Los medios de comunicación tradicionales cada día recurren más a las redes sociales, no sólo para estar en contacto con los lectores o espectadores, sino como fuente de información. Apelando a la casi inmediatez con la que se puede transmitir la información y a su alcance, y a que gracias a la retroalimentación de estas nuevas formas de comunicación cada destinatario puede convertirse en corresponsal en cualquier lugar del mundo, los periodistas recurren a los datos que aportan los usuarios de Twitter y Facebook para redactar sus noticias. Un estudio de principios de este año elaborado por una universidad estadounidense cifra en un 65% los periodistas de esta nacionalidad que acuden a las redes sociales para documentar sus trabajos.
El problema es la fiabilidad de estas fuentes. ¿Hasta qué punto es recomendable creer lo que se dice en Internet, como hacen muchas veces los reporteros en su afán de ganar tiempo? ¿Es un error asumir como ciertas las informaciones que circulan por la red por el hecho de que las repite mucha gente? ¿Es aceptable usar un tweet como fuente, aun estando sin confirmar, sólo porque ha llegado antes que el teletipo de la agencia y queremos ganar tiempo?
Indudablemente, los casos de aciertos son bastante frecuentes. Por ejemplo, el pasado miércoles 27, poco después del mediodía en España, Twitter se llenó de mensajes avisando de la muerte del ex mandatario de Argentina Néstor Kirchner (en la foto). Un tiempo después, el gobierno argentino confirmó la noticia. Para entonces, los que se habían fiado de aquellos tweets ya se habían quedado con la primicia a este lado del Atlántico.
Sin embargo, a veces la información es incorrecta. Nos remontamos a junio de este año: un anónimo telefoneó al diario Gara advirtiendo de que ETA había colocado varias bombas en la ciudad de Valencia. Las fuerzas de seguridad investigaron y llegaron a la conclusión de que el aviso era falso. Sin embargo, en la red se desató el pánico y se llegó a afirmar incluso que una de las bombas ya había explotado, información que llegó a algunos medios e incluso al Ministerio del Interior.
De estos dos episodios pueden obtenerse numerosas lecturas. Por un lado, está claro que las redes sociales pueden llegar a convertirse en una fuente utilísima para los medios de comunicación tradicional, por los beneficios que aportan en cuanto a cobertura y a velocidad de obtención de la información. Pero, por otro, nadie debe olvidar que si se usan como fuentes, se deben manejar igual que otra fuente. Es decir, es imprescindible comprobar su veracidad para evitar el riesgo de que se cuele una noticia falsa que desinforme al lector y desprestigie al medio. Por mucha premura que se tenga, no se debe olvidar que es preferible ser el último de los acertados al primero de los equivocados.
Tomado de Cubaperiodistas.cu
El problema es la fiabilidad de estas fuentes. ¿Hasta qué punto es recomendable creer lo que se dice en Internet, como hacen muchas veces los reporteros en su afán de ganar tiempo? ¿Es un error asumir como ciertas las informaciones que circulan por la red por el hecho de que las repite mucha gente? ¿Es aceptable usar un tweet como fuente, aun estando sin confirmar, sólo porque ha llegado antes que el teletipo de la agencia y queremos ganar tiempo?
Indudablemente, los casos de aciertos son bastante frecuentes. Por ejemplo, el pasado miércoles 27, poco después del mediodía en España, Twitter se llenó de mensajes avisando de la muerte del ex mandatario de Argentina Néstor Kirchner (en la foto). Un tiempo después, el gobierno argentino confirmó la noticia. Para entonces, los que se habían fiado de aquellos tweets ya se habían quedado con la primicia a este lado del Atlántico.
Sin embargo, a veces la información es incorrecta. Nos remontamos a junio de este año: un anónimo telefoneó al diario Gara advirtiendo de que ETA había colocado varias bombas en la ciudad de Valencia. Las fuerzas de seguridad investigaron y llegaron a la conclusión de que el aviso era falso. Sin embargo, en la red se desató el pánico y se llegó a afirmar incluso que una de las bombas ya había explotado, información que llegó a algunos medios e incluso al Ministerio del Interior.
De estos dos episodios pueden obtenerse numerosas lecturas. Por un lado, está claro que las redes sociales pueden llegar a convertirse en una fuente utilísima para los medios de comunicación tradicional, por los beneficios que aportan en cuanto a cobertura y a velocidad de obtención de la información. Pero, por otro, nadie debe olvidar que si se usan como fuentes, se deben manejar igual que otra fuente. Es decir, es imprescindible comprobar su veracidad para evitar el riesgo de que se cuele una noticia falsa que desinforme al lector y desprestigie al medio. Por mucha premura que se tenga, no se debe olvidar que es preferible ser el último de los acertados al primero de los equivocados.
Tomado de Cubaperiodistas.cu