Como nunca antes, el teatro Bayamo
fue sacudido anoche con una música trepidante que arrasó con los pronósticos de
una presentación que colmó las expectativas de los presentes.
El rock con sus diversas vertientes
se adueñó del escenario presidido por uno de los más innovadores músicos
cubanos que se echó al público no en sus bolsillos, sino en su alma.
Así se despejó la incógnita,
destrozada por un Equis Alfonso despojado de la fama y con el deseo de
convertir su espectáculo en referencia para ahora y para el futuro.
El teatro se llenó de una juventud
ávida, necesitada de rockear, cantar y bailar, con uno de los íconos actuales
de esa manifestación que cada día se renueva en el mundo.
No hubo tiempo para la calma, Equis
se encargó de disipar cualquier alusión a la misma, y se entregó como los
grandes gladiadores a ganar su batalla.
Y lo logró, dejando un sabor
delicioso en el público que quería extender la noche hasta la madrugada,
disfrutando de temas que cantó hasta el delirio.
Los aplausos a veces no reflejan el
impacto de los acontecimientos, pero la expresión Equis, Equis, al final del
concierto avala una presentación de lujo que será inolvidable.
No hay perfección en la obra humana,
quizás el sonido pudo ser mejor, quizás las luces debieron ofrecer una más
acabada imagen, pero la verdad es que se llegó a la gloria con Equis.
Viva la música, viva el rock, que como matrimonio feliz alcanzaron
altas cotas en una noche lluviosa, fría, que se calentó con los ritmos de un
Equis Alfonso en el pináculo del éxito.