Por momentos parecía que el aire
quedaba suspendido en su atmósfera, para luego desatarse en furia sobre el
escenario, que pareció pequeño para tan grande figura.
Había llegado el momento esperado,
soñado por algunos, pero ahí estaba el ébano hecho persona, dándonos muestra de
su talento y de una maestría propia de los vencedores.
Salió al escenario de manera
silenciosa, las luces casi inexistentes, le dieron una aureola agradable a ese
instante inicial, preludio de lo que sería una gran noche.
Suit de danzas, una obra con la
bellísima música de Juan Sebastián Bach e interpretada por Amparo del Riego con
su violonchelo, marcaron la pauta de lo que vendría después.
Ya en esta interpretación Carlos
Acosta desplegó su estatura de hombre de la danza, esa que lo ha acompañado por
los cuatro puntos cardinales de nuestro planeta.
Pasados solo unos minutos del
inicio, el público ya lo arropó con los aplausos que merece quien se entrega
definitivamente para lograr la felicidad de quienes acuden a verlo actuar.
Luego todo fue como una sucesión de
imágenes, cual película dejándonos ver toda la profesionalidad de este cubano,
bailarín de ensueño, que honró con su presencia a la ciudad de Bayamo.
De repente, una bailarina, muy
joven, pero con el talento suficiente, Laura Ríos, puso a pensar al auditorio
con su obra Cara o cruz, en la que demostró su valía y su futuro.
No hubo agotamiento en el espíritu,
ni de Carlos ni del público, quizás físico sí, porque cuando un artista se
adueña del escenario es para hacerlo temblar y él lo hizo.
Ahora nos queda ese sentimiento
señalándonos que queríamos mas de él, que deseábamos que la función continuara
un tiempo infinito.
No hay que lamentarse, volverá a
esta ciudad a esta provincia porque un huésped ilustre no puede soslayar los
latidos del corazón agradecido ante tal distinción