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viernes, 28 de marzo de 2008

MI ABUELO DANIEL

Tendria yo unos cuatro o cinco años, y comenzaba a reconocer a los adultos de la familia, bueno a los mas lejanos, ya que por supuesto a mis padres y hermanos, ya los reconocia por la cotidiana relacion. Pero se fue agrandando el espectro de esos personajes que siendo parte de la familia, se erigen como los horcones, donde descansa toda la dignidad que esos seres le inculcan al clan.

Entre esos personajes grandes para mi, estaba mi abuelo, un hombre dedicado al trabajo con tanta vehemencia, que tenia su taller o mejor dicho su estancia detras de la casa y a la que dedicaba buena parte del dia, sembrando lechugas, rabanas, platanos, tomates, mangos, caña de azucar, calabazas, y otros productos, los que vendia a todo el que llegaba necesitado de ellos.

Era un hombre muy recto, pero respetuoso, era muy religioso, y algun tiempo le dedicaba a esas actividades, dentro y fuera de la casa. Mi abuela, Dominga, se empeñaba en darle todos los gustos, especialmente en las comidas, asi veia yo como a la hora del almuerzo se preparaba la mesa y siempre se ponian uno o dos platos por encima de la cantidad de los que tenian su asiento asegurado, para, decia mi abuelo, los que lleguen, aun siendo de otras familias. Pero una peculiaridad se presentaba en cada sesion de almuerzo o comida. A mi abuelo habia que ponerle todos los platos elaborados sobre la mesa y calientes, tan calientes, que a veces me parecia que hervian todavia. A el le gustaba comer asi, con la comida bien caliente, y en no pocas ocasiones pude observar como rechazaba los alimentos porque, segun el, estaban frios. Mi abuelo no era un hombre muy preparado academicamente, pero yo lo escuchaba cuando leia un libro religioso que tenia siempre a la mano, luego de alimentarse en la tarde, pues se sentaba en un taburete y se entregaba a esas lecturas. Tenia un caracter muy fuerte, tanto, que castigaba a mis tios con sanciones que hoy pueden considerarse inadecuadas. Yo nunca tuve con mi abuelo ninguna situacion complicada, como no haya sido la sustraccion de algun mango de su cesta, y creyendome que no me podia ver, pues le faltaba la vision en uno de sus ojos, pero en ese instante aparecia su mano, dura y pesada, y me decia: pidemelo, no lo cojas sin permiso. Con esa enseñanza educó en el seno familiar a sus hijos, y estos a sus hijos, y asi siempre ha sido en nuestro entorno. A mi abuelo lo visitaban muchos amigos de la zona rural, unos venian a caballo y otros hasta en arrias de mulos, traian productos para vender en la ciudad y la casa de el se convertia en una especie de almacen, mientras aquellos hacian sus negocios por las calles. Sus hijos, Ana Gloria, Felicidad, Maria, Rosa, Ada, Danielito, Celestino y Chicho, lo respetaban por encima de todo, yo creo que ese respeto no se debia solo al fuerte caracter de el, sino al cariño que sentian, porque sabian que los habia criado en la mas absoluta expresion de la honradez y el decoro.

Cuando yo cumplia 23 años, exactamente el 24 de diciembre de 1971, mi abuelo dejo de existir, y desde su lecho de enfermo, irguio un poco el cuerpo y dijo solo segundos antes de partir: busquenme una azada, y cayo sobre la almohada. Yo estaba alli.