La llama de un corazón rebelde palpita en Bayamo a 141 años de aquel glorioso día del 20 de Octubre.
Fueron tres días de combates intensos entre el incipiente ejército cespediano y el bien armado ejército español.
Los nuestros no eran los entorchados soldados de academia. Eran cortadores de caña y negros que por vez primera disfrutaban plenamente de la palabra libertad.
Pólvora, disparos, entereza de ambas partes prolongaron la batalla por tres días. Ningún bando quería ceder en sus posiciones.
De un lado, hombres que no tenían nada que perder, del otro los representantes de la Corona que sí temían perderlo todo.
Céspedes, que ya era grande, alcanzó los más hermosos elogios de la Patria. Se lanzó al combate, hizo dejación de sus riquezas y alcanzó una mayor: el esplendor de la tierra que lo vio nacer.
En medio de la alegría por el triunfo, el pueblo reunido en aquella plaza fue testigo de otro momento extraordinario de la historia cubana.
Aquel hombre que había concebido una música que al oido del Gobernador Udaeta resultaba bélica, deshizo el misterio y escribió la letra de la más enorgullecedora canción patriótica.
“”Al combate corred bayameses,
que la patria os contempla orgullosa,
no temáis una muerte gloriosa,
que morir por la patria es vivir””.
“”En cadena vivir es vivir
en afrenta y oprobio sumidos,
del clarín escuchad el sonido
a las armas, valientes, corred””.
Desde entonces, las sucesivas generaciones de cubanos han continuado en la lucha por la independencia nacional, que no ha estado exenta de obstáculos en el camino hacia su concreción.
Muchas vidas han quedado a lo largo de ese camino abonando la semilla cuya luz definitiva se alcanzó el primer día de enero de 1959.
Desde entonces, el sol que nos ilumina irradia la felicidad, de sabernos dueños de los destinos de la nación para siempre.
Desde entonces solo una bandera ondea en el horizonte: nuestra bandera de la estrella solitaria.