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jueves, 27 de octubre de 2011

PRESENCIA SUIZA EN BAYAMO: DE LOS CANTONES A LA LLANURA DEL CAUTO. (1929-1959)




Por Evelio Traba Fonseca

La cultura cubana, en toda la extensión de su desarrollo y consolidación, ha integrado en su devenir las más diversas etnias que han enriquecido el complejo mosaico del que todos somos producto histórico- cultural como nación. La antropología social se ha encargado en las últimas décadas de interpretar la persistencia  de un legado foráneo en la idiosincrasia y cosmovisión del cubano emprendiendo contundentes pesquisas en busca de esos fragmentos reveladores. La emigración europea en Cuba en distintos períodos ha sido objeto de análisis por no pocos investigadores, pero esta mirada ha tenido mayor peso respecto a la española; la presencia de otras minorías  del Viejo Continente en Cuba han recibido un tratamiento relativamente menor: portugueses, alemanes, italianos, franceses. Pero dentro de ese reducido campo, ¿en qué medida es realmente visible la impronta suiza? Nombramos esa curiosa nacionalidad y la referencia inmediata es un reloj inatrasable o un Banco Internacional de seguridad extrema. Su impronta en la mayor de las Antillas tiene matices menos espectaculares, pero cada vez más interesantes desde la perspectiva de su huella en la cultura, desde su aporte ante lo diverso.

                                   Vista aérea de la Fábrica Nestlé de Bayamo
En la zona del Valle del Cauto, específicamente, en la ciudad de Bayamo, han sobrevivido elementos de esta presencia que revisten sumo interés al analizar ciertas particularidades locales, en las tres últimas décadas de la República (1929-1959). Más, ¿dónde se encuentran las fuerzas dinamizadoras de este sui géneris flujo migratorio? Bien sabido es que la nación de los Alpes se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial (1914- 1918). Pero su economía se vería seriamente afectada con la crisis ocasionada por la devastación de la posguerra, estertor que sería agravado por el crack bancario de 1929; año en que el más del 28% de los cantones quedó desempleada; escasearon los suministros, aumentaron las epidemias y la pobreza, lo cual originó la salida de una considerable masa de personas hacia diversos destinos del orbe[1]. El período comprendido entre 1929-1959, se observa un Bayamo dividido en tres grandes oleadas migratorias: 1929- 1938; 1939- 1945; 1946- 1959. Dicho fenómeno alcanzó alcanzó gran auge a partir del año 1933, promovido por el fervor del eje fascista de Alemania e Italia, proceso que alcanzó su clímax durante los seis años de contiendas y devastación de la Segunda Guerra Mundial. Específicamente en la ciudad de Bayamo y sus inmediaciones cercanas, durante el curso de esas tres décadas antes enunciadas, se asentaron 57 ciudadanos suizos vinculados en su mayoría al consorcio anglo-suizo Nestlé Condensed Milk  Company; que había instalado en la ciudad una planta procesadora de leche condensada y evaporada, industria en cuya edificación el presidente Gerardo Machado colocó la primera piedra el 30 de septiembre de 1928. Un año antes el Senador Francisco Soto Izquierdo, personalidad influyente de la política local, realizó un viaje de esparcimiento a Madrid, París, Berlín, Roma y luego Berna. En la capital suiza  entró en contacto con industriales dedicados al procesamiento y conservación de productos  lácteos asociados al Consorcio Anglo- Suizo Nestlé, firma emergente a finales de la Primera Guerra Mundial como proveedora de leche condensada al servicio del ejército alemán. Soto Izquierdo regresó de Europa con una muestra del producto y una determinación arriesgada: instalar una planta procesadora de leche en el Bayamo de entonces, arrasado por un incendio y ambas guerras,  en medio de un ámbito escaso de industrias en su haber: La inversión resultó estratégica por un gran motivo: la llanura del Cauto era una franja históricamente ganadera, lo que en materia de abastecimiento garantizaría un suministro constante de leche, los beneficios se anunciaban prometedores. Para llevar a ejecución tal proyecto se necesitaba la aprobación gubernamental: Soto Izquierdo con influencias directas sobre Machado, logró convencerlo para que apadrinara lo que en principio parecía improbable. El dictador envió a unos de sus mediadores a Estados Unidos para que estableciera relaciones comerciales con la sede de Nestlé más cercana. El resultado fue inmediato: una comisión de expertos suizos arribó a la ciudad de Bayamo a principios de 1928 para examinar las posibles condiciones que permitieran la ejecución de tales planes. El comité de ingenieros y químicos analizó la consistencia de suelos; la potabilidad de las fuentes de agua y las cualidades orgánicas del tipo de leche producida en la región. Determinadas favorables las condiciones para dicha instalación industrial, se microlocalizó el proyecto en la finca llamada ¨ Villa Rita¨, propiedad de Soto Izquierdo, donada por él mismo como una forma de contribuir y una nueva propuesta de modernización para Bayamo y explotación de recursos en bruto. Tomados los acuerdos bilaterales, comenzó en ese propio año la construcción de obras por parte de la compañía norteamericana American Steel. De este modo se inició la emigración suiza a Bayamo: la Sede Central de Nestlé en Berna envió un cuerpo administrativo y profesional que fue capaz de poner la planta en marcha. A principios del año siguiente arribaron a Bayamo 13 ciudadanos suizos en compañía de sus familias. Entre ellos se encontraba el químico experto Dr. Hans Streit, oriundo del Cantón de Berg quien fungió como Director durante tres décadas; Arsene Clement , Jefe de Laboratorio, natural de Trelurg, y Luigi Bogiani Bertoni, de origen italo-suizo, Jefe de Maquinarias, procedente de Berna[2]

                                    Tumba de niña suiza fallecida en Bayamo
En el resto de la masa se contaban albañiles, carpinteros, hojalateros, electricistas, mecánicos, solteros en su gran mayoría  y asentados en zonas aledañas a la reciente industria. En el caso de los directivos con sus familias se mantuvieron en casa de huéspedes durante el primer año de su estancia. Una vez comprobada la efectividad y funcionamiento de la planta, realizada con éxito las primeras exportaciones a Estados Unidos y Europa; la American Steel ( en 1930) construyó cuatro residencias para la cúpula dirigente, en su mayoría lujosas y notablemente modernas. Un elemento que hoy atrae nuestra atención es el hecho de que esa firma constructora no edificara ese pequeño sector bajo los códigos arquitectónicos de la moda norteamericana, sino estructuras de estilo europeo, específicamente suiza, elemento que constituye una muestra perdurable de su impronta a la ciudad; aporte apenas reconocible hasta hoy a causa de esa típica tendencia de las ciudades de desconocer lo que está situado en la periferia. Destaca en dichos inmuebles la presencia de elementos decorativos del arte noveau con aditamentos típicos del racionalismo francés  y alemán, presentes en confección de ventanas, puertas, falsos techos, lámparas, arcos y columnas y techumbres de tejas francesas importadas desde Marsella. En el caso de la residencia de Hans  Streit son notables los grandes ventanales Luis XVI, la presencia del tragaluz y lo moderno  de la instalación hidráulica. Dichas construcciones se llevaron a cabo con extrema meticulosidad, cuidando con esmero los detalles de traslación cultural, como un intento por parte de estos extranjeros de mantener la  identidad aun fuera de su patria de origen.
Gracias al testimonio brindado por el nonagenario, Elías Botfill, hemos podido reconstruir  buena parte de la inserción de los suizos en Bayamo. El mismo fue secretario personal de Hans Streit desde 1940 hasta 1958, y una de las personas allegadas a la familia por ese entonces matrimoniado en 1945 con Elfriede Kurtmann, institutriz de la familia Streit, fallecida en 1956 en accidente automovilístico. Elías Boffill en pleno dominio de sus facultades nos aportó información valiosa sobre este grupo poblacional. El mismo sostuvo lazos fraternales con los Streit. A continuación transcribimos una entrevista realizada.
“Me querían como un hijo, el doctor nunca me perdonó que no me fuera con ellos para Suiza al triunfo de la Revolución, decía que quedarme aquí era un desperdicio, pero yo tenía a mi madre viva y hay cosas que son sagradas; pero cierto es que llegamos a trabar lazos sinceros. En ese entonces yo era un muchacho bastante serio para mi edad y hablaba un poco de alemán, que aprendí con un maquinista bávaro, tal vez era por eso que simpatizaba con ellos, aunque para decir verdad no entendían ni a palos con la gente fan farrona y vaga; eso sí, escogían muy bien  a su círculo. El doctor era un hombre culto, oía mucho jazz, pero su locura era Schumann, decía que Beethoven y Mozart con todo su arte, lo más que podían ser de él eran malos sirvientes. Con él aprendí a jugar ajedrez, recuerdo que desde que aprendí  tres o cuatro buenas defensas, me esperaba todos los domingos a las tres de la tarde. Ingrid, la señora de la casa siempre nos tenía té negro y unas galletas finísimas que vendían por entonces. Eso fue por los años de la Segunda Guerra Mundial y yo recuerdo que tanto el doctor como su señora vivían prendidos del radio para saber qué pasaba en Europa. El doctor era un hombre muy humano aparte de tener un carácter recio: recuerdo que por esa época llené los papeles de muchos suizos que llegaban de su país buscando trabajo, siempre que llegaban a la oficina querían hablar con él porque tenía fama de ser generoso, nunca los dejaba desamparados, no es menos cierto que muchos lo estafaron porque llegaba este o aquel diciendo que diciendo que tenía una mujer embarazada y los muchachos y él le prestaban una ayudita para que siguieran viviendo. Tenía buenas relaciones con los americanos dueños de ferrocarril, los de la Warren Brothers y los de la Compañía Eléctrica, sin --- estaba recomendando gente. Cuando yo me casé con Elfride, una  suiza preciosa que vino con ellos, él costeó los gastos de la boda, el traje y una luna de miel modesta. Con los años, yo, como tantos me beneficié con una política laboral creada por él mismo. Se llamaba Arbeiten Housen, que significa ¨ Casas para Trabajadores¨. Todavía quedan muchas de esas casas aquí en Himmy Hirtzel y en Barrio Azul. Tenían una costumbre: todas las ocasiones de Noche Buena, daban una cena para los trabajadores más allegados con sus familias, pero con una cosa en especial: el doctor no sé cómo se las arreglaba – pero conocía a casi todos los suizos que vivían en la ciudad y esa noche hacían sus fiestas con bailes propios de su tierra. Como eran de muchas partes de Suiza uno podía oír lo mismo una conversación en alemán, francés o en italiano. Después de esa época no he vuelto a vivir otra así; porque cuando uno oía que otros patrones eran unos perros con sus empleados, ellos eran gente sencilla que lo trataban a uno como si fuera de la familia”[3].

Una pesquisa reciente en documentos de archivo nos ha permitido organizar  gran cúmulo  de información sobre este grupo poblacional. Entre los años 1929-1938, arribaron a la ciudad desde las puertos de Santiago de Cuba y Manzanillo 13 ciudadanos suizos vinculados en su mayoría al consorcio anglo- suizo Nestlé Condensed Milk; 3 directivos y 10 obreros vinculados a la construcción de la fábrica. En esa primera oleada migratoria se encontraban 3 mujeres, entre ellas Judith Bloch, radicada en Avenida Fco. Vicente Aguilera dedicada a la enseñanza de lenguas extranjeras: francés y alemán, academia que funcionó durante un decenio.
El momento de mayor auge para este tipo de emigración estuvo asociado, como ya se ha visto, al estallido de la Segunda Guerra Mundial. La ocupación alemana de Polonia en septiembre de 1939 y luego de varios países europeos, sembró la inseguridad respecto al clima confortable que siempre había ostentado Suiza en cuanto a neutralidad política y militar. Las hordas nazis constituían una amenaza latente, corrían noticias de los campos de exterminio masivo y la plaga de la guerra parecía tener amplias posibilidades de enrarecer la patria de Guillermo Tell[4]. Mientras duró la contienda, se asentaron en la llanura del Cauto 33 suizos, 24 en la ciudad de Bayamo, el resto se dispersaron en los municipios de Guisa, Jiguaní y Río Cauto. Entre ellos dejaron su impronta, Johannes Eisner, mecánico automotriz, domiciliado en la calle Céspedes, quien alcanzó fama por su destreza en esta rama, Stefan Dolfuss médico oftalmólogo, radicado en la calle Estrada Palma, hoy Capotico; Christoph Landgerboff, relojero experto, radicado en calle Saco y cuyos servicios cobraron fama en la ciudad a través de su relojería ¨ El Suizo¨. Fue también notable el ejercicio profesional de Ferdinand Builder como veterinario e inspector de hacienda designado por Nestlé para garantizar que los proveedores de leche cumplieran con las normas higiénicas y demás requisitos de venta. En el campo de la cultura fue recordado el violinista y técnico radiofónico Max Schneider ---- ocasional en varias oportunidades de la Orquesta Sinfónica de Bayamo[5].
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos extranjeros regresaron a Europa o a su patria de origen. Curioso es el predominio de matrimonios homogéneos, los mixtos se dieron en menor cuantía, lo que precisaría un futuro estudio para determinar las direcciones gemalógicas de posibles descendientes en la actualidad. Resulta curioso la huella de los suizos en Bayamo, incluso en el arte funerario. Tal es el caso de Marie Therese Clement; infante originaria de Friburgo, hija de Arsene y Berta Clement, fallecida a causa de una congestión pulmonar en diciembre de 1935. De esta sepultura asombra la alta ejecución artística de su diseño sui géneris: la placa de mármol de Carrara presenta un bajo relieve donde un ángel espera a una  niña en lo alto de una escalinata, aunque el elemento mejor elaborado de este conjunto resulta un daguerrotipo de la infante, revelado en porcelana de exquisita factura. Este tipo de encargos se hacían a una compañía italiana radicada en Santiago de Cuba, especializada en pompas fúnebres. Su exotismo la ha convertido en una pieza única dentro del cementerio cuya sola presencia es un enigma por descubrir: alguien mantiene flores a cerca de ocho décadas de  ocurrido el deceso, lo que indica la supervivencia de un lazo afectivo que ha perdurado hasta nuestros días.
La tercera oleada migratoria fue menor en número a causa de la paz y reanimación de la economía europea tras la guerra. Se registraron sólo 11 ciudadanos suizos en el período de  1946 a 1959, año que marcó el regreso paulatino de una gran mayoría de ellos, asociado al Triunfo de la Revolución y la consiguiente nacionalización de industrias; pero su presencia en Cuba, especialmente en Bayamo, merece un estudio que analice otras perspectivas de su proyección. Se tiene conocimiento de un sector de esta emigración que se aclimató a las condiciones socioeconómicas de la isla, pero esto sería una especie de continuidad de la investigación que hoy nos ocupa, una pesquisa encargada de rastrear su aporte a la consolidación del etnos-nación desde su presencia en  la localidad de Bayamo, espacio geográfico y sentimental que no dejará de depararnos asombro, aún cuando las rutinas impongan el sigilo de su herrumbre.









   


[1]                              Zweig, Stefan. El mundo de ayer. Instituto del Libro. La Habana, 1969.
[2]    Historia  de la Fábrica de Productos  Dietéticos  Abihaíl  González (Nestlé) .Febrero  de 1984.
[3]    Entrevista realizada a Elías Boffil. 27 de febrero de 2011
[4]    Arias de la Canal, Fredo. El por qué de las dos guerras mundiales. Frente de Afirmación Hispanista. México 2007.
[5]    Archivo Histórico Provincial. Registro de extranjeros (1929- 1938), (1938-1945), (1946-1959). Libro de contribuyentes (1929- 1959)

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