Cuando una mujer, sensible, amorosa, tierna y decidida nace con una estrella en la frente, se convierte en una fortaleza capaz de resistir los embates de la vida con sus vientos, luces y sombras.
Cuando una mujer decide que su trayectoria sea recta, inclaudicable, señalando con la brújula de sus sentimientos donde están los altos valores morales, esas virtudes hermosas crecen, se multiplican.
Cuando una mujer, con todos los atributos referidos anteriormente agrega a su historia ser maestra de las generaciones más pequeñas, entonces alcanza la categoría de imprescindible e inolvidable.
Una maestra es tal cuando logra que los educandos conozcan las primeras letras e inculca el amor a la lectura que los lleve a conocer la historia que los rodea podemos decir que es un monumento al amor.
Ese es el destino de quien se proponga asumir el reto de convertirse en evangelio vivo, porque llevar a los niños por las rutas del conocimiento con confianza y profundidad es esculpir en sus almas lo bello de la vida.
Este paradigma de maestro lo podemos encontrar en cualquier rincón de Bayamo, en la zona rural o en la urbana porque existe para bien de la sociedad que construimos con la fuerza del tesón de los agradecidos.
Un ejemplo lo tenemos en Sonia Mejías Medina, una mujer que ilustra el buen hacer en la escuela primaria José Antonio Saco de Bayamo, centro en el que ha cultivado una conducta de alto vuelo profesional.
El aula de preescolar se ilumina con su presencia y la de esos niños que cada mañana la esperan con una sonrisa y el amor dibujado en sus rostros porque ellos saben querer a quien los ama y educa.
Sonia traía desde pequeña en su mente abrazar el magisterio, dibujó ese instante en su mente y forjó en sus sentimientos esa posibilidad de entregarse para siempre a ese mundo de la tiza, el pizarrón y la libreta.
En el año 191 no dudó en sumarse a esa gran cruzada destinada a borrar la oscuridad que es el analfabetismo en los campos cubanos, ahí valoró en toda su dimensión la importancia de la educación para todos.
Hoy la vemos caminar hacia la escuela con el amor cotidiano de siempre, buscando la mejor manera para que los niños aprendan no solo las primeras letras, sino el amor a la patria que los ha visto nacer.
Cuando busquemos a una maestra excepcional, cuando busquemos a una pedagoga ejemplar, podremos acudir a Sonia Mejías Medina, una mujer que ha hecho realidad este pensamiento martiano:
“Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”.