucionarias hicieron lo suyo.

Perucho Figueredo, Rodrigo Tamayo y el hijo este, Ignacio, recibieron con honor la descarga de fusilería que apagó sus existencias, pero no el ejemplo que hasta hoy perdura.

El más trascendente de ellos, Perucho, legó a la historia patria el Himno Nacional, ese que nos identifica tanto aquí como en cualquier parte del mundo y que nos llena de sano y patriótico orgullo.

Ningún ser humano debe ser condenado a morir por luchar por la independencia de su tierra, más cuando los que perpetraron este asesinato llegaron a esta parte del mundo como colonizadores.

No hay derecho alguno a segar la vida de luchadores por la libertad como los tres bayameses, ultimados de manera flagrante, abusiva y despiadada, con el infame fin de cercenar sus ideas.

Lo que se propusieron sus captores no lo lograron pues las ansias independentistas se siguieron manifestando en los campos cubanos a un alto costo de vidas de otros compatriotas.

La descarga de fusilería pudo tronchar la vida de los patriotas en aquella mañana calurosa de agosto de 1870, pero los sueños que ellos enarbolaban siguieron volando tan alto como el sol.

Hoy, cuando tenemos patria, cuando solo ondea una bandera, la nuestra, en todos los confines de la isla, sus nombres permanecen en la memoria porque son estandartes en los que está reflejada la nación cubana.

En aquella infausta jornada, cuando el eco de los disparos se diseminó por el mar y por la tierra, también se escuchó un grito que apagó las detonaciones: Morir por la patria es vivir!!!