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miércoles, 18 de mayo de 2011

EN SILENCIO HA TENIDO QUE SER


Gustavo Robreño Dolz
En la histórica carta inconclusa, convertida por circunstancias posteriores en su testamento político, José Martí escribió a "mi hermano queridísimo", —el mexicano Manuel Mercado—, fechándola el 18 de mayo de 1895 en el Campamento de Dos Ríos e iniciándola con estas palabras: "Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esta casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin".
Gonzalo de Quesada y Aróstegui publicó la carta inconclusa a Mercado en la primera edición de las obras de Martí, a inicios del siglo XX, tomándola del facsímil que, a su vez, había reproducido el oficial y escritor español Enrique Ubieta en su libro cronológico sobre la Revolución Cubana. Según expresa este autor, la había recibido de manos del General Salcedo, entonces jefe de la plaza de Santiago de Cuba. Su original se considera hoy desaparecido.
Como sabemos, la historiografía burguesa cubana, en sus incursiones sobre el pensamiento del Apóstol, se encargó de ocultar cuidadosamente o minimizar la esencia de la idea martiana en este sentido. Nada le será más ajeno y peligroso que proyectar y difundir estas y otras apreciaciones semejantes de José Martí que fijaban su profunda convicción antiimperialista, así como las que recogió sobre sus vivencias dentro de la sociedad norteamericana (Viví en el monstruo y le conozco las entrañas... ), incluidas las intervenciones, como representante del Uruguay, ante las conferencias interamericanas de Washington.
No abundaron, ciertamente, los estudiosos martianos que en los años de la República mediatizada abordaron estos temas y les concedieron la importancia central en el pensamiento y la acción del Apóstol. Quienes fuimos alumnos de primaria y estudiantes de secundaria en las décadas del 40 y 50 podemos así corroborarlo.
Agradezcamos pues a figuras ilustres y prestigiosas de nuestra intelectualidad que hicieron desde entonces especial énfasis en la historia patria, como Julio Antonio Mella, Emilio Roig de Leuchsenring, Juan Marinello, Raúl Roa, Carlos Rafael Rodríguez o José Antonio Portuondo, quienes fueron desbrozando el camino desde el sitial de su magisterio y en medio de las condiciones nada favorables de la dominación neocolonial, desentrañaron verdades y mostraron a los cubanos la génesis de sus orígenes y de su historia. Cintio Vitier se destacó en la valoración ética del antiimperialismo martiano.
El 19 de mayo de 1895, en la confluencia de nuestros ríos Cauto y Contramaestre, se produjo la más grande e infausta tragedia de la historia de Cuba. La caída en combate de José Martí —según se aprecia a lo largo de todos los acontecimientos posteriores—, torció fatalmente los destinos de la Patria que surgiría a fuerza de sangre y coraje en la guerra necesaria e impidió que la República martiana se hiciera realidad. Paradójicamente, la visión genial de José Martí —expresada en la carta a Mercado—, quedó plenamente confirmada con el desenlace de la contienda y la intervención yanki. Faltaría aún un duro y largo camino por recorrer.
La misiva inconclusa, junto a otros documentos y cartas personales, la llevaba Martí encima —en sus bolsillos—, durante el desgraciado instante de Dos Ríos, y fue ocupada en esos momentos por los militares españoles que se apoderaron de su cadáver.
El destino caprichoso quiso unir en la historia de Cuba a estas dos fechas que estrechamente se relacionan en la palabra y en la acción. Dentro del párrafo inicial ya citado hay expresiones que echan por tierra cualquier tergiversación o intriga: "ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber "(... )" de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso".
El 1º de Enero de 1959 la Revolución Cubana rompió definitivamente aquel "silencio martiano".
Tomado del periodico Granma

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