Tweet
El afamado músico puertorriqueño Tego Calderón
agradece la nominación al Premio Internacional Cubadisco y opina
sobre el reguetón
Tego
Calderón estalla de júbilo cuando conoce la noticia de su nominación
al Premio Internacional Cubadisco 2013 por el álbum Original
gallo del país. "No conocía que Cuba me había tenido en cuenta
para otorgarme un premio internacional; esta distinción me ha
llenado de emoción y es un motivo para saber que estoy haciendo lo
correcto, una fuerte inyección de gasolina", dice el afamado músico
puertorriqueño en conversación telefónica con este redactor.
Tego no le pone freno a la descarga de adrenalina que lo recorre
cuando habla sobre la relevancia de su nominación cubana. "Original
gallo del país fue elegido para competir en los Premios Grammy
pero yo no fui a la premiación. Sin embargo, si hubiera sabido que
Cuba me distinguió habría hecho todo lo posible por estar en la
Isla, pues me alegra mucho más el premio cubano que el Grammy. Lo
prefiero porque el reconocimiento de Cuba no puede estar
contaminado, porque los que me conocen saben que yo no soy el
favorito de la industria", afirma.
Tego Calderón (Santurce, Puerto Rico, 1972), exhibe en su
expediente producciones que desde el primer saque ganaron el respeto
de la escena urbana latina, como El Abayarde, El Enemigo de los
Guasibiri, El subestimado y El Abayarde contra-ataca,
entre otras. Sin embargo al Original gallo... le
confirió una significación muy especial. "Este disco fue el
preámbulo a la producción de mi nuevo álbum El que sabe sabe.
Es un trabajo muy especial porque lo hice para desahogarme, para
celebrar que pude cristalizarlo a pesar de las piedras que me puso
el gobierno y de diferentes cosas que me pasaron. Básicamente lo
pensé para eso y poco a poco se convirtió en una pieza con su propia
identidad. Mi plan era regalarlo en la parada puertorriqueña de
Nueva York y luego lo empecé a vender de manera digital con mucho
éxito. Y ahora, para mayor satisfacción, me entero que fue nominado
a un gran premio en Cuba", comenta.
A pesar de que has sido considerado uno de los nombres
fundamentales del reguetón, tu postura social toma distancia del
negocio en que se ha transformado este género... "Sinceramente
yo no soy un cantante de reguetón pero fui quien abrió las puertas
al género por el 2002. Por eso me dieron la bandera pero en realidad
el reguetón y el hip hop americano los siento en decadencia, los
artistas están copiando e imitando mucho y no son creativos. Pero
pudieran surgir talentos nuevos que cambien ese panorama. Y hace
falta porque realmente se ha vuelto mediocre".
Algunos medios han llegado a definirte como la "dignidad del
reguetón" por tu posición crítica y anticorporativa, ¿de qué forma
afrontas ese título?
"Siempre he tenido muy claro la importancia de ser leal a mis
principios. Yo no sigo la corriente ni las modas y he rechazado
mucho dinero de las disqueras para mantener el control de mi obra.
Eso me ha costado mucho pero es el legado que quiero dedicar a mis
hijos. Porque lo que busco es trabajar para dejarles un mundo mejor
y educarlos bien para que puedan bregar en esta realidad tan
torcida, dañada por la intolerancia, el abuso infantil y la doble
moral. Por mi lado trato de no caer en lo que critico y ser
fiel a mis creencias, a mi Dios y a mis hijos. Esas son mis
prioridades además de la música, y por eso, en este momento de mi
carrera, no me arrepiento de nada, de ninguna terquedad y todavía
las que me faltan".
¿Cómo influyó en tu carrera el accidente doméstico que
atravesaste a mediados de febrero último?
"Ahora mismo acabo de hacer en Barranquilla mi tercer show
después del accidente. Me pusieron siete tornillos en una pierna y
todavía me hace falta otra operación más en el menisco. Pero yo soy
un luchador y me gusta venir de abajo, de atrás, me gusta no ser el
favorito. A pesar de eso mi carrera está en su mejor momento y estoy
disfrutando mucho lo que hago".
Después de Original gallo... has trabajado en la
preparación del álbum El que sabe sabe ¿Qué momento de tu
trayectoria pudiera definir este disco tras seis años sin publicar?
Original gallo del país es muy personal mientras que El
que sabe sabe aglomera todo lo que soy. Ahora mismo este último
disco me pone sumamente orgulloso por el control que tengo sobre las
líricas y porque lanzo mensajes en el lenguaje del pueblo. También
tengo otro disco titulado La prole con respecto a los mayores,
que es un material afroantillano con ritmos de todo el Caribe.
Quiero publicarlo junto a otros proyectos alternativos que me
definen como tal y como soy. Por ejemplo me gusta mucho el rock
pesado y el metal, pero la gente no me ve haciendo eso. En el
disco Original gallo... está la canción La muralla,
que hace honor a eso".
¿Vislumbras en la actualidad algún futuro para el reguetón?
"Creo que el reguetón no tiene futuro si no se reinventa. No me
gusta criticar a los colegas, porque todo el mundo no nació para ser
Da Vinci, pero creo que necesitan hacer un mejor trabajo. Por mi
parte estoy tratando de ayudar a la solución y por eso abrí mi
estudio donde nací y le doy mi mano a todo el que necesite una
opinión o una ayuda para mejorar su obra. No podemos seguir creyendo
que cada uno de nosotros somos la competencia, por el contrario,
tenemos que pensar que estamos aquí para ayudarnos y encontrar la
salida".
Aparte de esta nominación, ¿tienes alguna relación con Cuba?
"Hace algunos años visité la Isla para grabar un documental sobre
los carnavales y estuve en Santiago y La Habana. Yo tengo mucho de
Cuba y tocar allá sería un honor tanto para mí como para el equipo
que me acompaña. En efecto, si se diera esa oportunidad sería una
forma de agradecer el respeto que han manifestado hacia mi obra y
los vínculos que han defendido con mi pueblo, con mi gente".
Editado desde la ciudad de Bayamo, Cuba, por el periodista David Rodríguez Rodríguez.
Posicionamiento
Web
<a href="https://twitter.com/share" class="twitter-share-button" data-url="www.fidel-elcedro.blogspot.com" data-count="vertical" data-via="WILBERDAVID"
Seguidores
viernes, 10 de mayo de 2013
UNA MIRADA AL MODELO CUBANO DE BIENESTAR
Tweet
POR LA DOCTORA.Patricia Arés Muzio
En muchas oportunidades, he preguntado a mis estudiantes cuáles serían las principales razones para decir que en Cuba es bueno vivir. La mayoría de las veces sus respuestas están relacionadas con el acceso a la salud, la educación y la seguridad social y efectivamente, estos son los pilares de nuestro modelo socialista, pero para las personas jóvenes constituyen realidades tan asumidas desde la cotidianidad que se tornan demasiado habituales o quedan congeladas en un discurso que, a fuerza de repetición, se hace irrelevante.
Algunas experiencias profesionales vividas me han hecho pensar mucho en nuestro socialismo, visto como cultura y civilización alternativa. Cuando los psicólogos y otros especialistas participamos en el proceso de lograr el retorno del niño Elián González, emergió con mucha fuerza este tema. Más recientemente en consulta, conversando con algunos ancianos repatriados, con niños que por decisión de sus padres deben irse a residir a otros países o con jóvenes que han retornado de España luego de vivir la experiencia de ser echados a la calle por no tener trabajo ni dinero para pagar la renta, me vuelve a resurgir, a partir de sus vivencias, la idea del modelo cubano de bienestar.
Recuerdo cuando Elián estaba en Estados Unidos que el abuelo Juanito le decía telefónicamente que le estaba haciendo una chivichana para su regreso y al otro día aparecía en la pantalla televisiva que le habían regalado un carro eléctrico de juguete que parecía de verdad, si los abuelos o el padre le decían que su perrito lo extrañaba, al otro día aparecía Elián con un cachorro de labrador que le habían regalado, si le decían que le habían comprado un librito de Elpidio Valdés, aparecía Elián vestido de Batman. Sin embargo, el cariño de su familia, el amor de cuantos lo esperaron, la solidaridad de sus amiguitos del aula, de sus maestras, pudieron más que todas las cosas materiales del mundo.
Conversando hace muy poco con un adulto mayor que tomó la decisión de no regresar a EE.UU. luego de haber vivido 19 años en ese país, me decía: Es real doctora, allí se vive muy cómodo, pero eso no lo es todo en la vida, allá "no eres nadie", no existes para nadie. Me contaba que se pasaba largas horas solo en la casa, esperando que los hijos y nietos regresaran de trabajar y de la escuela, que se quedaba encerrado porque no podía salir ya que según ellos, estaba viejo y no lo dejaban manejar, y que por el día el barrio en que él vivía parecía una maqueta, no se veía persona alguna, ni nadie tenía tiempo de dedicarte un rato para conversar. En una visita que hizo a la otra hija que vive en Cuba, decidió no regresar. Me cuenta que está haciendo ejercicios en el parque, que juega dominó por las tardes, que les repasa al otro nieto y a dos amiguitos más, que ha recuperado unos cuantos amigos de la "vieja guardia" y que con el dinerito que le mandan de allá y la ayuda de su familia aquí, tiene de sobra para cubrir sus gastos. Usando sus palabras textuales me decía: Algunos conocidos me decían que iba a venir al infierno, pero en realidad doctora, me siento en el paraíso. Evidentemente, el modo de vida que ahora lleva no será el paraíso, pero le genera mayor bienestar.
Un día me llevaron a un niño hijo de dos diplomáticos, que vino de vacaciones y no quería regresar con los padres a la misión donde ellos estaban trabajando, estaba "alzado", en plena "huelga", decía que lo dejaran con la abuela, que él no quería irse de nuevo, que no le gustaba estar allá. Cuando pregunté a los padres qué sucedía con el niño, me contaban que allá tenía que vivir encerrado por razones de seguridad, no tenía apenas amiguitos con quien compartir después de la escuela, y no estaban los primos, a los cuales adoraba. Desde que llega aquí es como si le dieran la carta de libertad —me decían los padres—-, se va para el parque de la esquina con los amigos del barrio, sale a pasear con los primos, juega pelota y fútbol en plena calle, se pasa el día rodeado de los abuelos, de los tíos y de los vecinos. En la entrevista con el niño me contaba que los primos le decían que él era bobo porque quería quedarse en Cuba teniendo la oportunidad de estar en otro país y el niño me decía: Yo extraño mucho cuando estoy aquí la pizza de peperones, pero te cambio un millón de pizzas por quedarme viviendo ahora mismo en Cuba.
Un joven que vino de retorno de España, me contaba que se había quedado sin trabajo y por supuesto no tenía dinero para pagar la renta, que la dueña le dio tres meses de plazo y al no tenerlo lo echó a la calle, pero lo más triste del caso es que nadie, ni sus amigos, le tendieron una mano pues le decían que dada la crisis cada cual "debería arreglárselas como pudiera" y tuvo que regresar porque la opción que tenía era o dormir en el metro o virar para la casa de sus padres aquí en Cuba. Al final, me decía, quienes están prestos a acogerte son los tuyos.
Me he quedado pensando en estos testimonios que muy bien podrían servir para tantos jóvenes que no encuentran bienestar alguno de vivir en Cuba y que solo imaginan una vida "de progreso" en el exterior o sobrevaloran la vida afuera como una vida de éxito y oportunidades, pero yo me pregunto: ¿qué tenemos aquí que falta en otros lugares? ¿Qué descubrieron el niño, el adulto mayor y el joven que vino de España, a partir de sus experiencias allá, que nosotros no vemos aquí? ¿Realmente el modelo de vida que proponen las sociedades capitalistas contemporáneas constituye actualmente un modelo de bienestar, a pesar de estar vendido por los medios de comunicación como el "sueño del progreso prometido"? ¿Hablamos hoy de buena vida o del buen vivir, de vida llena o vida plena? ¿Necesariamente el desarrollo económico y tecnológico es lo único que garantiza el bienestar personal y social?
Voy a hacer un esfuerzo de síntesis a partir de estas experiencias profesionales en lo que considero radican algunas de las bases de nuestro modelo cubano de bienestar.
En primer lugar el no sentimiento de exclusión, el no vivir "anomia social"
Este es un tema de profundas connotaciones espirituales y éticas. Cuando uno llega a un barrio en Cuba y pregunta por una persona, por lo general te dicen: "Vive en aquella casa". Los cubanos todos tenemos un nombre y una biografía porque todos tenemos espacios de pertenencia (familia, escuela, comunidad, centro de trabajo) y de participación social, todos en nuestra vida hemos asumido responsabilidades, asistimos en el barrio a las reuniones, a nuestro consultorio del médico, votamos en la misma urna, compramos los productos normados en el mercado o tenemos el mismo mensajero. Seguro que en algún momento hemos dicho: "Las mismas caras todos los días", pero justo ahí radica un escenario vital de grandes dimensiones humanistas y solidarias.
La anomia social o en palabras del abuelo que entrevisté el "Tú no existes", resulta una experiencia contraria a la que vivimos en Cuba, es la experiencia de vivir sin tener un lugar, sin ser reconocido o advertido, y no se trata de un lugar físico, sino de un lugar simbólico, un lugar de pertenencia y participación, un lugar que da sentido a la vida. Vivir en el "no lugar" es sentirse aislado, en soledad existencial, es sentirse extraño y ese es uno de los problemas del mundo actual. Incluso los lugares donde hoy coexisten muchas personas, más que lugares de encuentro son especialmente "no lugares". Resulta increíble que en un metro puedan ir diariamente cientos de personas que no intercambian palabra alguna y que muestran mayor contacto con los medios tecnológicos en una especie de autismo técnico, que de persona a persona. Otro "no lugar" son los aeropuertos y los moles (catedrales del consumo): mucha gente a tu alrededor y absolutamente ningún contacto. Si te caes nadie te recoge, porque además, existen tantas leyes de "derechos ciudadanos" que supuestamente protegen a las personas desde una visión individualista, que nadie te toca no vaya a ser que te acusen de acoso sexual. Están legislados el "no contacto" y la indiferencia.
Hoy en día la realidad social en otros países hace que cada vez estemos más excluidos que incluidos. Amén de la existencia de desigualdades sociales como consecuencia de las realidades económicas actuales en Cuba, nuestras políticas promueven la inclusión social conducente a borrar la distancia de género, color de la piel, capacidades físicas, orientación sexual. Cuba, como sistema social, a pesar de todas las dificultades y contradicciones, intenta construir un mundo donde todos quepamos, y donde la reciprocidad humana espontánea se da a partir de estas condiciones. En "la otra geografía", en el mapa de la globalización neoliberal, dividida en clases, los nexos interpersonales están dañados por disímiles diferencias y los unos quedan alejados de los otros por fronteras invisibles, que laceran la integridad y la participación.
Los diversos espacios de socialización
Los espacios de socialización son muy importantes en la vida, el entramado social es el recurso, el sostén para todo sujeto, pues está claro que ciertamente es en él que una persona puede desarrollarse en su potencial con plenitud. Las familias viven actualmente en aislamiento en muchas partes del mundo y mientras mayor es el nivel de vida, mayor es el modo de vida enclaustrado. Nadie conoce al vecino de al lado, nadie sabe quién es, dentro de las casas los miembros no tienen muchos espacios cara a cara, porque la invasión de la tecnología es tal que un padre puede estar chateando con un colega en Japón y no tiene la menor idea de lo que le sucede al hijo en el cuarto contiguo. En estudios que se han realizado en diferentes partes del mundo, el tiempo de conversación mirándose a los ojos, que un padre (especialmente el papá) dedica a sus hijos, no pasa de 15 minutos diarios.
Uno de los grandes impactos del modelo capitalista hegemónico actual es el poco tiempo para la familia u otros espacios comunitarios, los días entre semana la familia como grupo "no existe", los horarios extensivos e intensivos de trabajo, el pluriempleo de los padres para poder solventar las cada vez mayores exigencias del consumo, hacen que aquellos viejos rituales y tradiciones familiares se hayan desterrado de la vida cotidiana. Los psicólogos y sociólogos de muchos países plantean que el mayor impacto de esta realidad son la soledad infantil y la ausencia de vínculos en el anciano. Muchos niños de la clase media o media alta llegan de la escuela sin que asome en el hogar un rostro adulto hasta horas avanzadas o permanecen con una nana que brinda comida, pero no puede suplir el afecto y la atención de los padres.
Los medios tecnológicos aparecen como el antídoto a la soledad, pero sin ninguna restricción de los adultos, lo que puede producir adicción a los videos juegos, incrementar la violencia e incentivar la erotización temprana. Es poco frecuente que los niños o adolescentes dispongan en el mundo de hoy de las plazas públicas, las calles y los parques al aire libre como lugares de encuentro porque no hay seguridad ciudadana para ello. Los universos espacio-temporales de la red urbana destinados a la juventud, son vistos por los adultos como lugares de amenaza y peligro más que de esparcimiento y construcción de lazos sociales. En Cuba los parques y las plazas siguen siendo lugares de socialización de diferentes generaciones.
La familia cubana está tejida en redes sociales de intercambio, con los vecinos, con las organizaciones, con la escuela, con los parientes, incluidos los emigrados. Lo característico del modo de vida de los cubanos son los espacios de socialización, el tejido social que no excluye y deja sin nombre a nadie. Yo diría que la célula básica de la sociedad en Cuba, además de la familia como hogar, la constituye la red de intercambio social familiar y vecinal, ese tejido social en redes, representa una de las fortalezas invisibles más grandes que tiene el modelo cubano de bienestar, es ahí donde radica el mayor logro de nuestro proceso social, la solidaridad social, la contención social, el intercambio social permanente. Ese capital es solo perceptible para el que lo pierde y comienza a vivir otra vida fuera del país.
A pesar de que tenemos dificultades económicas y problemas no resueltos, la familia en Cuba existe. La familia cubana comienza a vivir intensamente después que los niños salen de la escuela y los niños, jóvenes y adolescentes hacen vida familiar-comunitaria a partir de su salida de los centros escolares. La vida familiar en Cuba no se produce a puerta cerrada. La puerta de un hogar cubano puede ser tocada muchas veces por los agentes de fumigación, por los vecinos, por la enfermera, por los dirigentes de base, por los "puerta-propistas". Hay que salir diariamente al mercado, ir a casa de los vecinos para recoger mandados, botar la basura, ir a la farmacia, buscar a los niños en la escuela. La vida familiar en Cuba es multigeneracional, donde todas las edades se mantienen interactuando, la mayoría de los adultos mayores no viven en asilos, su verdadero espacio por lo general es la comunidad.
La solidaridad social a contracorriente del individualismo
En el escenario internacional actual el bien individual es más importante que el bien social, el modelo de desarrollo económico pone a las personas ante el deseo de vivir "mejor" (a veces a costa de los demás) por encima del vivir todos bien. Hoy en día la gente dice "yo no le hago mal a nadie, que nadie se meta en mi vida, a mí me gusta, a mí me va bien, es mi cuerpo, es mi vida, es mi espacio",eligen la actuación que maximice los beneficios y las ganancias. El "nosotros" se sustituye por el yo. La conducta egoísta en este mundo hegemónico actual es denominada y bien ponderada como "racionalidad instrumental" cuando en realidad esa racionalidad lo que esconde es una gran insensibilidad social.
En nuestro país existe la solidaridad social, aunque hoy vivimos una suerte de paralelismo entre nuestros comportamientos solidarios y la insensibilidad de algunas personas. La socialización del transporte o "botella", por ejemplo, el hacer de tus vecinos, tu familia, la socialización vecinal de teléfonos particulares, el pasarse los uniformes escolares, algunas medicinas, el brindar tu casa particular como aula después de un ciclón que afectó la escuela, son ejemplos de nuestro intercambio solidario. Me contaba una joven que estudiaba en la escuela Lenin que en el grupo de sus amiguitas, además de ser una práctica generalizada de los grupos, se juntaba cada semana lo que traían de la casa para repartírselos equitativamente y así todas comían lo mismo, independientemente de que algunas podían traer más cosas y otras no traían casi nada. Para ellas lo más importante eran la amistad y la hermandad.
La creatividad e inteligencia colectiva
En Cuba, además de que puedes conversar y tener múltiples intercambios sociales, puedes darte el lujo de una buena charla con muchas personas. Todos sabemos de algo, todos podemos dar una opinión o podemos tener buenas ideas, tenemos cultura política, cultura deportiva o algunos saben mucho de arte. Tenemos capital cultural acumulado y eso es parte de nuestro patrimonio social y del bienestar invisible. No somos para nada ignorantes, resultado de los niveles educacionales alcanzados. Los cubanos y las cubanas impresionamos por nuestra capacidad para conversar, para emitir ideas y criterios. Uno de los grandes problemas que tengo como psicóloga clínica, cuando atiendo a las personas, es que se me va el tiempo, porque estamos acostumbrados a conversar, algunos me traen una lista de cosas escritas para que no se les escape lo que desean decir. Estamos acostumbrados a regalarnos tiempo y eso es un lujo en los momentos actuales, cuando nadie tiene tiempo que ofrecer, donde en todas partes del mundo se vive el síndrome de la prisa.
En mis visitas a impartir docencia a países latinoamericanos, en los trabajos de estudios de familia que deben presentar en clases, los estudiantes presentan una realidad familiar-social que me deja perpleja, por la carga de problemas sociales acumulados, no solo en familias pobres, sino de cualquier clase social. Me doy cuenta por lo que escucho, que nosotros estamos a siglos de distancia, porque el tema no es económico, sino de ignorancia, de pobreza mental acumulada, de estigmas sociales, prejuicios de clase, de género, de raza, violencia contra la mujer, soluciones mágicas a los problemas sin fundamento científico, abuso sexual infantil, poligamia, taras genéticas por una sexualidad irresponsable o sexo entre parientes, todo ello son problemas cotidianos. Son los problemas asociados al desamparo social, a la ausencia de programas sociales de prevención. Para nosotros es excepción lo que para ellos es cotidiano.
Como profesora siento que nuestra población es culta y desarrollada, y lo vivimos sin apenas darnos cuenta y aunque lo cotidiano aparenta ser intrascendente, es el gran telón de fondo de la historia. Algunos jóvenes emigrados suelen darse cuenta de esta realidad social tan diferente con la que tienen que aprender a lidiar.
¿Cómo potenciar nuestro modelo cubano de bienestar?
El nuevo modelo económico tiene, entre sus objetivos, incrementar la productividad. Con el nuevo modelo económico el gran desafío es fortalecer nuestra propuesta cubana de bienestar que representa una alternativa al anti-modelo dominante, una concepción que también comparten y reiteran prácticamente todos los pueblos indígenas del continente y del mundo y proviene de una larga tradición dentro de diversas manifestaciones religiosas. Todas estas visiones, incluida la cubana, es que el objetivo global del desarrollo, que no es tener cada vez más, sino ser más, no es atesorar más riqueza, sino más humanidad. Se expresa en su insistencia en vivir bien en vez de mejor, lo que implica solidaridad entre todos, prácticas de reciprocidad y el deseo de lograr o restaurar los equilibrios con el medio ambiente y a la vez mejorar las condiciones de vida de la población. Sin embargo, la mejora en las condiciones de vida no va a revertir sola los problemas de índole social que hemos acumulado. La dimensión económica no puede aislarse de las dimensiones sociales, culturales, históricas y políticas que otorgan al desarrollo un carácter integral e interdisciplinario, para recuperar como objeto fundamental el sentido del bienestar y del buen convivir.
No hay que ser un científico social para percatarnos de que, al margen de las condiciones de vida, en nuestro país existen muchas personas y familias que más que pobreza material ya tienen instalada la pobreza espiritual. Algunas familias tienen pobreza mental, expresada en sus estrategias de vida alejadas de los más elementales comportamientos decentes, en sus patrones de consumo distantes de la realidad de nuestro país, cercanos a la tenencia material superflua, en sus aspiraciones alejadas del bienestar común. Ahí radica la cultura de la banalidad y de la frivolidad propia del modelo hegemónico actual.
La acumulación de problemas materiales producto de la cruenta crisis económica de la década de los 90, ha deteriorado sustancialmente los valores a nivel social. Los valores no son solo principios, sino que deben ir acompañados de comportamientos, para que no pierdan su eficacia. Si desde las prácticas contradecimos los principios, pues estamos ante una crisis de valores.
Cuba no está ajena a las influencias hegemónicas del actual mundo unipolar y supuestamente global, hay que continuar tratando de construir un modelo de bienestar alternativo "a la intemperie", bajo todas las influencias que genera la colonización de la subjetividad, incluyéndonos, a pesar del efecto modulador de nuestras políticas sociales. En el mercado no valen los ideales, sino la capacidad de consumo, los no consumidores se vuelven seres humanos "no reconocidos", excluidos de todo tipo de reconocimiento social.
Existe hoy en el mundo una sobresaturación de información, algunas muy buenas, pero otras plagadas de mediocridad y superficialidad. Los medios de comunicación del actual modelo hegemónico fomentan la banalidad con tal de vender más. Somos atiborrados con entretenimientos, novelas, series y películas de violencia que tienen un poder de encantamiento increíble porque atrapan, pero se corre el riesgo de ser arrastrado al ocio y a la adicción (drogas, alcohol, sexo promiscuo, dinero fácil, juegos de azar, videojuegos).
Cuando Gandhi, Premio Nobel de la Paz, señaló los siete pecados capitales de la sociedad contemporánea se refirió precisamente al contexto global en el que nos encontramos inmersos: Riqueza sin trabajo, Placer sin conciencia, Conocimiento sin utilidad, Comercio sin moralidad, Ciencia sin humildad, Adoración sin sacrificio y Política sin principios.
Por lo general, la publicidad y el mercado asocian el bienestar al placer, al tener, al éxito, al estatus.
Es cierto que si no tenemos mucha cultura, la tendencia a pensar que en el tener está el bienestar y dejarnos atrapar por todas las propuestas de consumo crece como "hierba mala", es someternos a la ignorancia. La ética del ser requiere de una formación moral, una preparación, una educación familiar, en general una educación de mayor envergadura, y a eso es lo que tenemos que apostar como sociedad.
Fomentar la solidaridad social
Con el fortalecimiento del trabajo por cuenta propia, la comunidad constituye el espacio vital de muchas familias. Familia-comunidad-organizaciones-trabajo se fortalecen en sus vínculos. Sin embargo, los nuevos escenarios constituyen una magnífica oportunidad para fortalecer la vida comunitaria, además de potenciar el trabajo en beneficio del bienestar común. Cuba aporta la diferencia en el sentido de solidaridad y responsabilidad social que hemos incorporado.
Se hace necesario potenciar una cultura solidaria y una responsabilidad social que sirva de antídoto a la penetración de la cultura del mercado. Es importante que la gente mantenga su eticidad solidaria, que no se fragmente el proyecto colectivo. Aunque el nombre, y no la idea del trabajo por cuenta propia sugiera una cierta desconexión social, que no representa nuestra ética solidaria.
Fortalecer el espacio comunitario
La familia y la comunidad han ganado en importancia en Cuba como escenarios de la vida en los tiempos actuales. Cuando algún visitante observa nuestro modo de vida comunitario, en ocasiones refieren que antes en su país se vivía así, pero hace más de diez años que ya se vive a "puertas cerradas" y a "casas vacías durante gran parte del día" Esto se debe, en su mayor parte, al surgimiento de nuevas tecnologías, a horarios laborales cada vez más extensos, a la frecuencia con la que cambiamos de trabajo y casa, y a ciudades cada vez más grandes y pobladas. El crecimiento exacerbado del individualismo está haciendo cada vez más difícil encontrar una sensación de comunidad. La comunidad ha sido reducida al núcleo familiar mínimo, y en estas circunstancias es muy fácil caer en el aislamiento, que conlleva a la soledad y la depresión, creando un gran colapso social, con resultados tan drásticos como incrementos en violencia, abuso de drogas y enfermedades mentales.
Cuando las personas de todas las edades, grupos sociales y culturas sienten que pertenecen a una comunidad tienden a ser más felices y saludables, y crean una red social más fuerte, estable y solidaria. Una comunidad fuerte aporta muchos beneficios, tanto al individuo como al grupo en sí, ayudando a crear una mejor sociedad en general. Nuestro gran desafío es que nuestras puertas no se cierren, que no perdamos la sensibilidad por los otros, por nuestro barrio y entorno, que sigamos preocupándonos por el bien común.
Las diferentes formas de inserción a la economía no han deteriorado sensiblemente el tejido social existente, no somos una sociedad estratificada en clases sociales, sino tejida en redes familiares, vecinales y sociales, mantenemos una ética solidaria.
Una aspiración importante es que en la comunidad se encuentren soluciones novedosas a muchos de los problemas sociales que tenemos basado fundamentalmente en esa visión de la comunidad como espacio potenciado en la solución de los problemas. Para ello se necesitará una mayor dinamización de la comunidad en su capacidad para influir en las problemáticas locales.
Es importante mantener la implicación de los ciudadanos en la vida social, preservar el cuidado de nuestros espacios, el respeto a los ancianos, los niños, las mujeres, las personas con alguna discapacidad y sobre todo, mantener la responsabilidad social en la educación de las jóvenes generaciones.
Tomando en consideración todos estos elementos, considero que tenemos una gran responsabilidad social de no perder nuestro modelo cubano de bienestar, que nuestro país cuenta con condiciones sin precedentes para marcar la diferencia, que es preciso continuar resistiendo a la colonización de la cultura y la subjetividad, que el gran desafío es seguir proponiendo otros modelos de ser humano y de colectividad que realmente indiquen caminos de verdadera humanización.
POR LA DOCTORA.Patricia Arés Muzio
En muchas oportunidades, he preguntado a mis estudiantes cuáles serían las principales razones para decir que en Cuba es bueno vivir. La mayoría de las veces sus respuestas están relacionadas con el acceso a la salud, la educación y la seguridad social y efectivamente, estos son los pilares de nuestro modelo socialista, pero para las personas jóvenes constituyen realidades tan asumidas desde la cotidianidad que se tornan demasiado habituales o quedan congeladas en un discurso que, a fuerza de repetición, se hace irrelevante.
.
Yo me atrevería a decir que existe un modelo cubano de bienestar
que se ha incorporado con tanta familiaridad acrítica que ha quedado
invisible a nuestros ojos o paradójicamente instalado en la voz de
muchos de los que ya no están, luego de haberlo perdido, o de
visitantes que viven otras realidades en sus países de origen. De la
vida cotidiana en Cuba, por lo general se habla de las dificultades,
sobre todo de índole económica, pero pocas veces se escucha hablar
de nuestras bondades y fortalezas.Algunas experiencias profesionales vividas me han hecho pensar mucho en nuestro socialismo, visto como cultura y civilización alternativa. Cuando los psicólogos y otros especialistas participamos en el proceso de lograr el retorno del niño Elián González, emergió con mucha fuerza este tema. Más recientemente en consulta, conversando con algunos ancianos repatriados, con niños que por decisión de sus padres deben irse a residir a otros países o con jóvenes que han retornado de España luego de vivir la experiencia de ser echados a la calle por no tener trabajo ni dinero para pagar la renta, me vuelve a resurgir, a partir de sus vivencias, la idea del modelo cubano de bienestar.
Recuerdo cuando Elián estaba en Estados Unidos que el abuelo Juanito le decía telefónicamente que le estaba haciendo una chivichana para su regreso y al otro día aparecía en la pantalla televisiva que le habían regalado un carro eléctrico de juguete que parecía de verdad, si los abuelos o el padre le decían que su perrito lo extrañaba, al otro día aparecía Elián con un cachorro de labrador que le habían regalado, si le decían que le habían comprado un librito de Elpidio Valdés, aparecía Elián vestido de Batman. Sin embargo, el cariño de su familia, el amor de cuantos lo esperaron, la solidaridad de sus amiguitos del aula, de sus maestras, pudieron más que todas las cosas materiales del mundo.
Conversando hace muy poco con un adulto mayor que tomó la decisión de no regresar a EE.UU. luego de haber vivido 19 años en ese país, me decía: Es real doctora, allí se vive muy cómodo, pero eso no lo es todo en la vida, allá "no eres nadie", no existes para nadie. Me contaba que se pasaba largas horas solo en la casa, esperando que los hijos y nietos regresaran de trabajar y de la escuela, que se quedaba encerrado porque no podía salir ya que según ellos, estaba viejo y no lo dejaban manejar, y que por el día el barrio en que él vivía parecía una maqueta, no se veía persona alguna, ni nadie tenía tiempo de dedicarte un rato para conversar. En una visita que hizo a la otra hija que vive en Cuba, decidió no regresar. Me cuenta que está haciendo ejercicios en el parque, que juega dominó por las tardes, que les repasa al otro nieto y a dos amiguitos más, que ha recuperado unos cuantos amigos de la "vieja guardia" y que con el dinerito que le mandan de allá y la ayuda de su familia aquí, tiene de sobra para cubrir sus gastos. Usando sus palabras textuales me decía: Algunos conocidos me decían que iba a venir al infierno, pero en realidad doctora, me siento en el paraíso. Evidentemente, el modo de vida que ahora lleva no será el paraíso, pero le genera mayor bienestar.
Un día me llevaron a un niño hijo de dos diplomáticos, que vino de vacaciones y no quería regresar con los padres a la misión donde ellos estaban trabajando, estaba "alzado", en plena "huelga", decía que lo dejaran con la abuela, que él no quería irse de nuevo, que no le gustaba estar allá. Cuando pregunté a los padres qué sucedía con el niño, me contaban que allá tenía que vivir encerrado por razones de seguridad, no tenía apenas amiguitos con quien compartir después de la escuela, y no estaban los primos, a los cuales adoraba. Desde que llega aquí es como si le dieran la carta de libertad —me decían los padres—-, se va para el parque de la esquina con los amigos del barrio, sale a pasear con los primos, juega pelota y fútbol en plena calle, se pasa el día rodeado de los abuelos, de los tíos y de los vecinos. En la entrevista con el niño me contaba que los primos le decían que él era bobo porque quería quedarse en Cuba teniendo la oportunidad de estar en otro país y el niño me decía: Yo extraño mucho cuando estoy aquí la pizza de peperones, pero te cambio un millón de pizzas por quedarme viviendo ahora mismo en Cuba.
Un joven que vino de retorno de España, me contaba que se había quedado sin trabajo y por supuesto no tenía dinero para pagar la renta, que la dueña le dio tres meses de plazo y al no tenerlo lo echó a la calle, pero lo más triste del caso es que nadie, ni sus amigos, le tendieron una mano pues le decían que dada la crisis cada cual "debería arreglárselas como pudiera" y tuvo que regresar porque la opción que tenía era o dormir en el metro o virar para la casa de sus padres aquí en Cuba. Al final, me decía, quienes están prestos a acogerte son los tuyos.
Me he quedado pensando en estos testimonios que muy bien podrían servir para tantos jóvenes que no encuentran bienestar alguno de vivir en Cuba y que solo imaginan una vida "de progreso" en el exterior o sobrevaloran la vida afuera como una vida de éxito y oportunidades, pero yo me pregunto: ¿qué tenemos aquí que falta en otros lugares? ¿Qué descubrieron el niño, el adulto mayor y el joven que vino de España, a partir de sus experiencias allá, que nosotros no vemos aquí? ¿Realmente el modelo de vida que proponen las sociedades capitalistas contemporáneas constituye actualmente un modelo de bienestar, a pesar de estar vendido por los medios de comunicación como el "sueño del progreso prometido"? ¿Hablamos hoy de buena vida o del buen vivir, de vida llena o vida plena? ¿Necesariamente el desarrollo económico y tecnológico es lo único que garantiza el bienestar personal y social?
Voy a hacer un esfuerzo de síntesis a partir de estas experiencias profesionales en lo que considero radican algunas de las bases de nuestro modelo cubano de bienestar.
En primer lugar el no sentimiento de exclusión, el no vivir "anomia social"
Este es un tema de profundas connotaciones espirituales y éticas. Cuando uno llega a un barrio en Cuba y pregunta por una persona, por lo general te dicen: "Vive en aquella casa". Los cubanos todos tenemos un nombre y una biografía porque todos tenemos espacios de pertenencia (familia, escuela, comunidad, centro de trabajo) y de participación social, todos en nuestra vida hemos asumido responsabilidades, asistimos en el barrio a las reuniones, a nuestro consultorio del médico, votamos en la misma urna, compramos los productos normados en el mercado o tenemos el mismo mensajero. Seguro que en algún momento hemos dicho: "Las mismas caras todos los días", pero justo ahí radica un escenario vital de grandes dimensiones humanistas y solidarias.
La anomia social o en palabras del abuelo que entrevisté el "Tú no existes", resulta una experiencia contraria a la que vivimos en Cuba, es la experiencia de vivir sin tener un lugar, sin ser reconocido o advertido, y no se trata de un lugar físico, sino de un lugar simbólico, un lugar de pertenencia y participación, un lugar que da sentido a la vida. Vivir en el "no lugar" es sentirse aislado, en soledad existencial, es sentirse extraño y ese es uno de los problemas del mundo actual. Incluso los lugares donde hoy coexisten muchas personas, más que lugares de encuentro son especialmente "no lugares". Resulta increíble que en un metro puedan ir diariamente cientos de personas que no intercambian palabra alguna y que muestran mayor contacto con los medios tecnológicos en una especie de autismo técnico, que de persona a persona. Otro "no lugar" son los aeropuertos y los moles (catedrales del consumo): mucha gente a tu alrededor y absolutamente ningún contacto. Si te caes nadie te recoge, porque además, existen tantas leyes de "derechos ciudadanos" que supuestamente protegen a las personas desde una visión individualista, que nadie te toca no vaya a ser que te acusen de acoso sexual. Están legislados el "no contacto" y la indiferencia.
Hoy en día la realidad social en otros países hace que cada vez estemos más excluidos que incluidos. Amén de la existencia de desigualdades sociales como consecuencia de las realidades económicas actuales en Cuba, nuestras políticas promueven la inclusión social conducente a borrar la distancia de género, color de la piel, capacidades físicas, orientación sexual. Cuba, como sistema social, a pesar de todas las dificultades y contradicciones, intenta construir un mundo donde todos quepamos, y donde la reciprocidad humana espontánea se da a partir de estas condiciones. En "la otra geografía", en el mapa de la globalización neoliberal, dividida en clases, los nexos interpersonales están dañados por disímiles diferencias y los unos quedan alejados de los otros por fronteras invisibles, que laceran la integridad y la participación.
Los diversos espacios de socialización
Los espacios de socialización son muy importantes en la vida, el entramado social es el recurso, el sostén para todo sujeto, pues está claro que ciertamente es en él que una persona puede desarrollarse en su potencial con plenitud. Las familias viven actualmente en aislamiento en muchas partes del mundo y mientras mayor es el nivel de vida, mayor es el modo de vida enclaustrado. Nadie conoce al vecino de al lado, nadie sabe quién es, dentro de las casas los miembros no tienen muchos espacios cara a cara, porque la invasión de la tecnología es tal que un padre puede estar chateando con un colega en Japón y no tiene la menor idea de lo que le sucede al hijo en el cuarto contiguo. En estudios que se han realizado en diferentes partes del mundo, el tiempo de conversación mirándose a los ojos, que un padre (especialmente el papá) dedica a sus hijos, no pasa de 15 minutos diarios.
Uno de los grandes impactos del modelo capitalista hegemónico actual es el poco tiempo para la familia u otros espacios comunitarios, los días entre semana la familia como grupo "no existe", los horarios extensivos e intensivos de trabajo, el pluriempleo de los padres para poder solventar las cada vez mayores exigencias del consumo, hacen que aquellos viejos rituales y tradiciones familiares se hayan desterrado de la vida cotidiana. Los psicólogos y sociólogos de muchos países plantean que el mayor impacto de esta realidad son la soledad infantil y la ausencia de vínculos en el anciano. Muchos niños de la clase media o media alta llegan de la escuela sin que asome en el hogar un rostro adulto hasta horas avanzadas o permanecen con una nana que brinda comida, pero no puede suplir el afecto y la atención de los padres.
Los medios tecnológicos aparecen como el antídoto a la soledad, pero sin ninguna restricción de los adultos, lo que puede producir adicción a los videos juegos, incrementar la violencia e incentivar la erotización temprana. Es poco frecuente que los niños o adolescentes dispongan en el mundo de hoy de las plazas públicas, las calles y los parques al aire libre como lugares de encuentro porque no hay seguridad ciudadana para ello. Los universos espacio-temporales de la red urbana destinados a la juventud, son vistos por los adultos como lugares de amenaza y peligro más que de esparcimiento y construcción de lazos sociales. En Cuba los parques y las plazas siguen siendo lugares de socialización de diferentes generaciones.
La familia cubana está tejida en redes sociales de intercambio, con los vecinos, con las organizaciones, con la escuela, con los parientes, incluidos los emigrados. Lo característico del modo de vida de los cubanos son los espacios de socialización, el tejido social que no excluye y deja sin nombre a nadie. Yo diría que la célula básica de la sociedad en Cuba, además de la familia como hogar, la constituye la red de intercambio social familiar y vecinal, ese tejido social en redes, representa una de las fortalezas invisibles más grandes que tiene el modelo cubano de bienestar, es ahí donde radica el mayor logro de nuestro proceso social, la solidaridad social, la contención social, el intercambio social permanente. Ese capital es solo perceptible para el que lo pierde y comienza a vivir otra vida fuera del país.
A pesar de que tenemos dificultades económicas y problemas no resueltos, la familia en Cuba existe. La familia cubana comienza a vivir intensamente después que los niños salen de la escuela y los niños, jóvenes y adolescentes hacen vida familiar-comunitaria a partir de su salida de los centros escolares. La vida familiar en Cuba no se produce a puerta cerrada. La puerta de un hogar cubano puede ser tocada muchas veces por los agentes de fumigación, por los vecinos, por la enfermera, por los dirigentes de base, por los "puerta-propistas". Hay que salir diariamente al mercado, ir a casa de los vecinos para recoger mandados, botar la basura, ir a la farmacia, buscar a los niños en la escuela. La vida familiar en Cuba es multigeneracional, donde todas las edades se mantienen interactuando, la mayoría de los adultos mayores no viven en asilos, su verdadero espacio por lo general es la comunidad.
La solidaridad social a contracorriente del individualismo
En el escenario internacional actual el bien individual es más importante que el bien social, el modelo de desarrollo económico pone a las personas ante el deseo de vivir "mejor" (a veces a costa de los demás) por encima del vivir todos bien. Hoy en día la gente dice "yo no le hago mal a nadie, que nadie se meta en mi vida, a mí me gusta, a mí me va bien, es mi cuerpo, es mi vida, es mi espacio",eligen la actuación que maximice los beneficios y las ganancias. El "nosotros" se sustituye por el yo. La conducta egoísta en este mundo hegemónico actual es denominada y bien ponderada como "racionalidad instrumental" cuando en realidad esa racionalidad lo que esconde es una gran insensibilidad social.
En nuestro país existe la solidaridad social, aunque hoy vivimos una suerte de paralelismo entre nuestros comportamientos solidarios y la insensibilidad de algunas personas. La socialización del transporte o "botella", por ejemplo, el hacer de tus vecinos, tu familia, la socialización vecinal de teléfonos particulares, el pasarse los uniformes escolares, algunas medicinas, el brindar tu casa particular como aula después de un ciclón que afectó la escuela, son ejemplos de nuestro intercambio solidario. Me contaba una joven que estudiaba en la escuela Lenin que en el grupo de sus amiguitas, además de ser una práctica generalizada de los grupos, se juntaba cada semana lo que traían de la casa para repartírselos equitativamente y así todas comían lo mismo, independientemente de que algunas podían traer más cosas y otras no traían casi nada. Para ellas lo más importante eran la amistad y la hermandad.
La creatividad e inteligencia colectiva
En Cuba, además de que puedes conversar y tener múltiples intercambios sociales, puedes darte el lujo de una buena charla con muchas personas. Todos sabemos de algo, todos podemos dar una opinión o podemos tener buenas ideas, tenemos cultura política, cultura deportiva o algunos saben mucho de arte. Tenemos capital cultural acumulado y eso es parte de nuestro patrimonio social y del bienestar invisible. No somos para nada ignorantes, resultado de los niveles educacionales alcanzados. Los cubanos y las cubanas impresionamos por nuestra capacidad para conversar, para emitir ideas y criterios. Uno de los grandes problemas que tengo como psicóloga clínica, cuando atiendo a las personas, es que se me va el tiempo, porque estamos acostumbrados a conversar, algunos me traen una lista de cosas escritas para que no se les escape lo que desean decir. Estamos acostumbrados a regalarnos tiempo y eso es un lujo en los momentos actuales, cuando nadie tiene tiempo que ofrecer, donde en todas partes del mundo se vive el síndrome de la prisa.
En mis visitas a impartir docencia a países latinoamericanos, en los trabajos de estudios de familia que deben presentar en clases, los estudiantes presentan una realidad familiar-social que me deja perpleja, por la carga de problemas sociales acumulados, no solo en familias pobres, sino de cualquier clase social. Me doy cuenta por lo que escucho, que nosotros estamos a siglos de distancia, porque el tema no es económico, sino de ignorancia, de pobreza mental acumulada, de estigmas sociales, prejuicios de clase, de género, de raza, violencia contra la mujer, soluciones mágicas a los problemas sin fundamento científico, abuso sexual infantil, poligamia, taras genéticas por una sexualidad irresponsable o sexo entre parientes, todo ello son problemas cotidianos. Son los problemas asociados al desamparo social, a la ausencia de programas sociales de prevención. Para nosotros es excepción lo que para ellos es cotidiano.
Como profesora siento que nuestra población es culta y desarrollada, y lo vivimos sin apenas darnos cuenta y aunque lo cotidiano aparenta ser intrascendente, es el gran telón de fondo de la historia. Algunos jóvenes emigrados suelen darse cuenta de esta realidad social tan diferente con la que tienen que aprender a lidiar.
¿Cómo potenciar nuestro modelo cubano de bienestar?
El nuevo modelo económico tiene, entre sus objetivos, incrementar la productividad. Con el nuevo modelo económico el gran desafío es fortalecer nuestra propuesta cubana de bienestar que representa una alternativa al anti-modelo dominante, una concepción que también comparten y reiteran prácticamente todos los pueblos indígenas del continente y del mundo y proviene de una larga tradición dentro de diversas manifestaciones religiosas. Todas estas visiones, incluida la cubana, es que el objetivo global del desarrollo, que no es tener cada vez más, sino ser más, no es atesorar más riqueza, sino más humanidad. Se expresa en su insistencia en vivir bien en vez de mejor, lo que implica solidaridad entre todos, prácticas de reciprocidad y el deseo de lograr o restaurar los equilibrios con el medio ambiente y a la vez mejorar las condiciones de vida de la población. Sin embargo, la mejora en las condiciones de vida no va a revertir sola los problemas de índole social que hemos acumulado. La dimensión económica no puede aislarse de las dimensiones sociales, culturales, históricas y políticas que otorgan al desarrollo un carácter integral e interdisciplinario, para recuperar como objeto fundamental el sentido del bienestar y del buen convivir.
No hay que ser un científico social para percatarnos de que, al margen de las condiciones de vida, en nuestro país existen muchas personas y familias que más que pobreza material ya tienen instalada la pobreza espiritual. Algunas familias tienen pobreza mental, expresada en sus estrategias de vida alejadas de los más elementales comportamientos decentes, en sus patrones de consumo distantes de la realidad de nuestro país, cercanos a la tenencia material superflua, en sus aspiraciones alejadas del bienestar común. Ahí radica la cultura de la banalidad y de la frivolidad propia del modelo hegemónico actual.
La acumulación de problemas materiales producto de la cruenta crisis económica de la década de los 90, ha deteriorado sustancialmente los valores a nivel social. Los valores no son solo principios, sino que deben ir acompañados de comportamientos, para que no pierdan su eficacia. Si desde las prácticas contradecimos los principios, pues estamos ante una crisis de valores.
Cuba no está ajena a las influencias hegemónicas del actual mundo unipolar y supuestamente global, hay que continuar tratando de construir un modelo de bienestar alternativo "a la intemperie", bajo todas las influencias que genera la colonización de la subjetividad, incluyéndonos, a pesar del efecto modulador de nuestras políticas sociales. En el mercado no valen los ideales, sino la capacidad de consumo, los no consumidores se vuelven seres humanos "no reconocidos", excluidos de todo tipo de reconocimiento social.
Existe hoy en el mundo una sobresaturación de información, algunas muy buenas, pero otras plagadas de mediocridad y superficialidad. Los medios de comunicación del actual modelo hegemónico fomentan la banalidad con tal de vender más. Somos atiborrados con entretenimientos, novelas, series y películas de violencia que tienen un poder de encantamiento increíble porque atrapan, pero se corre el riesgo de ser arrastrado al ocio y a la adicción (drogas, alcohol, sexo promiscuo, dinero fácil, juegos de azar, videojuegos).
Cuando Gandhi, Premio Nobel de la Paz, señaló los siete pecados capitales de la sociedad contemporánea se refirió precisamente al contexto global en el que nos encontramos inmersos: Riqueza sin trabajo, Placer sin conciencia, Conocimiento sin utilidad, Comercio sin moralidad, Ciencia sin humildad, Adoración sin sacrificio y Política sin principios.
Por lo general, la publicidad y el mercado asocian el bienestar al placer, al tener, al éxito, al estatus.
Es cierto que si no tenemos mucha cultura, la tendencia a pensar que en el tener está el bienestar y dejarnos atrapar por todas las propuestas de consumo crece como "hierba mala", es someternos a la ignorancia. La ética del ser requiere de una formación moral, una preparación, una educación familiar, en general una educación de mayor envergadura, y a eso es lo que tenemos que apostar como sociedad.
Fomentar la solidaridad social
Con el fortalecimiento del trabajo por cuenta propia, la comunidad constituye el espacio vital de muchas familias. Familia-comunidad-organizaciones-trabajo se fortalecen en sus vínculos. Sin embargo, los nuevos escenarios constituyen una magnífica oportunidad para fortalecer la vida comunitaria, además de potenciar el trabajo en beneficio del bienestar común. Cuba aporta la diferencia en el sentido de solidaridad y responsabilidad social que hemos incorporado.
Se hace necesario potenciar una cultura solidaria y una responsabilidad social que sirva de antídoto a la penetración de la cultura del mercado. Es importante que la gente mantenga su eticidad solidaria, que no se fragmente el proyecto colectivo. Aunque el nombre, y no la idea del trabajo por cuenta propia sugiera una cierta desconexión social, que no representa nuestra ética solidaria.
Fortalecer el espacio comunitario
La familia y la comunidad han ganado en importancia en Cuba como escenarios de la vida en los tiempos actuales. Cuando algún visitante observa nuestro modo de vida comunitario, en ocasiones refieren que antes en su país se vivía así, pero hace más de diez años que ya se vive a "puertas cerradas" y a "casas vacías durante gran parte del día" Esto se debe, en su mayor parte, al surgimiento de nuevas tecnologías, a horarios laborales cada vez más extensos, a la frecuencia con la que cambiamos de trabajo y casa, y a ciudades cada vez más grandes y pobladas. El crecimiento exacerbado del individualismo está haciendo cada vez más difícil encontrar una sensación de comunidad. La comunidad ha sido reducida al núcleo familiar mínimo, y en estas circunstancias es muy fácil caer en el aislamiento, que conlleva a la soledad y la depresión, creando un gran colapso social, con resultados tan drásticos como incrementos en violencia, abuso de drogas y enfermedades mentales.
Cuando las personas de todas las edades, grupos sociales y culturas sienten que pertenecen a una comunidad tienden a ser más felices y saludables, y crean una red social más fuerte, estable y solidaria. Una comunidad fuerte aporta muchos beneficios, tanto al individuo como al grupo en sí, ayudando a crear una mejor sociedad en general. Nuestro gran desafío es que nuestras puertas no se cierren, que no perdamos la sensibilidad por los otros, por nuestro barrio y entorno, que sigamos preocupándonos por el bien común.
Las diferentes formas de inserción a la economía no han deteriorado sensiblemente el tejido social existente, no somos una sociedad estratificada en clases sociales, sino tejida en redes familiares, vecinales y sociales, mantenemos una ética solidaria.
Una aspiración importante es que en la comunidad se encuentren soluciones novedosas a muchos de los problemas sociales que tenemos basado fundamentalmente en esa visión de la comunidad como espacio potenciado en la solución de los problemas. Para ello se necesitará una mayor dinamización de la comunidad en su capacidad para influir en las problemáticas locales.
Es importante mantener la implicación de los ciudadanos en la vida social, preservar el cuidado de nuestros espacios, el respeto a los ancianos, los niños, las mujeres, las personas con alguna discapacidad y sobre todo, mantener la responsabilidad social en la educación de las jóvenes generaciones.
Tomando en consideración todos estos elementos, considero que tenemos una gran responsabilidad social de no perder nuestro modelo cubano de bienestar, que nuestro país cuenta con condiciones sin precedentes para marcar la diferencia, que es preciso continuar resistiendo a la colonización de la cultura y la subjetividad, que el gran desafío es seguir proponiendo otros modelos de ser humano y de colectividad que realmente indiquen caminos de verdadera humanización.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)