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sábado, 11 de septiembre de 2010

FIDEL CASTRO: EL GRAN DISIDENTE

Por M. H. Lagarde


Los gusanos de la blogosfera cubana y toda la prensa que se dedica a difamar contra Cuba anda regodeándose en la repetición de una gran noticia. Fidel Castro ha dicho en una entrevista que “el modelo cubano no funciona ni para los propios cubanos”.

Se trata de la misma prensa que se hace pasar por tonta ante los injustificados premios que se le otorgan a la bloguera Yoani Sánchez, que convierte en un personaje de la oposición cubana a un borracho como Pánfilo, a las Damas de Verde en Damas de Blanco, a los mercenarios en luchadores por la libertad o que le da categoría de analista político al record Guinnes de las huelgas de hambre -y de las entrevistas-, Guillermo Fariñas.

Por supuesto que los expertos en manipulación no podían pasar por alto la oportunidad de que alguien confirmara lo que esa prensa desea profundamente y no se cansa de repetir. Sobre todo si ese alguien es nada menos que el propio Fidel Castro.

A fin de cuentas, las campañas de difamación contra el socialismo cubano, desde el primero de enero de 1959 hasta hoy, no han tenido otro objetivo que el fijar en la mente de las personas la inviabilidad del modelo cubano.

En su frase Fidel simplemente ha resumido lo que Raúl ha venido diciendo desde que lo relevó en la presidencia de la Isla en 2006.

Desde hace cuatro años la dirección del país encabeza los cambios indispensables en la economía y la sociedad cubana. Uno puede preguntarse, ¿por qué razón no tienen esas propuestas de cambio la misma resonancia que la frase de Fidel?

La respuesta es sencilla. Una frase resulta fácil de manipular, no así los discursos en donde la actual dirección ha dejado claro que los cambios al modelo cubano que “no funciona” tienen como único fin el perfeccionamiento del socialismo.

Como dejó claro Raúl en una de esas alocuciones: “Se me eligió presidente para mejorar el socialismo, no para derrocarlo”. De ese tipo de pronunciamientos, por supuesto, la prensa de las campañas mediáticas contra Cuba no quiere oír hablar.

La prensa que descontextualiza frases no dice tampoco que Fidel no solo ha sido el más grande disidente que ha tenido el imperio norteamericano, sino que ha sido además el más grande e importante disidente de sí mismo.

Como buen francotirador, durante este medio siglo de revolución, el Comandante en Jefe cubano, como nadie, ha sabido corregir el tiro cuando la realidad no ha acertado en la diana del mejoramiento humano.

De ningún modo esa prensa se dará cuenta de la paradoja que encierra la frase de Fidel: El modelo cubano sí es viable, justo porque su creador, y líder indiscutible, es capaz de darse cuenta de lo contrario

SILVIO RODRIGUEZ: ¨¨ME NIEGO A RENUNCIAR A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES QUE LA REVOLUCION CONQUISTÓ PARA EL PUEBLO¨¨

Creo que la Revolución Cubana dignificó a nuestro país y a los cubanos. Y que el Gobierno Revolucionario ha sido el mejor gobierno de nuestra Historia.


Sí: antes de la Revolución La Habana estaba mucho más pintada, los baches eran raros y uno caminaba calles y calles de tiendas llenas e iluminadas. Pero ¿quiénes compraban en aquellas tiendas? ¿Quiénes podían caminar con verdadera libertad por aquellas calles? Por supuesto, los que “tenían con qué” en sus bolsillos. Los demás, a ver vidrieras y a soñar, como mi madre, como nuestra familia, como la mayoría de las familias cubanas. Por aquellas avenidas fabulosas sólo se paseaban los “ciudadanos respetables”, bien considerados en primer lugar por su aspecto. Los harapientos, los mendigos, casi todos negros, tenían que hacer rodeos, porque cuando un policía los veía en alguna calle “decente”, a palos los sacaban de allí.

Esto lo vi con mis propios ojos de niño de 7 u 8 años y lo estuve viendo hasta que cumplí 12, cuando triunfó la Revolución.

En la esquina de mi casa había dos bares, en uno de ellos, a veces, en vez de cenar, nos tomábamos un batido. En varias ocasiones pasaron marines, cayéndose de borrachos, buscando prostitutas y metiéndose con las mujeres del barrio. A un joven vecino nuestro, que salió a defender a su hermana, lo tiraron al suelo, y cuando llegó la policía ¿con quién creen que cargaron? ¿Con los abusadores? Pues no. A patadas por los fondillos se llevaron a aquel joven universitario que, lógicamente, después se destacaba en las tánganas estudiantiles.

Ahí están las fotos de un marine meando, sentado en la cabeza de la estatua de Martí, en el Parque Central de nuestra Capital.

Eso era Cuba, antes del 59. Al menos así eran las calles de la Centrohabana que yo viví a diario, las del barrio de San Leopoldo, colindante con Dragones y Cayo Hueso. Ahora están destruidas, me desgarra pasar por allí porque es como ver las ruinas de mi propia infancia. Lo canto en “Trovador antiguo”. ¿Cómo pudimos llegar a semejante deterioro? Por muchas razones. Mucha culpa nuestra por no haber visto los árboles, embelesados con el bosque, pero culpa también de los que quieren que regresen los marines a vejar la cabeza de Martí.

Estoy de acuerdo en revertir los errores, en desterrar el autoritarismo y en construir una democracia socialista sólida, eficiente, con un funcionamiento siempre perfectible, que se garantice a sí misma. Me niego a renunciar a los derechos fundamentales que la Revolución conquistó para el pueblo. Antes que nada, dignidad y soberanía, y asimismo salud, educación, cultura y una vejez honorable para todos. Quisiera no tener que enterarme de lo que pasa en mi país por la prensa de afuera, cuyos enfoques aportan no poca confusión. Quisiera que mejoraran muchas cosas que he dicho y otras que no.

Pero, por encima de todo, no quiero que regrese aquella ignominia, aquella miseria, aquella falsedad de partidos políticos que cuando tomaban el poder le entregaban el país al mejor postor. Todo aquello sucedía al tibio amparo de la Declaración de los Derechos Humanos y de la Constitución de 1940. La experiencia pre-revolucionaria cubana y la de muchos otros países demuestra lo que importan los derechos humanos en las democracias representativas.

Muchos de los que hoy atacan la Revolución, fueron educados por ella. Profesionales emigrados, que comparan forzadamente las condiciones ideales de “la culta Europa”, con la hostigada Cuba. Otros, más viejos, quizá algúna vez llegaron a “ser algo” gracias a la Revolución y hoy se pavonean como ideólogos pro capitalistas, estudiosos de Leyes e Historia, disfrazados de humildes obreros. Personalmente, no soporto a los “cambiacasacas” fervorosos; esos arrepentidos, con sus cursitos de marxismo y todo, que eran más papistas que el Papa y ahora son su propio reverso. No les deseo mal, a nadie se lo deseo, pero tanta inconsistencia me revuelve.

La Revolución, como Prometeo (le debo una canción con ese nombre), iluminó a los olvidados. Porque en vez de decirle al pueblo: cree, le dijo: lee. Por eso, como al héroe mitológico, quieren hacerle pagar su osadía, atándola a una remota cumbre donde un buitre (o un águila imperial) le devore eternamente las entrañas. Yo no niego los errores y los voluntarismos, pero no sé olvidar la vocación de pueblo de la Revolución, frente a agresiones que han usado todas las armas para herir y matar, así como los más poderosos y sofisticados medios de difusión (y distorsión) de ideas.

Jamás he dicho que el bloqueo tiene toda la culpa de nuestras desgracias. Pero la existencia del bloqueo no nos ha dado nunca la oportunidad de medirnos a nosotros mismos.

A mí me gustaría morir con las responsabilidades de nuestras desdichas bien claritas.

Por eso invito a todos los que aman a Cuba y desean la dignidad de los cubanos, a gritar conmigo ahora, mañana, en todas partes: ¡Abajo el bloqueo!

Tomado de Segunda Cita



Publicado por M. H. Lagarde