No guardo con exactitud la fecha en que por primera vez hablé con Eduardo Rosillo.
Fue
en Bayamo y salía del hotel Royalton, ubicado en la Plaza de la Revolución,
acompañado por su esposa.
Nunca
olvidaré ese instante pues al presentarme con trabajador de Radio Bayamo noté
en él la alegría de encontrarse con un colega del sector oriundo de la ciudad.
Naturalmente
que luego tuvimos otros encuentros, tanto en La Habana como en la Ciudad
Monumento Nacional, que siempre lo acogió con mucho cariño.
Hombre
de una simpatía enorme en el pueblo cubano, en una ocasión, de las tantas en
Bayamo, me pidió que lo llevara a la casa del doctor Hugo Estrada, por sugerencia
de su primo, otro médico, Galainena.
De
ese encuentro con el doctor Estrada surgió una sincera amistad, que hizo
visitarle cuantas veces venía o pasaba por nuestra ciudad bayamesa.
Recuerdo
una simpática anécdota acontecida en plena calle Máximo Gómez, frente a la casa
del doctor Hugo Estrada, en una reunión de amigos, en la que el ron también
tuvo su protagonismo.
Se
hablaba de muchos temas, especialmente de música, el plato fuerte que
distinguía a Rosillo y de la cubana en particular, que defendió a capa y espada.
En
ese momento llegó al lugar un conocido animador de entonces, que presentaba el
espectáculo del cabaret Bayam y que respondía por el apellido de Valdés, personaje
que vestía siempre de traje y corbata.
Amigo
de Hugo, Valdés dijo que se había enterado de la presencia de Rosillo en Bayamo
y quería saber donde estaba pues él había sido su maestro de locución en La
Habana.
Todos
quedamos boquiabiertos con esa noticia, pero los presentes le seguimos la
corriente y comenzamos a interrogar a Valdés acerca de esa historia sobre sus
clases a Rosillo en cuanto a locución.
Dijo
que lo había conocido en La Habana y que le cayó bien desde que escuchó su voz
al conversar en un sitio no especificado de la capital cubana.
Valdés
se deshizo en comentarios sobre las posibilidades de Rosillo como locutor y
manifestó su alegría por haberle ayudado para llegar a trabajar como tal.
El
auditorio seguía ensimismado con aquellas expresiones de Valdés pues ponía
mucho énfasis en lo que estaba diciendo, con seguridad y con la confianza de
ser creído por los presentes.
Luego
de empinar el codo en más de una ocasión, Valdés le preguntó al doctor Hugo
Estrada donde estaba hospedado Rosillo para ir a saludarlo en esa estancia
bayamesa del afamado locutor.
Hugo
le preguntó: ¨¨Valdés tú realmente conoces a Eduardo Rosillo?¨¨
La
respuesta fue tajante: ¨¨claro compadre, dime donde está?¨¨.
El
médico se levantó de su silla y le dijo: Este que está aquí, a mi lado, es
Eduardo Rosillo Heredia, mi amigo el locutor de Radio Progreso.
Valdés
casi se atraganta con el ron.
Aquello
se vino abajo entre carcajadas.
Valdés
no lo conocía.