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viernes, 29 de enero de 2016

TOMASITO, SIEMPRE CON LA SONRISA A FLOR DE LABIOS

Una de las esquinas más concurridas de Bayamo está ubicada en las intersecciones de las calles Canducha Figueredo y el Paseo General García en la que un hombre se crece cada día ante los obstáculos de la vida.
En su trayectoria ha realizado los trabajos más disimiles, pero siempre con la sonrisa a flor de labios, como símbolo de vida y de deseos de corresponder a los saludos y al cariño de su pueblo.
Desde niño fue olfateando los olores que emanaban de los dulces elaborados en su casa y poco a poco se fue adueñando de los conocimientos necesarios para continuar la tradición familiar.
¿Cómo entender entonces que este bayamés se haya entregado a esta labor habiendo sido trabajador agrícola y de la construcción?
La respuesta es sencilla: nunca olvido aquellos momentos en los que veía y hasta colaboraba en la confección de esas granjerías bayamesas, que se mantienen en la memoria popular que no las dejara morir.
Tomasito, ese es el hombre al que estamos dedicando esta sección de Andares Bayameses por todo lo aportado, por todo lo vivido en función de sostener esos productos que tanto se anhelan.
Las celebres rosquitas, matahambres, rosca blanda, maní, se mantienen en su puesto de venta, donde recibe el cariño del pueblo que sabe de sus esfuerzos, aun con su salud quebrantada, que no se deja vencer.
Y he ahí uno de los ejemplos que Eliberto Tomas Miniet Zamora, Tomasito, ofrece diariamente a los bayameses, sembrando en ellos su manera de ser, de actuar y de compartir.
En cada ciudad hay un gladiador que defiende el terruño, que es defender a la nación y a su cultura por lo que Tomasito desde la cúspide de su trabajo se empeña en preservar esa joya que son las granjerías bayameses.
Para él es insignificante el humo que le castiga sus ojos, sacándole lagrimas preparando todo lo necesario para elaborar las demandadas rosquitas que también son un símbolo de la Ciudad Monumento Nacional.
En la esquina de Tomasito reina la alegría, ese sitio es como el bálsamo que necesitamos los bayameses para impregnarnos cada mañana y salir a la calle a hacer lo necesario para que no mueran nuestras tradiciones.

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