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lunes, 30 de marzo de 2009

HIRALDO CAÑETE LAGO: UN MILLONARIO DESDE LOS CAMPOS DE CAÑA

Desde el trono de su herramienta de trabajo se va abriendo paso, dejando caer el resultado de su esfuerzo en la cama de un camión que no detiene su andar en el trayecto del campo al ingenio donde se convierte en azúcar esa caña recién cortada.

Este hombre no se percata del intenso calor que sale de los campos, pues en su combinada la temperatura es muy agradable, a pesar del duro trabajo que demanda su faena.

Aún así no se cansa de mirar para la guardarraya por la que camina sobre esa maquinaria hermosa que tiene en sus manos.

Allí, sentado en el trono como un rey, cuya misión es conquistar espacios, no para apropiárselos, sino para entregar a la sociedad que lo reconoce, el premio que merece por construir un proyecto social justo para todos y al que desde la altura de sus convicciones levanta diariamente un monumento.

Así es él, un gladiador desde la profunda sencillez de su espíritu, cargando no el pesado saco de la pereza, sino el esplendor que solo el trabajo ofrece a quien hace del oficio un evangelio.

Parece un hombre callado, sonríe apenas le reconocen sus méritos, asume ese momento como un compromiso, y vuelve a la cotidianidad laboriosa de los días soleados o grises, pero con el afán de contribuir con la riqueza de un millonario en el socialismo a la riqueza colectiva de su nación que lo aplaude.

Hiraldo Cañete Lago no trabaja para recibir elogios ni reconocimientos, porque su palabra empeñada y cumplida, vale más que cien salarios.

Dejamos a Hiraldo casi al mediodía de este domingo de mucho sol.

Nos despedimos de él con la satisfacción de haber conocido a un auténtico trabajador de estos tiempos, que ya instalado nuevamente en su combinada, comenzó a dialogar con las cañas como solo sabe hacer quien labora para tocar con sus vigorosas manos, el amanecer de la victoria.
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NOTA: La Empresa Azucarera Grito de Yara se encuentra ubicada en la comunidad del mismo nombre, perteneciente al municipio de Rio Cauto en la provincia de Granma

miércoles, 25 de marzo de 2009

CANCION LA BAYAMESA. 27 DE MARZO DE 1851

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Dicen que de tan solo escuchar el primer acorde aquella mujer quedó en el éxtasis. No se apresuró a abrir la ventana, como suele hacerse en esos casos de serenatas inesperadas, sino que dejó correr el tiempo para disfrutar más de la sorpresa.

Sea ficción o realidad lo que se cuenta, la verdad es que ese momento marcó un antes y un después, aunque es posible que esa manifestación de cantarle a la mujer amada, no haya sido estrenada con esa canción que nos marca a los bayameses, pero sí puede considerarse la más significativa de todas.

Luz Vázquez no podía imaginar que al abrir su ventana, se encontraría con los felices rostros de aquellos hombres que, sin proponérselo, entraron de manera tan hermosa a la historia de la incipiente música cubana de entonces.

Hoy esa inspiración, con la letra y la música desgranadas en noche bohemia, es uno de los símbolos de la ciudad de Bayamo, y sus habitantes se estremecen cada vez que tienen la ocasión de escucharla, porque resume, aglutina, el amor a la mujer de la Numancia Cubana.

Aquel día, se empinaron las luces para iluminar el claro sentido de una canción que desde entonces, nos acompaña en todos los momentos, para homenajear o para despedir a las mujeres que distinguen a esta ciudad, a la que rinden tributo con su belleza.

Céspedes, Fornaris y del Castillo han dejado un legado inolvidable, pero repetible porque cada mujer bayamesa lleva en su alma, como estandarte del amor que recibe, esa maravillosa canción que merece todos los días, cuando el sol despunta en el amanecer o cuando en el ocaso las sombras dibujan el fin del día.

Ojalá que hoy los bayameses regalen una flor a cuanta mujer de esta ciudad se encuentren a su paso, y la premien con un beso en la mejilla, como delicada expresión de amor y de lealtad a aquellos que hace 158 años nos honraron con una canción que nos une y dulcifica el espíritu.
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lunes, 23 de marzo de 2009

EL OLOR DE LOS CEDROS


La mañana se presentó hermosa, aunque algunas minúsculas y desperdigadas gotas de lluvia pretendieron humedecerla, pero partieron raudas ante la presencia radiante de un sol que no deseaba desprenderse de su luminosidad.

Así llegamos a ese punto geográfico desconocido antes por muchos, pero hoy es referencia para los revolucionarios pues allí nació un hombre que se propuso descuartizar la injusticia en cualquier parte de este planeta tan mal repartido.

Birán es un sitio para el antes y el después, porque entre los cedros creció, anduvo entre las aguas de sus ríos, un ser humano que con el paso del tiempo, y junto a esos árboles tan duros como el diamante, elevó su estatura de hombre que constituye hoy símbolo de libertad y esperanza.

Qué honra para los cubanos de hoy caminar entre la tumba de sus padres y abuelos y la escuela que lo acogió, entre la casa materna y la valla de lidia, entre el correo y el bar. Entre las palmas y algarrobos que no han perdido la esencia de sus raíces.

Ir a Birán es como viajar con el tiempo a los momentos en los que el Héroe acoge a los haitianos, que desde ayer y hasta hoy en su país son reducidos como personas gracias a las injusticias que aún prevalecen en nuestros días.

Ir a Birán es sostener con las manos una idea nacida con los sentimientos de su padre y que hoy se multiplica en los Consejos Populares de nuestros días para tranquilidad de un pueblo con la memoria exacta, precisa, justa.

En ese sitio reafirmamos los principios, esos que nacen del convencimiento para defender las ideas más preclaras, las ideas que un hombre, nacido en Birán, comenzó a esbozar desde las sombras de los cedros.

Después de ver todo lo que vincula a Fidel con ese lugar donde con doce libras de peso llegó al mundo, nos quedan, a los que sostenemos el pensamiento que lo mantiene permanentemente en nuestros corazones, que aquellos caguairanes siguen enhiestos, como lanzas contra los enemigos del olor de los cedros.

jueves, 12 de marzo de 2009

MANUEL DE ACOSTA

Estamos en la jornada por el Día de la Prensa Cubana, y
Es momento propicio para recodar a hombres y mujeres que de una manera u otra han dejado su huella en esa profesión.

Durante muchos años se escuchó el nombre de un
corresponsal que tributaba sus informaciones para Radio Bayamo. Un hombre que con escasa preparación académica demostró que amaba el arte de describir, contar, informar a la ciudadanía sobre diversas temáticas.

Su humildad lo hacía grande. Siempre andaba apurado como si el tiempo se le fuera a terminar. Era esa ansia que lo distinguió toda la vida por entregar en el momento exacto la información redactada.

En estos tiempos de tanta restricción con los recursos, hay que atribuirle el mérito que le corresponde pues en una etapa donde existían en abundancia, a veces entregaba el reporte en papel de cartucho o en cualquier superficie que soportara la escritura.
De baja estatura, era grande este hombre que recordamos hoy por su sonrisa y por su apego a la verdad y a la necesidad de destacar a cualquier persona o entidad merecedora del reconocimiento público.

Habrá que reconocerle su esfuerzo por informar pues llegaba todos los días desde Guisa, donde trabajaba en la empresa cafetalera, para hacer saber el preciado tesoro que traía en sus manos: una noticia.

Manuel de Acosta, ese misionero de la información dejó una huella imborrable en la historia del periodismo bayamés y en Cuba también porque su trabajo se difundió durante muchos años a través de Radio Reloj.

Este es un homenaje sencillo a Manolo, como le llamaban, un homenaje que con el paso del tiempo, cobra mayor valor, porque hacía su labor informativa de manera voluntaria.

Ya no está entre nosotros físicamente hablando, partió hace algunos años llevándose muchas historias, pero otras, esas historias de trabajadores buenos de un sector o de otro, quedaron en nosotros como referencia del apego de su apego a la información.

Manuel de Acosta nos señala, desde el púlpito de la noticia las señales de que un periodismo bueno se puede hacer desde la constancia, la voluntad y la verdad.

ROBERT A.PANEQUE

Parece que los vamos a volver a ver en cualquiera de las calles de su Bayamo que tanto amó.

Hombre de actitud vertical vivió para los demás, se entregó en cuerpo y alma al mejoramiento humano, y como revolucionario no hizo esperar a la patria y se involucró de manera profunda en las acciones para que Cuba disfrutara de la libertad verdadera, definitiva.

Periodista de claras ideas, su paso por este oficio de responsabilidades, dejó huellas por las que transitan hoy las nuevas hornadas de profesionales con el sueño de seguir por la limpia senda que él trazó, haciendo lo que le correspondía en un país sometido entonces a una cruel tiranía que ayudó a derrumbar.

Bayamo lo recuerda saludando a todos en su rumbo hacia la emisora o el periódico, con las notas escritas desde la sinceridad de su alma y su talento, siempre defendiendo al pueblo, a ese pueblo que representó como gobernante en un período inolvidable.

Insoslayables aquellos encuentros con Frank País, aquel impetuoso joven del Movimiento 26 de Julio, como también constituyen momentos cumbres de su vida las relaciones amistosas y de trabajo con Fidel, Camilo y el Che.

Robert Paneque, periodista revolucionario de talla extraordinaria, dejó un legado que bien puede erigirse en piedra angular de esta profesión en Bayamo, donde derrochó no solo sus sentimientos en imborrables cuartillas, sino una ejemplar vida dedicada a la Revolución Cubana.

Como hombre de pueblo, reconocido, respetado y siempre recordado, le dedicamos estas palabras cuando nos acercamos al nuevo aniversario de Patria, ese periódico fundado por José Martí, y con el Héroe Nacional Cubano nos honramos honrándolo como lo que sigue siendo, un bastión de la dignidad y la verdad.

Cada mañana cuando el sol puja por salir y la aurora desnuda las sombras de la noche, se escucha el canto de las aves en la Plaza de la Revolución Bayamesa, como un concierto de amor dedicado a Robert Paneque, periodista, amigo, que ilumina con su sonrisa y su andar las calles de una ciudad que no lo olvida.

HEBERTO CARVAJAL OLAZÁBAL

Por primera vez voy a hablar acerca de una deuda de gratitud que he guardado por más de cuarenta años en el sitio más preciado de mis sentimientos.

La historia tiene que ver con el paso de los seres humanos por la vida, en muchos casos eliminando obstáculos, en otros tendiendo puentes para poder caminar con pasos seguros.

Todo comenzó un día del año 1968. Fue el momento en que pude conocer parte de una emisora por dentro. El pequeño local de las transmisiones me alucinó y más me llamó la atención el hecho de que voces y sonidos llegaran a tantas personas a través de los receptores.

En otra área un hombre se empeñaba en hacer realidad el arte de escribir en una vieja máquina que ya hoy resulta obsoleta, pero inolvidable.

Mientras hacía su trabajo que después supe que era la redacción de informaciones, me quedé como atontado al ver de la manera en que escribía, con dos dedos y con una velocidad tremenda.

Ya desde ese momento me percaté que mi vida, en algún instante, estaría ligada a ese oficio de buscar y redactar informaciones.

Aquel hombre, desde sus grandes espejuelos, clavó sus ojos en los míos y me preguntó: quieres ser periodista?

Ante aquella pregunta vista hoy como provocadora y osada, respondí afirmativamente. Rápidamente se paró de la silla me la brindó y me dijo: pues aquí tienes, escribe cualquier cosa que sea una noticia.

De él podría decir más, del humor que lo caracterizaba, la manera de expresar las ideas, los deseos de vivir cuando una enfermedad quiso arrastrarlo hacia el fin, de las convicciones políticas e ideológicas que lo caracterizaron.

Ese hombre que me enseñó los rudimentos de la información y que es el maravilloso culpable de mi presencia en el periodismo, para mí sigue llamándose, aunque ya no esté, Heberto Carvajal Olazábal.

RUBÉN CASTILLO RAMOS

Uno de los más prestigiosos medios de la prensa cubana es la Revista Bohemia.

En esa publicación se paseó la musa convertida en prosa de uno de los periodistas más prestigiosos de Bayamo, quien aportó lo suyo en los difíciles tiempos de la seudo república, en medio de la represión y la censura de aquellos gobiernos que eran títeres de la embajada norteamericana en nuestro país.

Se adueñó de un género periodístico como el reportaje que exige de mucha información del profesional de la prensa, para ofrecer al lector las imágenes más descollantes de un hecho noticioso.

Realmente era un patriarca de la prensa, y su lento andar no muy distante de su manera de hablar, hacían de él una de esas columnas imperecederas de ese arte que es hacer, decir, explicar la noticia.

Vivía orgulloso de su trabajo y en la época anterior al Triunfo de la Revolución tuvo que sortear no pocos obstáculos para que su trabajo llegara a la redacción de la Revista Bohemia.

Era, además de periodista, un hombre ligado a las necesidades de los cubanos de aquella etapa de asesinatos y desapariciones por el solo hecho de ansiar y luchar por una patria libre.

Y ahí están, en las páginas ya amarilleadas por el paso del tiempo, sus grandes reportajes hechos con valentía y con la convicción de que era lo necesario en ese período oscuro de la historia cubana.

El sol de enero de mil 959 alegró su alma como la de millones de cubanos, y siguió desde entonces aportando lo suyo en lo que puede considerarse una cruzada por una información veraz para los cubanos.

Rubén Castillo Ramos, periodista de extraordinarias convicciones ético-morales, tiene un sitio bien ganado por su talento, por su valentía y por su amor por el pueblo cubano.

Él es simiente, tronco y rama, flor y fruto de una profesión que no se marchita, de una profesión, como la del periodista que es siempre amanecer para servir e informar a la ciudadanía.