Cada pueblo tiene sus tradiciones y
sus personajes, elementos indispensables en el camino que lleva a conformar una
historia, que con el paso del tiempo, crece en profundidad e importancia.
Bayamo, como pueblo fundador, ha contado siempre con personas que le han dado brillo a la ciudad con sus contribuciones en diversas esferas de la vida.
Esas personas están en la memoria de los que con ellas compartieron y de los que han ido conociéndolas, de manera oral, escrita o visual.
Entre ellas, tenemos a un hombre que nos enseñó una de las granjerías favoritas de los bayameses de antaño, y que no debiera perderse en el laberinto de la desidia y el tiempo.
Me refiero, sencillamente a Tati, un hombre querido por su pueblo y quien contribuyó a la historia cultural bayamesa con las famosas rosquitas, conocidas nacional e internacionalmente.
Hombre afable, siempre sonriente, dejó una estela de cariño en la población de Bayamo, cultivando las amistades verdaderas que él se quiso dar.
Hoy las rosquitas siguen estando cerca de la Plaza de la Revolución, donde tenía Tati su punto de venta. Unas veces las ofrece su hijo, heredero de ese arte ancestral bayamés de la elaboración de ese producto.
Dicen que hay misterios en los ingredientes de las rosquitas, dicen que Tati se llevó la receta más exacta para su elaboración, pero lo cierto es que siguen aquí, en Bayamo, como una muestra de una granjería, que no siquiera el paso del tiempo ha podido eliminar.
Entonces aboguemos para que se eternice su presencia y que otros Tati, con amor y delicadeza, tengan la posibilidad de ofrecer las rosquitas bayamesas, tan apreciadas por los hijos de la Ciudad Monumento.
Bayamo, como pueblo fundador, ha contado siempre con personas que le han dado brillo a la ciudad con sus contribuciones en diversas esferas de la vida.
Esas personas están en la memoria de los que con ellas compartieron y de los que han ido conociéndolas, de manera oral, escrita o visual.
Entre ellas, tenemos a un hombre que nos enseñó una de las granjerías favoritas de los bayameses de antaño, y que no debiera perderse en el laberinto de la desidia y el tiempo.
Me refiero, sencillamente a Tati, un hombre querido por su pueblo y quien contribuyó a la historia cultural bayamesa con las famosas rosquitas, conocidas nacional e internacionalmente.
Hombre afable, siempre sonriente, dejó una estela de cariño en la población de Bayamo, cultivando las amistades verdaderas que él se quiso dar.
Hoy las rosquitas siguen estando cerca de la Plaza de la Revolución, donde tenía Tati su punto de venta. Unas veces las ofrece su hijo, heredero de ese arte ancestral bayamés de la elaboración de ese producto.
Dicen que hay misterios en los ingredientes de las rosquitas, dicen que Tati se llevó la receta más exacta para su elaboración, pero lo cierto es que siguen aquí, en Bayamo, como una muestra de una granjería, que no siquiera el paso del tiempo ha podido eliminar.
Entonces aboguemos para que se eternice su presencia y que otros Tati, con amor y delicadeza, tengan la posibilidad de ofrecer las rosquitas bayamesas, tan apreciadas por los hijos de la Ciudad Monumento.