Tenía yo unos pocos años y al Triunfo de la Revolución me incorporé a las Patrullas Juveniles, una incipiente organización destinada a aglutinar a la juventud cubana. No sé cuántos pares de zapatos se desintegraron debido a la constante marcha que hacíamos en las calles de los barrios, en maratónicas jornadas en las que terminaba exhausto, listo....`para ir a la cama.
Eran años de mucha tensión política, militar y económica, y al mismo tiempo se producían las salidas del país de aquellas personas que no apoyaban a la Revolución. Se marchaban, pero con la certeza de que regresarían en poco tiempo, pensando que la cercanía con Estados Unidos y la presión de su gobierno, propiciarían la vuelta atrás en el reloj de la historia
Año 1961, período de definitorias decisiones, campaña de alfabetización por medio, y la invasión de aquellos mercenarios, de bombardeos a bases de aviacion cubanas, y de incremento del número de bandas terroristas en algunas zonas del país, que sembraron de luto y destrucción, torturando, asesinando a cuanto campesino se encontraban en el camino. A mi me tocó alfabetizar en una zona conocida como El Mirador, una elevación del actual municipio de Buey Arriba, distante de la ciudad de Bayamo unos cincuenta kilómetros. Era un sitio muy hermoso, con personas habitando el lugar que eran laboriosas y amables, corteses, en fin, campesinos carentes de instrucción, pero con una fuerte educación hogareña. Los campesinos que me acogieron, un matrimonio sin hijos, que me admitieron como tal, y me colmaron de atenciones, no sabían leer ni escribir y aunque yo estaba preparado para enseñarlos, siempre me asaltaba la duda acerca de mi eficacia en esa labor. Y allí estuve durante ocho meses, con ellos, ayudandolos en lo que podía, pero al anochecer, encendía aquel farol de factura china, que en medio de la oscuridad ancestral del sitio, parecía un sol, iluminando las mentes de los que deseaban aprender.
El Mirador, era eso realmente, como un balcón desde el que se podía divisar a otras comunidades serranas y del llano. La vegetación era hermosa como en toda la Sierra Maestra, árboles altos, pequeños, arroyos incontenibles, plantas de cafeto, plátano y otros alimentos. Un día, la radio informó que habían asesinado a un joven alfabetizador en las cercanías de la ciudad de Trinidad. No tenía mas de 16 años. Lo colgaron de un árbol, junto a su alumno. Era como una advertencia para los que estábamos realizando aquella hermosa labor. Mis alumnos, los campesinos, aquel matrimonio que me acogió, rápidamente me despojó de mi uniforme de brigadista, arrió la bandera de la campaña de alfabetización y me pusieron ropa de campesino, para hacer creer que yo era su hijo. Era el terror engendrado por los elementos criminales, empeñados en hacer daño a ese proyecto educacional, pero logré concluir con éxito la misión. En diciembre de 1961 retorné a Bayamo, para entonces comenzar el viaje hasta La Habana, donde nos esperaba Fidel para darnos otra misión: estudiar, estudiar, estudiar.
Autor: David Rodríguez.