Confieso que la música campesina siempre me ha gustado, por su belleza y originalidad.
Desde pequeño ya tuve relación con esa manifestación de la cultura cubana, pues en la zona de Pompita, Malvango y El Palenque, barrios cercanos a la ciudad de Bayamo, se daban fiestas, especialmente los domingos y a ellas acudían mis padres, quienes me llevaban en ese viaje.
Fue ahí que comenzó a introducirse en mi gusto esa música que sale de los platanales, de los cafetales y de cualquier rincón de Cuba donde se encuentre un campesino amante de lo suyo y de esa cultura que lleva dentro.
Aquí en Bayamo hemos tenido buenos intérpretes de la música campesina, que yo recuerde está Marianito Hernández, lamentablemente ya fallecido, un decimista nacido en la zona de Velasco, en Holguín y que vino a esta ciudad, echó raíces y creó una familia.
Marianito, como le llamaban, era de los buenos repentistas de Cuba, así reconocido por los especialistas, y por eso tejió una leyenda que aún, con el paso de los años, no se puede borrar.
En Radio Bayamo era líder del grupo campesino, y sus memorables improvisaciones llegaban a las montañas y a los llanos de esta zona oriental, creando una relación muy fluida con los oyentes, algunos de los cuales visitaban el estudio, solo para ver a Marianito y disfrutar de su capacidad y su talento como decimista.
Recuerdo que muchas veces lo acompañé a él y al grupo campesino en visitas a la Sierra Maestra. Aquellos encuentros con los montañeses eran de leyenda. Lo querían tocar, lo querían escuchar y tampoco querían que se marchara.
Tal era su prestigio en el campo de la décima cantada, que incluso de la capital venía personas a conocerlo y a compartir con él sobre sus experiencias como intérprete de esa música que llevamos dentro, sea uno campesino o sea un ciudadano de lo urbano.
Aun cuando ya no está físicamente entre nosotros, se le recuerda con cariño, es que un artista de su estirpe no puede ser olvidado por el pueblo que lo aplaudió en cada presentación.
Mariano Hernández le cantó al campesino, a la Palma Real, a la Revolución, a la Patria, a la Bandera.
Sus décimas hoy se multiplican en cada cooperativa, en cualquier cafetal o en medio de los cañaverales, es que su impronta no se fue con él, quedó entre nosotros, como el legado poético que no podemos perder.
Autor: David Rodriguez Rodríguez