El primer día de enero de 1959 recién había cumplido yo los once años de edad. El bullicio, la euforia que envolvió a los cubanos por el derrumbe de la tiranía de Fulgencio Batista era algo lógico, dados los desmanes, robos, abusos, torturas y asesinatos cometidos por ese criminal.
Pronto la Revolución triunfante comenzó a sentir los rigores de la lucha por la independencia nacional, acción insólita para los que hasta ese momento habían seguido la trayectoria de gobiernos entreguistas sometidos a las presiones del Gobierno de Estados Unidos.
También muy pronto comencé a comprender las razones por las cuales ese gobierno del norte pretendía destruir el Gobierno Revolucionario establecido en aquel primer mes de 1959.
Las ideas expuestas por Fidel, las medidas populares relacionadas con la vivienda, la Reforma Agraria, el derecho de la mujer a ocupar el espacio que le pertenecía como ente social imprescindible para la nación, chocaban con los preceptos de Washington que prefería regímenes dóciles y nada apegados a la gente mas humilde de la sociedad.
En toda esa trama de arbitrariedades y crímenes que ha urdido el Gobierno de Estados Unidos en su empeño por apagar la llama de la Revolución Cubana, la utilización del terrorismo con ese fin, pone al descubierto la verdadera esencia del imperio.
Por un lado se auto proclama paladín en la defensa de los derechos humanos, pero desde el mismo 1959 ya se había dado la orden de ocasionar el mayor daño posible al pueblo cubano, incluidas medidas para asfixiar la economía de la Isla y provocar así la ira de los habitantes de la Mayor de las Antillas, que acosados por el hambre y las enfermedades tendrían que recurrir al levantamiento para acabar con Fidel, es decir, con la Revolución.
Yo estaba en la escuela primaria, y en el año 1960, se recrudecían las acciones violentas. Petardos, bombas, quema de cañaverales, asesinatos de revolucionarios, vuelos de avionetas transportando armas para los contrarrevolucionarios, entradas ilegales al país con comandos entrenados, armados y financiados desde Estados Unidos.
Se vivieron momentos de mucha tensión. Solo por el hecho de querer ser libres y soberanos nos habíamos ganado la antipatía de un gobierno que había sostenido a una dictadura criminal como la de Batista.
Han pasado los años y no me puedo apartar del recuerdo de aquel joven, Conrado Benitez, asesinado en la plena efervescencia de su juventud por el delito de ser maestro y enseñar a los que no sabían.
Ese mismo año era asesinado un alfabetizador, un niño, Manuel Ascunce Domenech, con el deliberado propósito de obstaculizar la campaña de alfabetización, que culminó el 22 de diciembre de 1961 cuando Fidel proclamó al mundo que Cuba se convertía en el primer país de América Latina y el Caribe libre de analfabetos.
Los años siguieron pasando y el terrorismo organizado contra el pueblo cubano por el Gobierno de Estados Unidos no disminuyó, al contrario, se hizo abierto sintiéndose impune en su lucha contra la pequeña patria de José Martí.
Hoy cuando leo que a mi pais se le vuelve a colocar en una lista de naciones que promueven el terrorismo, se me revuelven las entrañas porque el Gobierno que acusa a Cuba de tales hechos es el que ha promovido el terrorismo contra mi pueblo.
Es el Gobierno que organizó, financió y envío una invasión contra Cuba, es el Gobierno que tiene en su territorio a connotados criminales y terroristas, es el Gobierno que impone a mi pueblo un bloqueo genocida con la intención de aniquilarnos como especie humana solo por el hecho de defender la dignidad y la soberanía.
El Gobierno que le impone restricciones a mi patria para que no pueda adquirir las medicinas para curar a los enfermos, el Gobierno que persigue con saña cualquier transacción comercial con otros países para abortarlas, es el que acusa a mi Gobierno de promover el terrorismo.
No hay vergüenza en el Gobierno de Estados Unidos, en realidad en ninguna de las administraciones que se han empeñado el lidiar con la gallardía de los cubanos no ha habido un ápice de vergüenza, ni moral, ni ética, y estoy hablando de todos, hasta el actual mandatario norteamericano, al que me quieren vender como oveja y es un lobo disfrazado de caperucita.
Con la inclusión de mi pais en esa nefasta lista, que ningún organismo internacional ha avalado, el Gobierno de Obama ofende a nuestros hermanos muertos por el terrorismo pagado desde territorio estadounidense. Ofende a los mutilados por las acciones criminales organizadas en la nación del Norte contra mi pueblo.
No tiene moral ese Gobierno mientras protege a un terrorista confeso, criminal, torturador que anda por las calles de Miami como si fuera un héroe, aplaudido por las hordas que pagaron el salvaje atentado contra el avión cubano en Barbados con el triste saldo de 73 personas asesinadas.
Eso no lo sabe Obama? Eso no lo sabe la señora Clinton?
No se cómo pueden ir ambos a misa los domingos sabiendo que con esa miserable ubicación de Cuba entre los paises que promueven el terrorismo en el mundo, se están manchando las manos de sangre.
Dios no les perdonará ese pecado a estas dos ilustrísimas figuras de la democracia norteamericana.
Pronto la Revolución triunfante comenzó a sentir los rigores de la lucha por la independencia nacional, acción insólita para los que hasta ese momento habían seguido la trayectoria de gobiernos entreguistas sometidos a las presiones del Gobierno de Estados Unidos.
También muy pronto comencé a comprender las razones por las cuales ese gobierno del norte pretendía destruir el Gobierno Revolucionario establecido en aquel primer mes de 1959.
Las ideas expuestas por Fidel, las medidas populares relacionadas con la vivienda, la Reforma Agraria, el derecho de la mujer a ocupar el espacio que le pertenecía como ente social imprescindible para la nación, chocaban con los preceptos de Washington que prefería regímenes dóciles y nada apegados a la gente mas humilde de la sociedad.
En toda esa trama de arbitrariedades y crímenes que ha urdido el Gobierno de Estados Unidos en su empeño por apagar la llama de la Revolución Cubana, la utilización del terrorismo con ese fin, pone al descubierto la verdadera esencia del imperio.
Por un lado se auto proclama paladín en la defensa de los derechos humanos, pero desde el mismo 1959 ya se había dado la orden de ocasionar el mayor daño posible al pueblo cubano, incluidas medidas para asfixiar la economía de la Isla y provocar así la ira de los habitantes de la Mayor de las Antillas, que acosados por el hambre y las enfermedades tendrían que recurrir al levantamiento para acabar con Fidel, es decir, con la Revolución.
Yo estaba en la escuela primaria, y en el año 1960, se recrudecían las acciones violentas. Petardos, bombas, quema de cañaverales, asesinatos de revolucionarios, vuelos de avionetas transportando armas para los contrarrevolucionarios, entradas ilegales al país con comandos entrenados, armados y financiados desde Estados Unidos.
Se vivieron momentos de mucha tensión. Solo por el hecho de querer ser libres y soberanos nos habíamos ganado la antipatía de un gobierno que había sostenido a una dictadura criminal como la de Batista.
Han pasado los años y no me puedo apartar del recuerdo de aquel joven, Conrado Benitez, asesinado en la plena efervescencia de su juventud por el delito de ser maestro y enseñar a los que no sabían.
Ese mismo año era asesinado un alfabetizador, un niño, Manuel Ascunce Domenech, con el deliberado propósito de obstaculizar la campaña de alfabetización, que culminó el 22 de diciembre de 1961 cuando Fidel proclamó al mundo que Cuba se convertía en el primer país de América Latina y el Caribe libre de analfabetos.
Los años siguieron pasando y el terrorismo organizado contra el pueblo cubano por el Gobierno de Estados Unidos no disminuyó, al contrario, se hizo abierto sintiéndose impune en su lucha contra la pequeña patria de José Martí.
Hoy cuando leo que a mi pais se le vuelve a colocar en una lista de naciones que promueven el terrorismo, se me revuelven las entrañas porque el Gobierno que acusa a Cuba de tales hechos es el que ha promovido el terrorismo contra mi pueblo.
Es el Gobierno que organizó, financió y envío una invasión contra Cuba, es el Gobierno que tiene en su territorio a connotados criminales y terroristas, es el Gobierno que impone a mi pueblo un bloqueo genocida con la intención de aniquilarnos como especie humana solo por el hecho de defender la dignidad y la soberanía.
El Gobierno que le impone restricciones a mi patria para que no pueda adquirir las medicinas para curar a los enfermos, el Gobierno que persigue con saña cualquier transacción comercial con otros países para abortarlas, es el que acusa a mi Gobierno de promover el terrorismo.
No hay vergüenza en el Gobierno de Estados Unidos, en realidad en ninguna de las administraciones que se han empeñado el lidiar con la gallardía de los cubanos no ha habido un ápice de vergüenza, ni moral, ni ética, y estoy hablando de todos, hasta el actual mandatario norteamericano, al que me quieren vender como oveja y es un lobo disfrazado de caperucita.
Con la inclusión de mi pais en esa nefasta lista, que ningún organismo internacional ha avalado, el Gobierno de Obama ofende a nuestros hermanos muertos por el terrorismo pagado desde territorio estadounidense. Ofende a los mutilados por las acciones criminales organizadas en la nación del Norte contra mi pueblo.
No tiene moral ese Gobierno mientras protege a un terrorista confeso, criminal, torturador que anda por las calles de Miami como si fuera un héroe, aplaudido por las hordas que pagaron el salvaje atentado contra el avión cubano en Barbados con el triste saldo de 73 personas asesinadas.
Eso no lo sabe Obama? Eso no lo sabe la señora Clinton?
No se cómo pueden ir ambos a misa los domingos sabiendo que con esa miserable ubicación de Cuba entre los paises que promueven el terrorismo en el mundo, se están manchando las manos de sangre.
Dios no les perdonará ese pecado a estas dos ilustrísimas figuras de la democracia norteamericana.