“Ruperto vivía en su campo su mujer y tres muchachos la hierba su medicina y el brujo Antonio su médico. Y un día miró a Caracas en la pulpería del pueblo en un almanaque de esos de la Creole Petroleum Corporation.
Quiso venir a Caracas vino a Caracas Ruperto lo ayudó el capitalismo lo ayudó a construir su rancho con latas vacías de Pepsi-Cola con latas vacías de Mobil Esso y le puso como techo un afiche de la Ford Company "Es fácil tener un Mustang"
Alí Primera
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Daniel Córdova Zerpa
Caracas, es una urbe salvaje. Como buena urbe al fin está llena de contradicciones, sinsentidos y movimiento. Un movimiento que no para, sin descanso y sin tregua. También está llena de contrastes. Contrastes que dejan al desnudo una realidad descarnada. Una ciudad solapa a la otra. Victimario y víctima se conocen y se reconocen, pero el primero ignora deliberadamente al segundo.
Hace diez años a nadie se le hubiera ocurrido pensar y exclamar en los medios que Hugo Chávez era el culpable de la marginalidad extendida y de los grandes bolsones de miseria urbana que nos legaron 100 años de explotación capitalista y de saqueo de nuestro petróleo. Cien años de latrocinios y complicidades, cien años de indiferencia, cien años de desidia, cien años de mediocridad, en fin cien años de barbarie.
El barrio, o la fabela –como les dicen en Brasil- es enigmático. Mete miedo y a la vez causa intriga. Aunque es inevitable verlo con sus impresionantes proporciones, muchas gentes hacen que no está allí. Algunos incluso cambian las rutas hacia sus trabajos y se las ingenian para no tener que toparse frente a frente con semejante monumento a la injusticia y la desigualdad.
Son kilómetros y kilómetros de hacinamiento, kilómetros y kilómetros de sufrimientos, kilómetros y kilómetros de exclusión y pobreza lacerante. Casitas contrahechas apiñadas unas con otras, construidas con ingenio, pero muy vulnerables. El color distintitivo son los bloques rojos, que se quedan rojos porque nadie piensa en friso, mucho menos en concreto.
Expulsados por un modelo excluyente que reservó el “lomito” de la ciudad a una obscena oligarquía, los pobres fueron echados a los riscos y farallones de una economía dependiente, vulnerable e inoperativa. Una economía que ni siquiera produce lo que come, porque nunca fuimos capaces de sembrar el petróleo. ¿Y cómo coño lo íbamos a sembrar si se lo robaban los zamuros blancos y verdes?
En los barrios hay carencias múltiples. También carajitos alumbrados con la violencia, alienados con la droga y las arengas de industrias culturales, que justifican el fin por cualquier medio. Que matan y mueren como perros, que tributan sus vidas al Dios Nike. Hay una subcultura de la vida, niñas que se hacen mujeres y asumen las riendas del hogar, cuando deberían jugar y sonreír felices. Vidas y destinos que tratan de desvanecerse en el alcohol, para borrar todas las trazas del camino de opresión donde han sido lanzadas.
Pero también hay miles de sueños que se resisten a morir, que se niegan tercamente a dar la batalla por perdida, que cultivan la solidaridad más genuina y un sentimiento de amor y de amistad hecho de un material irrompible, a prueba de balas e inmune al paso del tiempo. Todo eso y más son los barrios, una urbe que se solapa con la otra, una urbe a la que siempre han querido dar papel de querida, cuando es la legítima dueña.
Ahora cuando nuestro país ha sido golpeado con una calamitosa vaguada. Cuando en el tránsito de un año (2009) a otro (2010) hemos pasado del período más terriblemente seco a otro anormalmente lluvioso. La naturaleza nos pasa la factura del desarrollismo irracional del capitalismo, y por su puesto cobra con intereses leoninos justamente allí en el barrio; en la fabela, en la ranchería en los condominios de los nadies, tanto rurales como urbanos.
La tragedia de los aguaceros incontrolables ha dejado un saldo lamentable de vidas perdidas. Hasta los momentos más 30 hermanos venezolanos han muerto y otros cientos de miles han quedado sin casa y sin nada. El gobierno, con el Presidente Chávez a la cabeza, se ha desplegado en esta nueva batalla, echando el resto para socorrer a los hombres y mujeres afectados. Se han creado cientos de refugios para damnificados, se han dictado decretos y medidas especiales para atender prontamente a los más débiles.
Hay doce estados del país en emergencia, no se ha escatimado presupuesto, energías y trabajo voluntario en atención médica, alimentación y maquinaria para rescatar gentes e infraestructuras. Igualmente, ha salido a relucir la fuerza de la organización popular y de los consejos comunales. Visto en retrospectiva este despliegue ha impedido que las vidas que se fueron no hayan sido tantas como presagiaban los nubarrones negros en el horizonte y como evocaba el trazo terrible en la memoria de la vaguada de 1999; esa que provocó tanto dolor y sufrimiento, especialmente en los condominios de los nadies.
El victimario no conoce de logros. Arremete contra el pueblo inerme, lo veja, lo humilla, lo excluye, lo sataniza, lo maldice, lo impreca y trata de apabullarlo. Se burlan de Chávez y sus esfuerzos titánicos por atender la emergencia. Son tan mezquinos que no reconocen la gravedad del problema y sus causas estructurales. No proponen, no suman nada, sólo restan. Ah claro, y se espantan, se erizan, porque les van a llenar de damnificados sus bellas urbanizaciones, hoteles y sus honorables trabajos.
Porque ellos… Oh sí, ellos la gran raza aria, los elegidos, los predestinados, los prohombres no pueden tolerar que los nadies sean recibidos en el Palacio Presidencial de Miraflores, o en hoteles desocupados y ociosos por la misma calamidad. El acabose, fin de mundo. Se recrudece una vez más la guerra mediática, el ritornelo de mentiras, que atomiza, fragmenta, sataniza y siembra el pánico con su contracara de odio.
Por si fuera poco, pretenden hacernos creer que no existe la lucha de clases, que Marx esta obsoleto y periclitado y que en el capitalismo todos somos iguales y todos podemos triunfar: claro que sí, si nos portamos bien, si ahorramos y sobre todo si somos mansos, muy mansos como las ovejas que balan en la iglesia. Dios tendrá para nosotros un lugar muy especial, pero no en esta vida, será en la otra.
Entretanto, el pueblo sigue su lucha, no se rinde y no desmaya y sabe quien está de su lado, quién realmente se preocupa por él. “Échale bolas Ruperto, guillo Ruperto que la lucha te liberará, mucho guillo Ruperto, lucha Ruperto con la lucha, la lucha no más, mucho guillo Ruperto, lucha Ruperto con la lucha, la lucha no más, échale bolas Ruperto, guillo Ruperto que la lucha te liberará, por tu madre Ruperto, lucha Ruperto con la lucha, la lucha no más, mucho guillo Ruperto, lucha Ruperto que la lucha te liberará”.
Y millones de Rupertos luchan y luchan sin parar, no sólo en esta hermosa República Bolivariana de Venezuela, sino en toda América Latina. Las lluvias golpean duro, pero el pueblo no se rinde, Ruperto no se cansará …