A las 7 de la mañana del 29 de mayo de 1970, hace 147 años una descarga de fusilería se escuchó en la ciudad de Camagüey, cuna del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz.
Esa hora marcó el fin de la vida de un joven de 23 años al que solo le obsesionaba ver a su patria libre de la presencia colonial española y donde la esclavitud fuera definitivamente derrotada.
Oscar de Céspedes, hijo de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, nació en Bayamo el 9 de julio de 1847, pero no solo fue vástago del Iniciador, sino un patriota que luchó por nuestra independencia.
Los hechos demuestran que ante las ansias de libertad de un pueblo, sus líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo, hasta ese núcleo primigenio de las sociedades que es la familia.
Y eso ocurrió de manera lamentable cuando un militar español sin honra y mucho menos honestidad, le propuso a Céspedes dejar la lucha a cambio de la vida de su hijo capturado por los colonialistas.
Lo quisieron chantajear para que depusiera las armas con las que había iniciado el glorioso camino por la lucha aquel luminoso día del 10 de octubre de 1868 en La Demajagua.
Ignorando los sentimientos patrios de Carlos Manuel de Céspedes el Capitán General Caballero de Rodas pide a Oscar que le escriba una carta a su padre dejar la lucha a cambio de su existencia.
El joven, patriota de profunda raigambre familiar se negó rotundamente diciendo que él jamás traicionaría a su patria y menos a su padre, sellando así su suerte.
El deshonesto militar español demostró, desde aquel infeliz momento que no se puede confiar en los colonialistas sean del color que sean y procedan de donde procedan y hablen la lengua que hablen.
La intransigencia de Oscar de Céspedes no cayó en el olvido y las generaciones que le sucedieron, también luchadoras por nuestra libertad, bebieron y beben de su ejemplo.
Carlos Manuel de Céspedes selló su vida sabiendo que desde aquel momento ya era el padre de todos los cubanos que lucharon en aquella guerra del 68.
Fue tan inmoral aquel militar español, que de Caballero solo tenía el nombre, que ya fusilado Oscar, le envió una carta al padre para que cejara en la lucha de ahí surgió aquella expresión que hoy nos enorgullece:
¨¨Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por las libertades patrias¨¨.