Lídice, la aldea checa arrasada por los nazis, My Lai, otra aldea, pero vietnamita, exterminada por los soldados norteamericanos, Sabra y Chatila, campamentos palestinos atacados donde murieron inocentes por la metralla israelí, pudieron ser ejemplos macabros de un pasado que no hubiésemos querido volver a ver.
Pero la historia nos demuestra que esos hechos, en los que personas inocentes son masacradas de manera inmisericorde tienen tanta realidad como las bombas que están matando en este mismo instante a los palestinos de Gaza.
Los nazis asesinaron a su antojo, los soldados norteamericanos arrasaron a Vietnam, no solo cercenando vidas de niños, mujeres y ancianos indefensos, sino que dejaron para la posteridad las huellas de la aplicación criminal del agente naranja para dañar la flora y la fauna.
En Sabra y Chatila se puso de manifiesto la crueldad de un gobierno racista, poseído por la ambición de tierras y por la supremacía en esa convulsa región del mundo.
En esos campamentos murieron palestinos, sin poder defenderse de la barbarie nazi, perdón, de la barbarie israelí, que es lo mismo y también es la misma la reacción de los que a lo largo de sesenta años han armado a Tel Aviv con el objetivo de eliminar al pueblo de Yasser Arafat.
Ahora, como antes, se ha puesto de manifiesto la hipocresía de la Unión Europea, la huidiza y cómplice actitud de Estados Unidos, y la ineficacia de la Organización de Naciones Unidas, incapaces todos, de parar la maquinaria asesina de Israel en Gaza.
Hasta los cementerios han dejado de ser sitios de paz para los muertos, ahora extraen los restos que allí estaban para colocar a los nuevos asesinados por los raids aéreos, la metralla de la infantería o los cañones de los barcos que atacan hasta escuelas e instituciones internacionales.
Hasta cuándo la Humanidad va a estar permitiendo tales desmanes?
Hasta cuando el mundo va a estar presenciando en silencio cómplice los resultados de un acto de genocidio que ya cobra la vida de más de mil personas, entre ellos alrededor de trescientos infantes?
Será que los niños palestinos no tienen el derecho a la vida, a la alegría, a los juguetes, a la escuela, a disfrutar de los parques y plazas por decreto del gobierno sionista de Israel?
Será que los ancianos palestinos no tienen el derecho de una vejez segura, tranquila, rodeados de sus nietos y morir al final de sus días con la dignidad que merece cualquier ser humano en este mundo por decreto del gobierno sionista de Israel?
Será que las mujeres palestinas no tienen el derecho a la procreación, a la felicidad de criar a sus hijos bajo las costumbres de su cultura, a una vida feliz en familia, por decreto del gobierno sionista de Israel?
Ante la brutal arremetida, ante tales desmanes ese pueblo tiene el derecho para levantar el puño, el derecho de defenderse con las armas de que disponga.
Eso es lo que le corresponde hacer a los palestinos en esta hora de dolor y de rabia, de ira incontenida y de amor por su tierra.
Pero la historia nos demuestra que esos hechos, en los que personas inocentes son masacradas de manera inmisericorde tienen tanta realidad como las bombas que están matando en este mismo instante a los palestinos de Gaza.
Los nazis asesinaron a su antojo, los soldados norteamericanos arrasaron a Vietnam, no solo cercenando vidas de niños, mujeres y ancianos indefensos, sino que dejaron para la posteridad las huellas de la aplicación criminal del agente naranja para dañar la flora y la fauna.
En Sabra y Chatila se puso de manifiesto la crueldad de un gobierno racista, poseído por la ambición de tierras y por la supremacía en esa convulsa región del mundo.
En esos campamentos murieron palestinos, sin poder defenderse de la barbarie nazi, perdón, de la barbarie israelí, que es lo mismo y también es la misma la reacción de los que a lo largo de sesenta años han armado a Tel Aviv con el objetivo de eliminar al pueblo de Yasser Arafat.
Ahora, como antes, se ha puesto de manifiesto la hipocresía de la Unión Europea, la huidiza y cómplice actitud de Estados Unidos, y la ineficacia de la Organización de Naciones Unidas, incapaces todos, de parar la maquinaria asesina de Israel en Gaza.
Hasta los cementerios han dejado de ser sitios de paz para los muertos, ahora extraen los restos que allí estaban para colocar a los nuevos asesinados por los raids aéreos, la metralla de la infantería o los cañones de los barcos que atacan hasta escuelas e instituciones internacionales.
Hasta cuándo la Humanidad va a estar permitiendo tales desmanes?
Hasta cuando el mundo va a estar presenciando en silencio cómplice los resultados de un acto de genocidio que ya cobra la vida de más de mil personas, entre ellos alrededor de trescientos infantes?
Será que los niños palestinos no tienen el derecho a la vida, a la alegría, a los juguetes, a la escuela, a disfrutar de los parques y plazas por decreto del gobierno sionista de Israel?
Será que los ancianos palestinos no tienen el derecho de una vejez segura, tranquila, rodeados de sus nietos y morir al final de sus días con la dignidad que merece cualquier ser humano en este mundo por decreto del gobierno sionista de Israel?
Será que las mujeres palestinas no tienen el derecho a la procreación, a la felicidad de criar a sus hijos bajo las costumbres de su cultura, a una vida feliz en familia, por decreto del gobierno sionista de Israel?
Ante la brutal arremetida, ante tales desmanes ese pueblo tiene el derecho para levantar el puño, el derecho de defenderse con las armas de que disponga.
Eso es lo que le corresponde hacer a los palestinos en esta hora de dolor y de rabia, de ira incontenida y de amor por su tierra.