La noticia corrió veloz. Ha fallecido Terencio Montero Pacheco. Y esa desagradable información me hizo recordar aquella vez cuando aprendí a valorar a un locutor. La humanidad perdía a uno de los pintores más afamados: Pablo Picasso y al enterarme del hecho escribí una crónica dedicada al artista. La cabina central de Radio Bayamo la ocupaba aquella tarde nuestro compañero Terencio, quien animaba un espacio musical como solo él podía hacerlo. Le expliqué el motivo de mi presencia en el estudio y le entregué el documento. Lo leyó a primera vista. Firme. Haciendo las pausas correspondientes, para que el mensaje llegara con todo nitidez a la audiencia. Asumió en ese momento una pose patriarcal. Estaba leyendo sentimientos dedicados a otro Patriarca, en ese caso del lienzo y el pincel. Es triste hablar en pasado de alguien quien hasta ayer fue presente. Pero me quedan las vivencias, me queda la memoria de todo lo vivido, de todo lo disfrutado y sufrido cerca de él. No era hombre de medias tintas. Azul o blanco. Siempre con una sonrisa a flor de labios y un espíritu de trabajo que lo consagrò con frases que ahora jamás podremos olvidar. Dejó espacios en esta emisora que aún se mantienen. Uno de ellos, Voces de México, lo fundó hace más de sesenta años. He ahi su raíz. He ahí su huella, que lo trasciende y lo trascenderá cual hijo pródigo. Ser humano al fin, virtudes y defectos tenía. Quién No? Pero prefiero recordarlo alegre, sonriente, como cuando compartíamos momentos gratos junto a otros compañeros de la radio. Momentos propicios para las historias individuales, las anécdotas amorosas, la pasión por los hijos, especialmente Alexis, a quien la vida le arrancó cruelmente, la pasión por la vida, y la pasión extrema por el deporte. La pelota era su gran entretenimiento, no concebía la narración de los juegos como un trabajo, sino como una diversión.
El béisbol lo llevó a todo el país, cosechando amigos, despertando la admiración de muchos por su irrepetible manera de describir las jugadas Tuve la dicha de acompañarlo en algún que otro periplo tras los juegos de pelota y en Pinar del Río en un enfrentamiento entre el equipo local y Orientales, pude percatarme del cariño de los colegas de los medios nacionales hacia él.
No le faltó jamás a Terencio el recuerdo de los oyentes. Siempre preguntaban por él. Y cuando eso sucede es que se ha dejado un buen camino en la vida. Sucede cuando se ha labrado una historia llena de acontecimientos, tales como en aquellas jornadas de las finales de la pelota provincial en Granma, que dirimían los equipos de Yara y Jiguaní. Los de Yara decían que apoyaba a Jiguaní. Los de Jiguaní decían que apoyaba a Yara. Pero era la pasión por el deporte nacional lo que influía en aquellas suposiciones de la afición. El decía: Ni con uno ni con el otro: por el espectáculo. La radio en Granma inclina sus antenas en homenaje a un hombre que hizo reir, que hizo lo que le correspondió en su tiempo. Un hombre que jamás renunció a su terruño, que amó profundamente a su ciudad y a su gente. Un hombre que desde hoy cabalga en la memoria de su pueblo, como lo que fue: El Decano de los Narradores Deportivos Cubanos.
Autor: David Rodríguez Rodríguez