Por Ricardo Alarcón de Quesada*
Cuando
el 25 de abril el gobierno de Estados Unidos se opuso a la solicitud de
Habeas Corpus de Gerardo Hernández Nordelo, lo hizo de modo muy
categórico. Washington quiere que el tribunal de Miami no acepte esa
petición y que lo haga sin convocar una audiencia para examinar sus
méritos, sin escuchar a Gerardo, sin presentar las evidencias que
oculta. Así; responde al último recurso de un hombre condenado a dos
cadenas perpetuas más 15 años.
De modo
semejante, Washington solicitó que sea desestimada la apelación de
Antonio Guerrero y la de René Gonzalez. Estos tres cubanos, junto a
Ramón Labañino y Fernando González, fueron detenidos el 12 de septiembre
de 1998 en la ciudad de Miami, cuando monitoreaban actividades
terroristas que contra Cuba se organizaban desde ese territorio.
Hace ya más de un siglo John Swinton, quien fuera durante un largo periodo redactor jefe de The New York Times
dijo: “Si publicara mis opiniones honestas en mi periódico antes de 24
horas quedaría sin empleo. El oficio de los periodistas es destruir la
verdad, mentir abiertamente, pervertir, difamar, adular a los pies del
dios dinero”. Ustedes lo saben y yo lo sé. Somos los instrumentos y los
vasallos de los hombres ricos que mandan tras el escenario. Somos las
marionetas, ellos mueven los hilos y nosotros bailamos. Nuestros
talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas son la propiedad de
otros hombres. Somos prostitutos intelectuales.”
En el tiempo transcurrido desde que
Swinton hiciera su memorable denuncia la situación ha evolucionado en un
sentido aún más desfavorable para la libertad. Y en el caso de nuestros
compatriotas el silencio de los medios ha sido total.
¿Por qué ese silencio? ¿Es que Cuba, su
Revolución, sus problemas, han sido temas de escaso interés para esos
medios? Cuba ha recibido y recibe una atención incomparablemente mayor a
la de otros países del continente; se nos analiza día y noche bajo
potentes reflectores y poderosas lupas que tratan, casi siempre
distorsionando, los más diversos aspectos de nuestra realidad. Entonces
¿por qué casi nunca han dicho algo sobre este caso? Si los Cinco
hubieran cometido algún crimen, si alguno de ellos hubiera hecho o
intentado hacer algo contra el pueblo estadounidense ¿tiene alguien la
menor duda de que ellos habrían sido tema constante en la prensa de
Estados Unidos?
Se trata de un caso del que casi nada se
supo más allá de Miami. Las grandes corporaciones impusieron total
silencio hacia afuera, mientras sus corresponsales en esa ciudad se
unieron a medios locales de dudosa reputación para desatar una virulenta
campaña contra los acusados que contribuyó a formar lo que la Corte de
Apelaciones describió como una “tormenta perfecta” de prejuicios y
hostilidad.
En 2006 se supo que esos “periodistas”
eran pagados por el gobierno estadounidense. Desde esa fecha varias
organizaciones, entre ellas el Partnership for Civil Justice Fund, están
reclamando a Washington bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA)
que entregue la información sobre estos pagos.
Esto tampoco ha sido reflejado en la
prensa, por eso no le resultó difícil al gobierno mantener su obstinada
posición y seguir imponiendo el secreto.
Tampoco ha encontrado obstáculos para
mantener invisibles las imágenes de satélite;lite que celosamente guarda
sobre el incidente del 24 de febrero de 1996. No permitiió que las
vieran hace 15 años los investigadores de la Organización de Aviación
Civil Internacional, se negó a presentarlas al Tribunal de Miami y ahora
reitera su negativa.
Ese día la Fuerza Aérea cubana en
cumplimiento de su deber y después de numerosas advertencias a las
autoridades estadounidenses, interrumpió el vuelo de dos avionetas de la
organización terrorista Hermanos al Rescate que habían penetrado el
espacio aéreo cubano, violando nuestra soberanía y poniendo en peligro a
la población de La Habana, algo que habían hecho antes en numerosas
ocasiones. Gerardo Hernández Nordelo fue inculpado, sin prueba alguna,
de forma burda y caprichosa por ese incidente.
Ningún tribunal de Estados Unidos tenía
jurisdicción sobre tal hecho, salvo que hubiera ocurrido en el espacio
internacional. La investigación realizada por la OACI reveló algo
sorprendente. Pese a estar advertidas de antemano por su gobierno las
estaciones de radar estadounidenses o no registraron el suceso u
ofrecieron datos contradictorios o destruyeron esos datos.
De ahí el interés, primero de la OACI y
luego de la defensa de Gerardo por las imágenes satelitales. El gobierno
estadounidense nunca negó la existencia de esas imágenes, admitió
tenerlas, pero lleva 15 años prohibiendo que alguien más pueda verlas.
¿Cómo explicar que hayan logrado
ocultarlas con éxito durante tanto tiempo? Simplemente porque su
reveladora conducta nunca se ha vuelto noticia.
Gerardo Hernández Nordelo no tuvo
absolutamente nada que ver con lo que ocurrió el 24 de febrero de 1996.
El propio gobierno de Estados Unidos, el de W. Bush, reconoció que
carecía de pruebas para sostener su acusación contra Gerardo y pidió a
última hora retirarla. Lo hizo en un documento oficial, titulado
“Petición de Emergencia” y que, según ellos mismos, constituía una
acción sin precedentes en la historia de ese país.
El documento, fechado mayo 25 de 2001, ya
tiene más de 10 años, pero no existe para quienes se hacen llamar
“medios de información”. De mi ancestro andaluz guardo cierta tendencia a
la obstinación y por eso cargo con él de vez en cuando, pues los
gitanos también creen en el azar. Nunca se sabe. A lo mejor un día
alguien descubre que este documento existe.
La verdad es que los Cinco son
completamente inocentes. Esa verdad consta en documentos oficiales del
gobierno de Estados Unidos y de sus tribunales. Que su misión era tratar
de descubrir los planes terroristas contra Cuba están con todas las
letras en numerosos escritos, desde el acta acusatoria inicial formulada
contra ellos y en varias mociones de la fiscalía al comienzo del juicio
y a lo largo de su desarrollo hasta las sentencias que al final les
fueron impuestas.
En el juicio de Nuremberg un fiscal
señaló que los que estaban entonces en el banquillo de los acusados no
eran los únicos culpables. También lo eran quienes no los denunciaron,
los que sabían y callaron.
La ausencia del tema de los Cinco Cubanos
en los medios no es reflejo de incapacidad profesional de los
periodistas sino que obedece a una decisión política de silenciarlo. El
caso es un desafío para quienes intentan ser la conciencia crítica de la
sociedad contemporánea. (Tomado de
El Universal)
*Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba