Quizás
alguien puede pensar que el tiempo ha permitido decir todo lo que merece uno de
los hombres excepcionales de la historia patria.
Quizás
alguien puede pensar que ya no quedan resquicios que estudiar, investigar
acerca de tan excelsa figura de nuestros afanes independentistas.
La
propia historia y el propio tiempo señalan que de los próceres nunca se habrá
dicho todo pues la osadía protagonizada por ellos siempre merece diferentes y
objetivas miradas de los estudiosos.
Por
ello los cubanos guardamos con mucho celo los andares de aquellos que nos
legaron tantos hechos, auténticos, sinceros, que han resistido los huracanes de
los años.
La
historia cubana no es vieja, no está añejada ni enclaustrada en los textos que
hablan de las proezas escritas por hombres muy cultos que dieron al traste con
la esclavitud de entonces.
Cierto
que la historia cubana no envejece y no pasa por ese proceso de transformación,
todo lo contrario, se mantiene viva, útil, lozana, ejemplar.
Y es
que quienes escribieron las brillantes páginas de la libertad podrán estar
esculpidos en mármol, pero definitivamente vigentes en el pensamiento del
pueblo de Cuba.
Todo
ello nos señala que aquel hombre que brillo en La Demajagua, anda y desanda por
nuestros campos y ciudades, por las playas y por las montañas a 195 años de su
natalicio.
Carlos
Manuel de Céspedes no solo es una referencia, es una necesidad para los
cubanos, en tiempos holgados o difíciles, en momentos de sequia o ciclones.
Siempre nos hace falta.
Por
suerte tenemos su legado muy cerca y en este podemos encontrar la fuerza, la
entereza y la virtud que emana desde ese digno hombre que puso a un pueblo
sobre sus espaldas.
Aquel
19 de abril de 1819, en Bayamo, nacía quien con el paso de los años se
convertiría en el Padre de todos los cubanos cuando intentaban chantajearlo a
cambio de la vida de su hijo.
Fue
un momento de hidalguía y de un absoluto ejemplo de patriota, incapaz de una
irreverencia a los que habían luchado y caído desde el 10 de octubre de 1868.
La
estatura moral del mártir de San Lorenzo es tal que a casi 200 años de haber
nacido, sus luces trascienden, siguen iluminando como un ´´sol de llamas¨¨.