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lunes, 5 de febrero de 2018

MARÍA CARIDAD PALMA: UNA HEROÍNA BAYAMESA

La historia bayamesa atesora la grandeza de sus hijos, un orgullo que se lleva profundamente y que es fuente de inspiración para las actuales y futuras generaciones.

No solo los hijos varones de esta ciudad se entregaron en cuerpo y alma a la lucha por la independencia nacional, en ese grupo dilecto de hombres también brillaron mujeres amantes de la redención humana.

Un ejemplo de amor a la tierra natal es el de una mujer, que teniendo riqueza, partió a la manigua cubana con el sueño de su hijo y el propio a cuestas, erigiéndose en una patriota merecedora del recuerdo del pueblo.

María Candelaria Palma había nacido en Bayamo en el año 1788, aunque no se precisa el mes ni el día de la primera vez que vio la luz en nuestra Villa para bien de la misma.

Según la enciclopedia Ecured: ¨¨Fue una joven de bien, virtuosa y muy querida por sus convecinos los que la llamaban Yaya.
Contrajo matrimonio con Andrés María de Estrada y Palma, teniendo un único hijo en julio de 1832, nombrado Tomas a quien dedicó toda su devoción.

Muy pronto quedó viuda y a cargo de cuantiosos bienes rústicos, entre ellos las haciendas
y La Punta. El trabajo corría a cargo de esclavos, a los que educaba en la más severa moral e incluso enseñaba a leer y a escribir¨¨.

Cuando su hijo Tomás Estrada se hizo un hombre de bien asumió la dirección de las propiedades y pasaron a vivir a la hacienda La Punta, a orillas del río Cauto.¨¨

Cuando Su hijo Estrada Palma decidió partir hacia la manigua, María Candelaria, con 80 años, no dudó un instante en seguirlo sufriendo los avatares de la guerra contra la colonización española en la Isla.

Tres años después del alzamiento de Céspedes en La Demajagua, soldados españoles asaltaron el campamento donde se encontraba Yaya Palma junto a otras familias cayendo prisionera.

El orgullo de la bayamesa se puso de manifiesto al negarse a caminar junto a los colonialistas por lo que el jefe de la escuadra encarga a uno de sus acompañantes para que la ultime en el bosque.

La salvó de la muerte el hecho de que el responsabilizado con su asesinato era conocido de su hijo y no hizo realidad la orden, dejándola su merced sola en medio de la floresta.

Sobre este hecho el patriota y escritor, el coronel Fernando Socarrás dijo:¨¨ La anciana vagó sin rumbo por los bosques manteniéndose con las frutas silvestres que encontraba al paso, hasta que extenuada por el hambre y la fatiga decidió no caminar más y esperar sus últimos momentos sentada en una roca.

La casualidad hizo que un pasajero amigo la encontrase y la devolviese a su hijo. ¡Infeliz anciana! No tuvo fuerzas para resistir la emoción del encuentro y en los momentos de estrechar a su idolatrado Tomas en los brazos, murió con la misma santa tranquilidad con que había vivido.»

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