Seguidores

jueves, 12 de marzo de 2009

MANUEL DE ACOSTA

Estamos en la jornada por el Día de la Prensa Cubana, y
Es momento propicio para recodar a hombres y mujeres que de una manera u otra han dejado su huella en esa profesión.

Durante muchos años se escuchó el nombre de un
corresponsal que tributaba sus informaciones para Radio Bayamo. Un hombre que con escasa preparación académica demostró que amaba el arte de describir, contar, informar a la ciudadanía sobre diversas temáticas.

Su humildad lo hacía grande. Siempre andaba apurado como si el tiempo se le fuera a terminar. Era esa ansia que lo distinguió toda la vida por entregar en el momento exacto la información redactada.

En estos tiempos de tanta restricción con los recursos, hay que atribuirle el mérito que le corresponde pues en una etapa donde existían en abundancia, a veces entregaba el reporte en papel de cartucho o en cualquier superficie que soportara la escritura.
De baja estatura, era grande este hombre que recordamos hoy por su sonrisa y por su apego a la verdad y a la necesidad de destacar a cualquier persona o entidad merecedora del reconocimiento público.

Habrá que reconocerle su esfuerzo por informar pues llegaba todos los días desde Guisa, donde trabajaba en la empresa cafetalera, para hacer saber el preciado tesoro que traía en sus manos: una noticia.

Manuel de Acosta, ese misionero de la información dejó una huella imborrable en la historia del periodismo bayamés y en Cuba también porque su trabajo se difundió durante muchos años a través de Radio Reloj.

Este es un homenaje sencillo a Manolo, como le llamaban, un homenaje que con el paso del tiempo, cobra mayor valor, porque hacía su labor informativa de manera voluntaria.

Ya no está entre nosotros físicamente hablando, partió hace algunos años llevándose muchas historias, pero otras, esas historias de trabajadores buenos de un sector o de otro, quedaron en nosotros como referencia del apego de su apego a la información.

Manuel de Acosta nos señala, desde el púlpito de la noticia las señales de que un periodismo bueno se puede hacer desde la constancia, la voluntad y la verdad.

ROBERT A.PANEQUE

Parece que los vamos a volver a ver en cualquiera de las calles de su Bayamo que tanto amó.

Hombre de actitud vertical vivió para los demás, se entregó en cuerpo y alma al mejoramiento humano, y como revolucionario no hizo esperar a la patria y se involucró de manera profunda en las acciones para que Cuba disfrutara de la libertad verdadera, definitiva.

Periodista de claras ideas, su paso por este oficio de responsabilidades, dejó huellas por las que transitan hoy las nuevas hornadas de profesionales con el sueño de seguir por la limpia senda que él trazó, haciendo lo que le correspondía en un país sometido entonces a una cruel tiranía que ayudó a derrumbar.

Bayamo lo recuerda saludando a todos en su rumbo hacia la emisora o el periódico, con las notas escritas desde la sinceridad de su alma y su talento, siempre defendiendo al pueblo, a ese pueblo que representó como gobernante en un período inolvidable.

Insoslayables aquellos encuentros con Frank País, aquel impetuoso joven del Movimiento 26 de Julio, como también constituyen momentos cumbres de su vida las relaciones amistosas y de trabajo con Fidel, Camilo y el Che.

Robert Paneque, periodista revolucionario de talla extraordinaria, dejó un legado que bien puede erigirse en piedra angular de esta profesión en Bayamo, donde derrochó no solo sus sentimientos en imborrables cuartillas, sino una ejemplar vida dedicada a la Revolución Cubana.

Como hombre de pueblo, reconocido, respetado y siempre recordado, le dedicamos estas palabras cuando nos acercamos al nuevo aniversario de Patria, ese periódico fundado por José Martí, y con el Héroe Nacional Cubano nos honramos honrándolo como lo que sigue siendo, un bastión de la dignidad y la verdad.

Cada mañana cuando el sol puja por salir y la aurora desnuda las sombras de la noche, se escucha el canto de las aves en la Plaza de la Revolución Bayamesa, como un concierto de amor dedicado a Robert Paneque, periodista, amigo, que ilumina con su sonrisa y su andar las calles de una ciudad que no lo olvida.

HEBERTO CARVAJAL OLAZÁBAL

Por primera vez voy a hablar acerca de una deuda de gratitud que he guardado por más de cuarenta años en el sitio más preciado de mis sentimientos.

La historia tiene que ver con el paso de los seres humanos por la vida, en muchos casos eliminando obstáculos, en otros tendiendo puentes para poder caminar con pasos seguros.

Todo comenzó un día del año 1968. Fue el momento en que pude conocer parte de una emisora por dentro. El pequeño local de las transmisiones me alucinó y más me llamó la atención el hecho de que voces y sonidos llegaran a tantas personas a través de los receptores.

En otra área un hombre se empeñaba en hacer realidad el arte de escribir en una vieja máquina que ya hoy resulta obsoleta, pero inolvidable.

Mientras hacía su trabajo que después supe que era la redacción de informaciones, me quedé como atontado al ver de la manera en que escribía, con dos dedos y con una velocidad tremenda.

Ya desde ese momento me percaté que mi vida, en algún instante, estaría ligada a ese oficio de buscar y redactar informaciones.

Aquel hombre, desde sus grandes espejuelos, clavó sus ojos en los míos y me preguntó: quieres ser periodista?

Ante aquella pregunta vista hoy como provocadora y osada, respondí afirmativamente. Rápidamente se paró de la silla me la brindó y me dijo: pues aquí tienes, escribe cualquier cosa que sea una noticia.

De él podría decir más, del humor que lo caracterizaba, la manera de expresar las ideas, los deseos de vivir cuando una enfermedad quiso arrastrarlo hacia el fin, de las convicciones políticas e ideológicas que lo caracterizaron.

Ese hombre que me enseñó los rudimentos de la información y que es el maravilloso culpable de mi presencia en el periodismo, para mí sigue llamándose, aunque ya no esté, Heberto Carvajal Olazábal.

RUBÉN CASTILLO RAMOS

Uno de los más prestigiosos medios de la prensa cubana es la Revista Bohemia.

En esa publicación se paseó la musa convertida en prosa de uno de los periodistas más prestigiosos de Bayamo, quien aportó lo suyo en los difíciles tiempos de la seudo república, en medio de la represión y la censura de aquellos gobiernos que eran títeres de la embajada norteamericana en nuestro país.

Se adueñó de un género periodístico como el reportaje que exige de mucha información del profesional de la prensa, para ofrecer al lector las imágenes más descollantes de un hecho noticioso.

Realmente era un patriarca de la prensa, y su lento andar no muy distante de su manera de hablar, hacían de él una de esas columnas imperecederas de ese arte que es hacer, decir, explicar la noticia.

Vivía orgulloso de su trabajo y en la época anterior al Triunfo de la Revolución tuvo que sortear no pocos obstáculos para que su trabajo llegara a la redacción de la Revista Bohemia.

Era, además de periodista, un hombre ligado a las necesidades de los cubanos de aquella etapa de asesinatos y desapariciones por el solo hecho de ansiar y luchar por una patria libre.

Y ahí están, en las páginas ya amarilleadas por el paso del tiempo, sus grandes reportajes hechos con valentía y con la convicción de que era lo necesario en ese período oscuro de la historia cubana.

El sol de enero de mil 959 alegró su alma como la de millones de cubanos, y siguió desde entonces aportando lo suyo en lo que puede considerarse una cruzada por una información veraz para los cubanos.

Rubén Castillo Ramos, periodista de extraordinarias convicciones ético-morales, tiene un sitio bien ganado por su talento, por su valentía y por su amor por el pueblo cubano.

Él es simiente, tronco y rama, flor y fruto de una profesión que no se marchita, de una profesión, como la del periodista que es siempre amanecer para servir e informar a la ciudadanía.