Quizás
una de las acciones más altruistas del ser humano es ser útil a quienes les rodean,
ayudar, colaborar a aquel que llega en busca de un servicio que necesita.
Atender
correctamente, con elegancia, decencia y prestancia al ciudadano que se
presenta en una entidad determinada, es algo que prestigia no solo a quien así
actúa, sino a la entidad que representa.
Una
sonrisa vale mucho, con esa delicadeza se logran muchas cosas que al parecer
resultan imposibles porque aquel que la muestra está sintetizando un
sentimiento que puede aliviar dolores.
En
una consulta médica los achaques comienzan a disminuir si ese profesional de la
salud se nos presenta afable, amable correcto, y al mostrar solidaridad con el
paciente, le insufla optimismo.
Es
que el ser humano, cuando encuentra en su camino la manera de compartir lo que
tiene, en este caso el conocimiento, no solo está crece de manera espiritual,
también profesionalmente.
Lo
mismo debe ocurrir un restaurante al llegar el cliente en busca de satisfacer
una necesidad tan apremiante como la alimentación, en ese momento la sonrisa de
quien lo recibe debe ser auténtica, real.
Lamentablemente
en los dos casos citados no siempre la cara de quien atiende al paciente o al
cliente, refleja la satisfacción de ofrecer sus servicios, como si se tratase
sus propios familiares.
No
se pierde nada, al contrario, se asciende en la escala de valores, cuando como
seres pensantes tratamos a los semejantes con la cortesía que se merece,
porque, sencillamente, es un ciudadano de nuestra tierra.
Ese
que maltrata en un restaurante, en una consulta médica, en la panadería o en la bodega, desea asimismo
un buen servicio y quiere buen trato, el que no da en su labor cotidiana a los
que necesitan de él.
Una
sociedad como la nuestra, que en medio de conocidas dificultades mantiene sus
programas sociales reconocidos en el mundo, urge también de personas que sepan
tratar como iguales a los demás.
Ser
gentil, cortés, agradable, no cuesta nada, solo que quien está en una recepción
cualquiera, en un taller cualquiera, debe ser capaz de ponerse en el lugar de
aquel que sale a la calle a resolver sus problemas.
Quien
no tenga el alma para atender al prójimo, no debe estar ubicado en un sitio de
esa naturaleza y sí donde no tenga la posibilidad de herir susceptibilidades en
la ciudadanía.