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viernes, 3 de julio de 2015

LA CORTESÍA DEBE SER VIRTUD DEL SER HUMANO



 




Quizás una de las acciones más altruistas del ser humano es ser útil a quienes les rodean, ayudar, colaborar a aquel que llega en busca de un servicio que necesita.

Atender correctamente, con elegancia, decencia y prestancia al ciudadano que se presenta en una entidad determinada, es algo que prestigia no solo a quien así actúa, sino a la entidad que representa.

Una sonrisa vale mucho, con esa delicadeza se logran muchas cosas que al parecer resultan imposibles porque aquel que la muestra está sintetizando un sentimiento que puede aliviar dolores.

En una consulta médica los achaques comienzan a disminuir si ese profesional de la salud se nos presenta afable, amable correcto, y al mostrar solidaridad con el paciente, le insufla optimismo.

Es que el ser humano, cuando encuentra en su camino la manera de compartir lo que tiene, en este caso el conocimiento, no solo está crece de manera espiritual, también profesionalmente.

Lo mismo debe ocurrir un restaurante al llegar el cliente en busca de satisfacer una necesidad tan apremiante como la alimentación, en ese momento la sonrisa de quien lo recibe debe ser auténtica, real.

Lamentablemente en los dos casos citados no siempre la cara de quien atiende al paciente o al cliente, refleja la satisfacción de ofrecer sus servicios, como si se tratase sus propios familiares.

No se pierde nada, al contrario, se asciende en la escala de valores, cuando como seres pensantes tratamos a los semejantes con la cortesía que se merece, porque, sencillamente, es un ciudadano de nuestra tierra.

Ese que maltrata en un restaurante, en una consulta médica,  en la panadería o en la bodega, desea asimismo un buen servicio y quiere buen trato, el que no da en su labor cotidiana a los que necesitan de él.

Una sociedad como la nuestra, que en medio de conocidas dificultades mantiene sus programas sociales reconocidos en el mundo, urge también de personas que sepan tratar como iguales a los demás.

Ser gentil, cortés, agradable, no cuesta nada, solo que quien está en una recepción cualquiera, en un taller cualquiera, debe ser capaz de ponerse en el lugar de aquel que sale a la calle a resolver sus problemas.

Quien no tenga el alma para atender al prójimo, no debe estar ubicado en un sitio de esa naturaleza y sí donde no tenga la posibilidad de herir susceptibilidades en la ciudadanía.




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