Por Evelio Traba Fonseca
La cultura cubana, en
toda la extensión de su desarrollo y consolidación, ha integrado en su devenir
las más diversas etnias que han enriquecido el complejo mosaico del que todos
somos producto histórico- cultural como nación. La antropología social se ha
encargado en las últimas décadas de interpretar la persistencia de un legado foráneo en la idiosincrasia y
cosmovisión del cubano emprendiendo contundentes pesquisas en busca de esos
fragmentos reveladores. La emigración europea en Cuba en distintos períodos ha
sido objeto de análisis por no pocos investigadores, pero esta mirada ha tenido
mayor peso
respecto
a la española; la presencia de otras minorías
del Viejo Continente en Cuba han recibido un tratamiento relativamente
menor: portugueses, alemanes, italianos, franceses. Pero dentro de ese reducido
campo, ¿en qué medida es realmente visible la impronta suiza? Nombramos esa
curiosa nacionalidad y la referencia inmediata es un reloj inatrasable o un
Banco Internacional de seguridad extrema. Su impronta en la mayor de las
Antillas tiene matices menos espectaculares, pero cada vez más interesantes
desde la perspectiva de su huella en la cultura, desde su aporte ante lo
diverso.
Vista aérea de la Fábrica Nestlé de Bayamo
En la zona del Valle del
Cauto, específicamente, en la ciudad de Bayamo, han sobrevivido elementos de
esta presencia que revisten sumo interés al analizar ciertas particularidades
locales, en las tres últimas décadas de la República (1929-1959). Más, ¿dónde
se encuentran las fuerzas dinamizadoras de este sui géneris flujo migratorio?
Bien sabido es que la nación de los Alpes se mantuvo neutral durante la Primera
Guerra Mundial (1914- 1918). Pero su economía se vería seriamente afectada con
la crisis ocasionada por la devastación de la posguerra, estertor que sería
agravado por el crack bancario de 1929; año en que el más del 28% de los cantones
quedó desempleada; escasearon los suministros, aumentaron las epidemias y la
pobreza, lo cual originó la salida de una considerable masa de personas hacia
diversos destinos del orbe[1].
El período comprendido entre 1929-1959, se observa un Bayamo dividido en tres
grandes oleadas migratorias: 1929- 1938; 1939- 1945; 1946- 1959. Dicho fenómeno
alcanzó alcanzó gran auge a partir del año 1933, promovido por el fervor del
eje fascista de Alemania e Italia, proceso que alcanzó su clímax durante los
seis años de contiendas y devastación de la Segunda Guerra Mundial.
Específicamente en la ciudad de Bayamo y sus inmediaciones cercanas, durante el
curso de esas tres décadas antes enunciadas, se asentaron 57 ciudadanos suizos
vinculados en su mayoría al consorcio anglo-suizo Nestlé Condensed Milk Company; que había instalado en la ciudad una
planta procesadora de leche condensada y evaporada, industria en cuya
edificación el presidente Gerardo Machado colocó la primera piedra el 30 de
septiembre de 1928. Un año antes el Senador Francisco Soto Izquierdo,
personalidad influyente de la política local, realizó un viaje de esparcimiento
a Madrid, París, Berlín, Roma y luego Berna. En la capital suiza entró en contacto con industriales dedicados
al procesamiento y conservación de productos
lácteos asociados al Consorcio Anglo- Suizo Nestlé, firma emergente a
finales de la Primera Guerra Mundial como proveedora de leche condensada al
servicio del ejército alemán. Soto Izquierdo regresó de Europa con una muestra
del producto y una determinación arriesgada: instalar una planta procesadora de
leche en el Bayamo de entonces, arrasado por un incendio y ambas guerras, en medio de un ámbito escaso de industrias en
su haber: La inversión resultó estratégica por un gran motivo: la llanura del
Cauto era una franja históricamente ganadera, lo que en materia de
abastecimiento garantizaría un suministro constante de leche, los beneficios se
anunciaban prometedores. Para llevar a ejecución tal proyecto se necesitaba la
aprobación gubernamental: Soto Izquierdo con influencias directas sobre
Machado, logró convencerlo para que apadrinara lo que en principio parecía
improbable. El dictador envió a unos de sus mediadores a Estados Unidos para
que estableciera relaciones comerciales con la sede de Nestlé más cercana. El
resultado fue inmediato: una comisión de expertos suizos arribó a la ciudad de
Bayamo a principios de 1928 para examinar las posibles condiciones que
permitieran la ejecución de tales planes. El comité de ingenieros y químicos
analizó la consistencia de suelos; la potabilidad de las fuentes de agua y las
cualidades orgánicas del tipo de leche producida en la región. Determinadas
favorables las condiciones para dicha instalación industrial, se microlocalizó
el proyecto en la finca llamada ¨ Villa Rita¨, propiedad de Soto Izquierdo,
donada por él mismo como una forma de contribuir y una nueva propuesta de
modernización para Bayamo y explotación de recursos en bruto. Tomados los
acuerdos bilaterales, comenzó en ese propio año la construcción de obras por
parte de la compañía norteamericana American Steel. De este modo se inició la
emigración suiza a Bayamo: la Sede Central de Nestlé en Berna envió un cuerpo
administrativo y profesional que fue capaz de poner la planta en marcha. A
principios del año siguiente arribaron a Bayamo 13 ciudadanos suizos en
compañía de sus familias. Entre ellos se encontraba el químico experto Dr. Hans
Streit, oriundo del Cantón de Berg quien fungió como Director durante tres
décadas; Arsene Clement , Jefe de Laboratorio, natural de Trelurg, y Luigi
Bogiani Bertoni, de origen italo-suizo, Jefe de Maquinarias, procedente de
Berna[2].
Tumba de niña suiza fallecida en Bayamo
En el resto de la masa
se contaban albañiles, carpinteros, hojalateros, electricistas, mecánicos,
solteros en su gran mayoría y asentados
en zonas aledañas a la reciente industria. En el caso de los directivos con sus
familias se mantuvieron en casa de huéspedes durante el primer año de su
estancia. Una vez comprobada la efectividad y funcionamiento de la planta,
realizada con éxito las primeras exportaciones a Estados Unidos y Europa; la
American Steel ( en 1930) construyó cuatro residencias para la cúpula
dirigente, en su mayoría lujosas y notablemente modernas. Un elemento que hoy
atrae nuestra atención es el hecho de que esa firma constructora no edificara
ese pequeño sector bajo los códigos arquitectónicos de la moda norteamericana,
sino estructuras de estilo europeo, específicamente suiza, elemento que
constituye una muestra perdurable de su impronta a la ciudad; aporte apenas
reconocible hasta hoy a causa de esa típica tendencia de las ciudades de
desconocer lo que está situado en la periferia. Destaca en dichos inmuebles la
presencia de elementos decorativos del arte noveau con aditamentos típicos del
racionalismo francés y alemán, presentes
en confección de ventanas, puertas, falsos techos, lámparas, arcos y columnas y
techumbres de tejas francesas importadas desde Marsella. En el caso de la
residencia de Hans Streit son notables
los grandes ventanales Luis XVI, la presencia del tragaluz y lo moderno de la instalación hidráulica. Dichas
construcciones se llevaron a cabo con extrema meticulosidad, cuidando con
esmero los detalles de traslación cultural, como un intento por parte de estos
extranjeros de mantener la identidad aun
fuera de su patria de origen.
Gracias al testimonio
brindado por el nonagenario, Elías Botfill, hemos podido reconstruir buena parte de la inserción de los suizos en
Bayamo. El mismo fue secretario personal de Hans Streit desde 1940 hasta 1958,
y una de las personas allegadas a la familia por ese entonces matrimoniado en
1945 con Elfriede Kurtmann, institutriz de la familia Streit, fallecida en 1956
en accidente automovilístico. Elías Boffill en pleno dominio de sus facultades
nos aportó información valiosa sobre este grupo poblacional. El mismo sostuvo
lazos fraternales con los Streit. A continuación transcribimos una entrevista
realizada.
“Me querían como un
hijo, el doctor nunca me perdonó que no me fuera con ellos para Suiza al
triunfo de la Revolución, decía que quedarme aquí era un desperdicio, pero yo
tenía a mi madre viva y hay cosas que son sagradas; pero cierto es que llegamos
a trabar lazos sinceros. En ese entonces yo era un muchacho bastante serio para
mi edad y hablaba un poco de alemán, que aprendí con un maquinista bávaro, tal
vez era por eso que simpatizaba con ellos, aunque para decir verdad no
entendían ni a palos con la gente fan farrona y vaga; eso sí, escogían muy
bien a su círculo. El doctor era un
hombre culto, oía mucho jazz, pero su locura era Schumann, decía que Beethoven
y Mozart con todo su arte, lo más que podían ser de él eran malos sirvientes.
Con él aprendí a jugar ajedrez, recuerdo que desde que aprendí tres o cuatro buenas defensas, me esperaba
todos los domingos a las tres de la tarde. Ingrid, la señora de la casa siempre
nos tenía té negro y unas galletas finísimas que vendían por entonces. Eso fue
por los años de la Segunda Guerra Mundial y yo recuerdo que tanto el doctor
como su señora vivían prendidos del radio para saber qué pasaba en Europa. El
doctor era un hombre muy humano aparte de tener un carácter recio: recuerdo que
por esa época llené los papeles de muchos suizos que llegaban de su país
buscando trabajo, siempre que llegaban a la oficina querían hablar con él
porque tenía fama de ser generoso, nunca los dejaba desamparados, no es menos
cierto que muchos lo estafaron porque llegaba este o aquel diciendo que
diciendo que tenía una mujer embarazada y los muchachos y él le prestaban una
ayudita para que siguieran viviendo. Tenía buenas relaciones con los americanos
dueños de ferrocarril, los de la Warren Brothers y los de la Compañía
Eléctrica, sin --- estaba recomendando gente. Cuando yo me casé con Elfride,
una suiza preciosa que vino con ellos,
él costeó los gastos de la boda, el traje y una luna de miel modesta. Con los
años, yo, como tantos me beneficié con una política laboral creada por él
mismo. Se llamaba Arbeiten Housen, que significa ¨ Casas para Trabajadores¨.
Todavía quedan muchas de esas casas aquí en Himmy Hirtzel y en Barrio Azul.
Tenían una costumbre: todas las ocasiones de Noche Buena, daban una cena para
los trabajadores más allegados con sus familias, pero con una cosa en especial:
el doctor no sé cómo se las arreglaba – pero conocía a casi todos los suizos
que vivían en la ciudad y esa noche hacían sus fiestas con bailes propios de su
tierra. Como eran de muchas partes de Suiza uno podía oír lo mismo una
conversación en alemán, francés o en italiano. Después de esa época no he
vuelto a vivir otra así; porque cuando uno oía que otros patrones eran unos
perros con sus empleados, ellos eran gente sencilla que lo trataban a uno como
si fuera de la familia”[3].
Una pesquisa reciente en
documentos de archivo nos ha permitido organizar gran cúmulo
de información sobre este grupo poblacional. Entre los años 1929-1938,
arribaron a la ciudad desde las puertos de Santiago de Cuba y Manzanillo 13
ciudadanos suizos vinculados en su mayoría al consorcio anglo- suizo Nestlé
Condensed Milk; 3 directivos y 10 obreros vinculados a la construcción de la
fábrica. En esa primera oleada migratoria se encontraban 3 mujeres, entre ellas
Judith Bloch, radicada en Avenida Fco. Vicente Aguilera dedicada a la enseñanza
de lenguas extranjeras: francés y alemán, academia que funcionó durante un
decenio.
El momento de mayor auge
para este tipo de emigración estuvo asociado, como ya se ha visto, al estallido
de la Segunda Guerra Mundial. La ocupación alemana de Polonia en septiembre de
1939 y luego de varios países europeos, sembró la inseguridad respecto al clima
confortable que siempre había ostentado Suiza en cuanto a neutralidad política
y militar. Las hordas nazis constituían una amenaza latente, corrían noticias
de los campos de exterminio masivo y la plaga de la guerra parecía tener
amplias posibilidades de enrarecer la patria de Guillermo Tell[4].
Mientras duró la contienda, se asentaron en la llanura del Cauto 33 suizos, 24
en la ciudad de Bayamo, el resto se dispersaron en los municipios de Guisa,
Jiguaní y Río Cauto. Entre ellos dejaron su impronta, Johannes Eisner, mecánico
automotriz, domiciliado en la calle Céspedes, quien alcanzó fama por su
destreza en esta rama, Stefan Dolfuss médico oftalmólogo, radicado en la calle
Estrada Palma, hoy Capotico; Christoph Landgerboff, relojero experto, radicado
en calle Saco y cuyos servicios cobraron fama en la ciudad a través de su
relojería ¨ El Suizo¨. Fue también notable el ejercicio profesional de
Ferdinand Builder como veterinario e inspector de hacienda designado por Nestlé
para garantizar que los proveedores de leche cumplieran con las normas
higiénicas y demás requisitos de venta. En el campo de la cultura fue recordado
el violinista y técnico radiofónico Max Schneider ---- ocasional en varias
oportunidades de la Orquesta Sinfónica de Bayamo[5].
Al concluir la Segunda
Guerra Mundial, muchos de estos extranjeros regresaron a Europa o a su patria
de origen. Curioso es el predominio de matrimonios homogéneos, los mixtos se
dieron en menor cuantía, lo que precisaría un futuro estudio para determinar
las direcciones gemalógicas de posibles descendientes en la actualidad. Resulta
curioso la huella de los suizos en Bayamo, incluso en el arte funerario. Tal es
el caso de Marie Therese Clement; infante originaria de Friburgo, hija de
Arsene y Berta Clement, fallecida a causa de una congestión pulmonar en
diciembre de 1935. De esta sepultura asombra la alta ejecución artística de su
diseño sui géneris: la placa de mármol de Carrara presenta un bajo relieve
donde un ángel espera a una niña en lo
alto de una escalinata, aunque el elemento mejor elaborado de este conjunto
resulta un daguerrotipo de la infante, revelado en porcelana de exquisita
factura. Este tipo de encargos se hacían a una compañía italiana radicada en
Santiago de Cuba, especializada en pompas fúnebres. Su exotismo la ha
convertido en una pieza única dentro del cementerio cuya sola presencia es un
enigma por descubrir: alguien mantiene flores a cerca de ocho décadas de ocurrido el deceso, lo que indica la
supervivencia de un lazo afectivo que ha perdurado hasta nuestros días.
La tercera oleada
migratoria fue menor en número a causa de la paz y reanimación de la economía
europea tras la guerra. Se registraron sólo 11 ciudadanos suizos en el período
de 1946 a 1959, año que marcó el regreso
paulatino de una gran mayoría de ellos, asociado al Triunfo de la Revolución y
la consiguiente nacionalización de industrias; pero su presencia en Cuba,
especialmente en Bayamo, merece un estudio que analice otras perspectivas de su
proyección. Se tiene conocimiento de un sector de esta emigración que se
aclimató a las condiciones socioeconómicas de la isla, pero esto sería una
especie de continuidad de la investigación que hoy nos ocupa, una pesquisa
encargada de rastrear su aporte a la consolidación del etnos-nación desde su
presencia en la localidad de Bayamo,
espacio geográfico y sentimental que no dejará de depararnos asombro, aún
cuando las rutinas impongan el sigilo de su herrumbre.
[2] Historia de la Fábrica de Productos Dietéticos
Abihaíl González (Nestlé)
.Febrero de 1984.
[3] Entrevista realizada a Elías
Boffil. 27 de febrero de 2011
[4] Arias de la Canal, Fredo. El
por qué de las dos guerras mundiales. Frente de Afirmación Hispanista. México
2007.
[5] Archivo Histórico Provincial.
Registro de extranjeros (1929- 1938), (1938-1945), (1946-1959). Libro de
contribuyentes (1929- 1959)