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jueves, 21 de mayo de 2009

MI AMIGO EL PERCUSIONISTA



Miguel tenía duros los dedos de las manos. No era un herrero ni manejaba un arado. Tampoco trabajaba en la construcción ni hacía piezas en un torno.

Pero la verdad es que tenía siempre los dedos muy tensos y es que su trabajo consistía en producir sonidos, era un músico de una calidad humana extraordinaria.

Ya se ha dicho que no era tornero, pero tuvo la capacidad y la ternura de tejer amistades que hoy lo recuerdan con cariño porque para eso vivió la vida, para compartirla, para soñarla a su manera, pero siempre desde el podio de la honestidad.

Dicen que los percusionistas no hablan, solo emiten sus momentos de regocijo a través de las tumbadoras, a través de los sonidos que surgen de los cueros antes calentados para luego calentar las almas que vibrarán con esos toques ancestrales que parecen nacer desde el centro de la tierra.

Este amigo llevó sus ritmos a numerosos orquestas y conjuntos, y paseó su música por innumerables poblaciones cubanas, pero donde se sentía el rey de la tumba era en Bayamo, porque aquí se asentaba toda la prole que tuvo como familia y que hoy mantiene desde sus duros dedos la lozanía de sus interpretaciones.

Cuántos amigos dejó Miguel entre nosotros? Cuántas personas lo recuerdan por su innegable caballerosidad? Habrá partido realmente Miguel dejándonos en total desamparo por el silencio de sus tumbadoras?

José Martí nos ha dicho: ¨¨...La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida¨¨. Entonces no es cierto que Miguel nos dejara en aquel año tempestuoso porque su obra no tiene cabida en un ataúd, porque en fin, la música no puede atraparse debajo de la tierra.

Esas son razones que nos impulsan para creer que sigue aquí, en medio de las turbulencias de un mundo tan mal repartido, pero con la satisfacción de que él sigue tocando las tumbadoras con las manos de su hijo, quien con la habilidad y la maestría de su padre impide que el tiempo apague aquel sonido ancestral que lleva el nombre de Miguel Angulo

LA ALGARROBA*



En todas las ciudades hay sitios que identifican determinadas áreas, las que a su vez se convierten en referencia para los habitantes o para los visitantes.

Bayamo no escapa a esa posibilidad de contar con lugares como estos, mas bien la ciudad tiene, entre sus múltiples atractivos, emblemáticos puntos que también identifican.

Entre estos podríamos citar a varios, pero vamos a detenernos en uno que debe estar rondando los cien años de existencia, y que sigue siendo una referencia para todos.

Está ubicado al final de la calle José Martí, haciendo esquina con Augusto Márquez y a pocos metros de lo que fue el Hospedaje Gran Casino, que sirvió de alojamiento a los jóvenes Asaltantes del Cuartel Carlos Manuel de Céspedes el 26 de Julio de 1953.

Cuántas personas habrán pasado por ese sitio en alrededor de un siglo?

Cuantas personas se habrán orientado a partir de ese lugar, en busca de familiares, amigos o sencillamente el punto de salida de la ciudad?

Estas son preguntas que, aparentemente no tienen una respuesta clara, pero lo que sí queda muy claro es que ese árbol, plantado allí quizás por la naturaleza o por una buena mano, sigue siendo una señal agradable para los bayameses.

Se trata de La Algarroba, ese árbol de tantas ramas y de ancho tronco que de día o de noche se mantiene como un guardián de la ciudad cual faro en medio de la tierra, iluminando el camino a los perdidos y reafirmándole a los bayameses que esa esquina sigue siendo referencia para todos.
Así es Bayamo, así se mantiene la ciudad como importante eslabón en la continuidad de su existencia como una suerte de talismán que arropa a los que un día aquí nacieron y para aquellos que para tranquilidad de sus sentimientos tienen la dicha de pasar por su geografía diariamente embellecida.

Bayamo, la ciudad del Himno y la Bandera, la del Río y la Ceiba, la de Céspedes y Perucho, Cuna de grandes patriotas, abre sus luces a la aurora con el optimismo de sus habitantes y con una Algarroba que también es parte de su historia.

Autor: David Rodriguez


*El habla popular transformó el nombre original de ese árbol que es algarrobo, ahora le llamamos algarroba