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sábado, 12 de septiembre de 2009

EL DECORO DE LOS CINCO

Cada amanecer el sol se filtra entre las paredes, llevando el optimismo, la esperanza a cinco diferentes sitios de la geografía del inmenso país.

Ese sol derrumba los muros, las fronteras y cada día que pasa el silencio se hace menos evidente. Se trata de una labor persistente, sin estridencias y sin insultos.

La verdad no urge de estridencias, como la dignidad, que tampoco requiere de lentejuelas para brillar, aún, desde el fondo de un hueco, en el que pretenden incinerar el valor y la integridad de hombres, que han sembrado el decoro que los proyecta hacia toda la humanidad.

Para que haya pueblos libres tienen que existir aquellos que los defiendan de las sombras de la muerte.

No hay hombres ni mujeres libres que puedan sonreír a la vida si no son capaces de proteger a sus semejantes del peligro y el luto.

Un día de un año par de un mes de tormentas y ciclones, las garras del águila arrancaron de sus moradas a cinco estrellas de la paz, que sin armas, se empeñaban en desterrar de la Isla insurrecta la guerra que amenazaba a su pueblo.

Ellos son como los dedos de una mano. Están unidos aunque los haya separado para vulnerar sus conciencias. Hoy las pesadas puertas electrónicas de sus celdas no pueden impedirles el paso entre las multitudes. Es que la honestidad jamás podrá ser encerrada.

Son cinco, y son millones. Son cinco y por esos cinco un pueblo entero libra una de las más hermosas batallas contra la mentira y la maldad. Son cinco, pero hace mucho tiempo dejaron de ser ellos mismos para convertirse en bandera de la justicia, esa justicia que les niegan los que han hecho que el mundo sea más injusto, más desigual.

Son cinco nombres con estrellas en la frente que se niegan a renunciar a sus principios.

Esos cinco hombres, desde el hueco al que los someten cobardemente, vencerán, más temprano que tarde, al Imperio terrorista que los mantiene encarcelados.