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domingo, 18 de mayo de 2008

CRÓNICA DE UNAS VACACIONES EN EL LLANO

Enrique López (Alí Ko), amigo mío y de Cuba, falleció el 10 de Enero de 2005 en la ciudad de Maracay, Estado Aragua, República Bolivariana de Venezuela. Sirva la publicación de su última crónica, como nuestro homenaje sencillo y sincero.
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Karol había trabajado tenazmente todo el año y soñaba con unas vacaciones, que compartiría con sus dos hijos y su madre, mujer bastante mayor.

Las fechas estaban disponibles: entre el 31 de diciembre y el lunes 10 de enero nadie trabaja en Venezuela, y en la ciudad de Maracay, dónde radica, las personas buscan salir a algún lado. Tienen relativamente todo cercano; playa, campo, montaña y la ciudades de Caracas o Valencia, que en ésta época del año provoca visitarlas, por la tranquilidad que reina en estos días de asueto.

Varias ideas se agolpaban en su cabeza, pero los planes se derrumbaban por una traba bastante común; la falta de dinero. Entre las fiestas, haber pintado su modesta casita, los arreglos de su viejo carrito, y algún regalito a sus más íntimos, la tenían con los bolsillos vacíos.

Entonces se acordó de su primo, el de Barbacoa, el que siempre la estaba invitando a quedarse unos días en su finquita, y que tenía cómo respaldo excelentes paisajes campestres, uno que otro caballo para montar, sobre todo sus muchachos, río para un buen baño, y la paz y la tranquilidad del campo, que la invitaban a descansar. Además, con sólo llenar el tanque de gasolina, que en Venezuela es muy económico, aseguraba un presupuesto de vacaciones, que no disponía.

El mismo 1ro.de enero, después de dormir la trasnochada de fin de año, partieron alegres a su campestre destino, al que estaban arribando 3 horas después.

Efectivamente aquello era casi un paraíso. Gente noble, hospitalaria y la tranquilidad que necesitaba.

Al otro día acompañaron a su primo y el resto de la familia, al pueblo, dónde se concentra el comercio del lugar, bares y panadería, así cómo oficinas del gobierno regional, una sala de cine que proyecta películas de muy viejo estreno, una farmacia, la estación de policía y un grupo de médicos y paramédicos cubanos.

En aquel pueblito llanero y humilde de Aragua, el mismo que alumbra la luna y algún farol antiguo, se encontró con dos doctores de medicina general, una estomatóloga, un técnico optometrista y también una oftalmóloga.

Entonces su primo, después de saludarse con los galenos, con la alegría y cariño con que se saluda al buen vecino, les dijo a los cubanos: -"Doctores, ésta es mi familia de Maracay, ¿les pueden dar una chequeadita?...

Minutos después, la anciana era recetada para esos dolorcitos y achaques que dan los años, y se llevaba las medicinas en mano. Uno de los muchachos era controlado del principio de una caries, y el mayor y la señora, después de un minucioso examen, corroboraron problemas de visión que solucionarían espejuelos, los mismos que dos días después recogerían.

No lo podían creer; habían ido de vacaciones y regresaban atendidos médicamente, descansados y felices.

Nuevamente por los pobres de la Tierra, la solidaridad cubana se hacia sentir en la familia venezolana y aunque en Maracay no hay barrio humilde dónde no exista un médico de la mayor isla del Caribe, fue el pueblito llanero testigo de la integración de los hijos de Bolívar y Martí.